Colonia del Sacramento, usualmente conocida como Colonia a secas, es una ciudad uruguaya a orillas del río Paraná cuando se hace Río de la Plata, situada frente a Buenos Aires, en la otra orilla del río y a 40 kilómetros de navegación. Fue fundada por los portugueses en 1680 cuando los territorios actuales de Uruguay y Argentina formaban parte de las posesiones españolas en América. Pero los portugueses, además de fundar la colonia, pretendieron quedársela, plantaron allá su bandera y el conflicto estuvo servido. Los españoles no tardaron en reaccionar y a los seis meses escasos de la ocupación portuguesa, llegan y la toman. Negociaciones. Falta de acuerdos o acuerdos entre portugueses y españoles mal entendidos y peor llevados a la práctica. Vuelven los portugueses y el emplazamiento pasa de nuevo a sus manos. No tardarán los españoles en recuperarla y ocuparla de nuevo. Y así hasta nueve veces y hasta que queda, definitivamente, en manos españolas.
Tantos asaltos a la ciudad supuso la destrucción y reconstrucción sucesiva de la misma en otras tantas ocasiones. Dos estilos peninsulares en el trazado y construcción de sus calles empedradas y sus edificios, portugués y español, y una muralla cada vez más recrecida y elevada de la que quedan restos reconstruídos. No quiero imaginar ni contar los muertos. Y, finalmente, en 1828, Uruguay se emancipará de la tutela española y Colonia pasará a formar parte de su territorio.
La pequeña ciudad tiene el encanto del sabor hispanoportugués en el aire suramericano de su emplazamiento, siendo declarado su casco histórico Patrimonio de la Humanidad, con su Calle de los Suspiros incluída, la que de manera harto sugerente alude a las casas de citas y prostíbulos que la formaban en sus escasos cincuenta metros de trazado.
Colonia se visita con agrado y ofrece un servicio esmerado de restaurantes y bares, contando con algunos interesantes y bien documentados museos relacionados con su historia y con el arte; sus rincones invitan al paseo y al descanso en sus reposadas plazas y plazoletas. Si gustas de pasear, la extensa silueta de su playa es toda una invitación a hacerlo. En su extremo, con sorpresa, te encuentras con una plaza de toros y un frontón de pelota. La plaza, al parecer, apenas funcionó durante una temporada, ya que muy pronto las autoridades uruguayas suspendieron las corridas de toros. El frontón de pelota permanece cerrado, aunque no esté prohibido el juego de pelota. Y hasta un casino que se abrió con éxito en este entorno turístico también tuvo que echar el cierre debido al boicot a esta iniciativa llevada a cabo desde Buenos Aires por el perjuicio que causaba esta competencia a los casinos porteños. Según parece, con la inversión de capital español desde la Comunidad de Valencia, el casino ha sido remodelado y puesto en funcionamiento como hotel. También –nos dijeron- siguen interesados en encontrar otros inversores en España para poner en marcha el frontón y la plaza de toros, ésta última como espacio de ocio, conciertos, exposiciones, ferias de muestras y otros eventos.
La travesía entre Buenos Aires y Colonia apenas lleva una hora. Normalmente resulta apacible y serena, pero si el viento sopla fuerte las aguas del río se encrespan y el viaje se anima en un agitado discurrir saltando olas. Entonces, lo único que puedes hacer es agarrarte al asiento y esperar a que transcurran los sesenta minutos de travesía, que parecerán muchos más.
Pero, eso sí, con mal viento o sin él, acercarse a Colonia –Colonia del Sacramento– siempre merecerá la pena.
Julio Glez. Alonso
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