Marianela
Benito Pérez Galdós

En el Quijote, la muerte de la ilusión del caballero andante y la cura de su ceguera para ver la realidad, acaba con la vida de don Quijote de la Mancha y su alter ego, Alonso Quijano el Bueno, enfrentado a la oscura y externa realidad una vez perdida la luz de su realidad interior. La desilusión que mató a don Quijote es la misma que acabará con la vida de Marianela, el personaje de Benito Pérez Galdós.

La novela de Galdós, de un dramatismo naturalista muy acusado, con diálogos en los que los personajes transitan de lo espontáneo, natural e incluso pueril, a lo profundo de los pensamientos y hondos sentimientos, es mucho más que la historia de amor de una muchacha como Marianela, pobre, huérfana, fea y desamparada, y de Pablo, joven rico, guapo y ciego a quien servía de lazarillo. El amor del ciego siente la belleza del alma desnuda y primitiva de Marianela. Marianela siente, a su vez, el amor del joven Pablo que la eleva con su trato a la categoría humana de persona que la vida le tenía negada.

Pero la recuperación de la vista trastocará los sentimientos del joven y la apreciación de la belleza exterior que no tiene nada que ver en la mayoría de las ocasiones con la interior, por lo que se romperá el mundo ideal de Marianela. Todo lo que era posible en la oscuridad de la ceguera ya es imposible ante la realidad revelada por la luz. En la novela cervantina es don Quijote el que muere al recuperar la luz de la razón; en la de Galdós, la víctima será la encarnación que de Dulcinea hace el ciego en la persona de Marianela.

La capacidad descriptiva del autor canario, en la que menudean los detalles paisajísticos y naturales, convierte al mismo paisaje y la misma naturaleza en un personaje más de la novela. Las minas, las montañas, los arroyos, la vegetación, cobran la misma vida que los hombres, mujeres, viejos y niños que pueblan y habitan estos ámbitos, mimetizados con ellos. Se vive un apasionado discurso a favor del progreso y la igualdad de oportunidades a través de la denuncia de las formas de vida precarias y miserables de la clase obrera y campesina, desposeídos de toda oportunidad de formación y progreso, condenados –como dice Galdós- “a ser piedra” y vivir como animales y los instintos de supervivencia de los animales. En frente encontramos las clases acomodadas y burguesas, hechas a sí mismas con duro esfuerzo y con cierta conciencia social ejercida a través de actos caritativos o de la ayuda directa al necesitado más cercano dejando entrever formulaciones de solidaridad y reivindicación de una justicia social e igualdad que enlazan con las primeras ideas socialistas, comunistas o incluso anarquistas. También entre los desheredados surge alguna rebeldía contra el estado de cosas que los mantiene en la miseria y la esclavitud para escapar a su destino y progresar tomando por ejemplos a los personajes cercanos que han conseguido progresar material y culturalmente como el médico que cura la ceguera de Pablo o el hermano del mismo, el ingeniero que dirige el trabajo de las minas.

La prosa de Galdós tiende de forma natural a la dramatización con el manejo de los diálogos y la encontramos salpicada de notas al margen del tema; su capacidad narrativa se traduce en un dominio magistral del relato creando una tensión creciente que se resuelve en un final, no por esperado, menos impactante.

La simplicidad de la historia de amor entre un ciego y una muchacha nada agraciada físicamente se convierte en un complejo entramado dramático en el que desarrolla con acierto la psicología de los personajes, tanto de los principales como los secundarios, de esta bella e interesante novela. Profundiza en las preguntas eternas que sobre la vida y la existencia nos hacemos desde siempre y vemos surgir con cierta bondad natural los obstáculos y trabas que dificultan acceder a la felicidad. No basta para ello la mencionada bondad natural. La educación, la igualdad de oportunidades, la justicia social, la libertad, se nos aparecen como elementos que dan sentido a la vida, fundamentan la dignidad y dignifican el amor. Entre otras cuestiones.

Desde la ceguera puede proyectarse a través de la ciencia una cierta concepción ideal del mundo en contraste con la experiencia directa de quien ve y vive ese mundo sin formación previa, elaborando una filosofía panteísta de la vida en la que el amor y la belleza ocupan un espacio  compartido, pero inasumible enajenada del fuero interno. ¿Quién ve más? ¿Quién tiene un conocimiento más acabado del mundo? El amor de Marianela podría vivir más allá de la luz, pero el de Pablo solamente en la oscuridad de la ceguera. Y por eso, porque Marianela se ve desposeída de la belleza, deja de existir para el amor de Pablo, y muere. Lo irresoluble, es trágico cuando lo que median son los sentimientos, sobre todo, si son los que remueven el amor.

González Alonso



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