Niebla
Miguel de Unamuno

Edición de Harrier S. Stevens y Ricardo Gullón
Taurus Ediciones, S.A. 1982.- Madrid
ISBN: 84-306-4028-2

Creo que es la segunda vez que leo Niebla, aunque de la primera apenas recuerdo vagamente algunos pasajes y encontrado algunas emociones. Y me alegra haberme acercado de nuevo a este libro de mi librería, que ahora vuelve con honra a su lugar en la balda correspondiente.

Digamos qué encontré y cómo. Los personajes, aparecen entre la niebla, desdibujados, indecisos, llenos de dudas y contradicciones, para brillar luego fugazmente un minuto y volver a la niebla, la nada. Como las personas. La vida del personaje es regalo y ocurrencia del escritor, su creador. ¿La vida de las personas también es regalo de su creador? ¿Nos sugiere Unamuno la existencia de un Dios creador?

El escritor decide sobre sus personajes hasta su muerte; la ilusión del personaje es llegar a creer que es él mismo quien dirige libremente sus acciones, e incluso que puede decidir su final, es decir, suicidarse. ¿Es el personaje y su realidad la realidad de la persona? No lo sé.

No sé si Miguel de Unamuno quiso establecer estos paralelismos a través de las páginas de su “nivola”, término homónimo de “novela”, pero con la característica de hacerse a sí misma sobre la marcha, sin planificación previa, por puro accidente y la total libertad de la improvisación del autor. Pero este trabajo, nivola o novela, del absurdo existencial, se abre paso buscando el sentido de la vida, o algún sentido de la vida, comedia o tragedia, amasada de sueños, la manera de representarla y representar un papel ante el mundo, pero –principalmente- ante nosotros mismos.

La función del lector en el significado final de la obra, aportando sus sensaciones, emociones y alma a través de la lectura, resulta imprescindible para la misma vida de los personajes, de quienes el lector se apropiará necesariamente de algunas de sus experiencias.

A través de las páginas de Niebla emergerán las preocupaciones y obsesiones de la época –por otra parte, no muy distintas a las actuales-, y de manera recurrente asomarán don Quijote y Sancho, el anarquismo teórico, místico, España y el ser español, la guerra, los partidos políticos, la psicología, la filosofía y, por entre y sobre todo ello, el amor y la poesía.

Sorprenden los diferentes estilos de la escritura unamuniana y el admirable control de la narración en mitad del aparente desorden y estilos contradictorios, desde el introspectivo, racional y filosófico, al narrativo, con predominio de la descripción o el discurso dialogado y ciertos trazos surrealistas o que apuntarían con acierto al género del absurdo de las décadas posteriores del 40, 50 y 60 del siglo XX. A través de todo ello, Unamuno nos muestra sus convicciones, apunta sus dudas, expresa sus anhelos y deseos, a veces con vehemencia, y nos revela el alma de todo un país, España. Y para hacerlo, sitúa la acción en un ambiente pequeño burgués, en la clase media española, en la ociosidad del rico y la necesidad del pobre, con guiños a una picaresca, tan propia y antigua en nuestra sociedad, que hace del amor y su necesidad, virtud para aprovecharse de la vida, saltarse los convencionalismos y resolver el futuro de los amantes.

Novela o nivola compleja que, superando lo argumental de la trama del relato, se mete por los vericuetos del ensayo y ahonda en el terreno de la poesía y sus tierras movedizas para encontrar o perderse por los caminos de la vida, que es niebla, allá por donde vagan los personajes y nosotros con ellos, o ellos con nosotros, hasta nuestro final último.

González Alonso



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