Gabriel García Márquez, la soledad de cien años
que nos acompañará siempre.
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Dicen que murió Gabriel García Márquez, el autor que supo escribir Cien años de soledad y que sólo pudo acompañarnos durante 87 años en esta tierra, tan llena de cosas extraordinarias y míticas como prosaicas y diarias, el componente básico del realismo mágico manejado con magistral maestría por el autor colombiano.
Si es verdad que ha muerto Gabriel García Márquez tenemos que lamentar la muerte de una parte significativa de la creación literaria en lengua española en el mundo. Perder referentes de esta talla es siempre un dolor añadido. La magnífica pulcritud y riqueza desbordante del lenguaje del Premio Nobel (1982) han servido y servirán de guía para los cientos de millones que usamos y amamos el español como lengua en ésta y la otra orilla del Atlántico. La gratitud al hombre que fue y escribió enriqueciendo nuestra realidad y ampliando con generosidad los horizontes de la cultura, será para siempre.
En estos momentos primeros el título que antes llega a mi memoria es el de Cien años de soledad. En mi cabeza resuenan ecos y sombras de la novela, el personaje Buendía, la ciudad de Macondo como lugar recreado y como estado de ánimo, según el propio García Márquez definía. No puedo hilvanar el argumento de la novela en sus peripecias y multitud de personajes, sólo evocar las impresiones que me produjo, sensaciones que asocio al verano de mi pueblo leonés de La Pola de Gordón y, naturalmente, el deseo de releerla. También me llegan voces de otros títulos con los que disfruté y aprendí, como su primera novela La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba o El amor en los tiempos del cólera (1985), que también pude ver en cine.
Dicen que murió Gabriel García Márquez un 17 de abril de éste 2014. Todos los medios de difusión lo pregonan, periódicos, radios y televisiones; la red o internet lo repite en miles de mensajes y yo digo lo que dicen. No dicen, sin embargo, que nos deja solos. Porque la soledad, además de otros como la violencia y la guerra civil, fue el tema de sus obras, el mensaje personal que nos envió línea a línea, renglón a renglón. Lo dejó dicho y escrito en su manera de contar historias al estilo –asegura- de como las contaba su abuela, relatando los aspectos de la vida diaria y los acontecimientos más extraordinarios e imaginados como una sola realidad. No sé por qué se me ocurre a mí ahora pensar en el Quijote. Ustedes dirán.
El joven que empezó sorprendiéndose con Franz Kafka y su Metamorfosis, el hombre que se empapó de James Joyce, Hemingway, Faulkner y Sófocles, amigo personal de Fidel Castro, revolucionario empujado a dictador por el mundo, que son los Estados Unidos, con quien fue crítico, nos ha dejado solos llevándose su soledad a ese lugar inmenso de la muerte donde el silencio es la última palabra.
Dicen que Gabriel García Márquez amaba la música como amaba la escritura; la primera, para disfrutarla en la creación de los demás; la segunda, para sufrirla y trabajarla y regalárnosla a los demás. Yo amo la lectura y la música. La escritura apenas me da para dejar estas pocas líneas en su recuerdo. Y, casualidad, empecé contándoos que García Márquez había muerto y mientras lo hacía escuchaba en mi viejo tocadiscos de discos de vinilo a Bedrich Smetana en Mi País: El Moldava; ahora cierro esta noticia con Schubert y su Serenata. Espero, amigo Gabriel, que sean de tu agrado y sirvan a tu soledad. Con un abrazo.
Salud.
Julio G. Alonso
18 de abril de2014
El padre del llamado «realismo mágico»…
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Y con el que siempre tendremos una deuda de admiración. Siempre gracias.
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