POLONIA (IV) POZNAN
26 de abril de 2014
El tren arranca de la estación de Torun para ir abandonando la ribera del Vístula camino de Poznan. La inacabable y magnífica campiña polaca acompaña el rítmico traqueteo del convoy a su paso próximo a granjas, campos cultivados y abundancia de bosques.
La llegada a Poznan y el hostel u hostal previsto para el alojamiento es tranquila y apacible. Las dificultades idiomáticas para hacernos entender desaparecerán gracias a la fortuita presencia de un joven estudiante español que nos echa una mano y nos adelanta algunas informaciones sobre la ciudad. No es raro oír hablar español debido a la gran afluencia de estudiantes en Poznan merced al programa europeo Erasmus; los precios de los restaurantes son, en general, asequibles, y en la misma Oficina de Información y Turismo podremos también recibir información en nuestro idioma.
La Oficina de Turismo será la primera visita, en la notable plaza del Ayuntamiento. Efectivamente, Adam Orlicz, encargado de esta delegación de turismo, se dirigirá a nosotros en un estupendo español y, con suma amabilidad y gran dosis de paciencia, nos dará información detallada de todo cuanto interesa a la visita de Poznan y alrededores.
Aprovechando la circunstancia de encontrarnos ya en la Stary Rynek –plaza del Ayuntamiento- del Stare Miasto o Barrio Viejo y que, además, amenazaba con llover, qué mejor cosa que visitar el original y hermoso Ayuntamiento ubicado en medio de la plaza y famoso, al menos, por dos cosas: su Salón Renacimiento, y las cabras de la torre del reloj. El primero, destaca por su amplitud y luminosidad gracias a los ventanales abiertos a tres de sus cuatro paredes y por el abovedado de crucería con abundantes bajorrelieves y policromías. Las cabras mecánicas de la torre del reloj hacen su aparición multitudinaria todos los mediodías para acompañar las campanadas con sus doce cabezazos mientras suena una música.
La plaza, de indiscutible belleza, se deja ver poco debido a las numerosas terrazas y toldos que levantan los restaurantes y bares delante de sus establecimientos, así como a un par de horrorosas y anodinas construcciones, un museo una de ellas y la otra tomada por bares y discotecas, que ocupan gran parte del centro de la plaza tras el Ayuntamiento y el mercado viejo y que –inexplicablemente- permanecen en pie en un espacio tan genuino como hermoso y singular.
En todo su perímetro la plaza se encuentra cerrada por edificios de la misma o similar altura y fachadas policromadas o con dibujos alegóricos. Los bajos de las casas están ocupados por restaurantes, bares, cafeterías y locales de alterne. En las calles adyacentes se continúan los establecimientos dedicados al ocio, como la interesante chocolatería Cacao Republika y sus helados con tarta y buen chocolate espeso o la discoteca Pachá. El fin de semana por la noche toda la zona es un hervidero de animada gente joven.
En otra de las calles aledañas a la plaza puedes sorprenderte, por ejemplo, con el busto enorme en blanco de Vladimir Lenin, revolucionario ruso, teórico político del comunismo, ideólogo y principal dirigente de la Revolución de Octubre de 1917, vistiendo una llamativa corbata de colores detrás del escaparate del bar y restaurante Proletaryat Klubokowiarnia de la calle Wrackowska. Cerca, la plaza Wiosny Ludów, en la que se está construyendo un gran edificio acristalado, se levanta una escultura bastante realista de un cartero en bicicleta y en otro lugar del mismo enclave se eleva la estatua de un prohombre a cuyos pies reza el lema Labor Omnia Vinci. Todo ello junto a centros comerciales de arquitectura pretendidamente moderna que no encajan en ninguno de los espíritus o almas de la ciudad, o la también cercana y gigantesca antigua fábrica cervecera Hugger reconvertida en centro de ocio con cines, restaurantes, grandes espacios y tiendas de toda clase y todas las marcas conocidas del mercado; todo ello, digo, viene a formar parte del atractivo puzle de Poznan.
En la plaza hay otros museos interesantes, como el de Instrumentos Musicales, que nacen de la iniciativa particular de coleccionistas. Partiendo de ella en una u otra dirección, alcanzas lugares únicos como el antiguo emplazamiento del castillo sobre la loma que cae, entre calles, a la misma plaza, reconstruido en su totalidad con bastante acierto en ladrillo rojo y destinado a fines museísticos. Casi al lado, el Museo Nacional con una pinacoteca que acoge algo de pintura española y una más que interesante colección de pintura polaca de todas las épocas. También, entre los ríos Warta y Cybina, al otro extremo, se conserva el santuario de lo que se considera la cuna o el nacimiento de Polonia y su historia, en la isla de Ostrow Tumski. La basílica catedralicia destaca en medio de la mencionada isla y sorprende la belleza de la Capilla Dorada, lugar de enterramiento de los primeros reyes polacos.
En otro entorno diferente, como el del Teatro de la Ópera, el Castillo Imperial y la Universidad, se abre una ciudad de trazado más actual, pero con edificios de estilo clásico combinados con otros de estilo moderno. Parques y jardines se reparten con buen gusto en el entorno donde se originó la revuelta obrera de 1956 contra algunos impuestos y condiciones de vida, revuelta que ignoraron junto con sus reivindicaciones y que reprimieron con inusitada dureza las autoridades del régimen comunista de la época.
Poznan es, como he dicho, un interesante puzle hecho de sabrosos platos culturales e históricos. La salsa que inunda de sabor estos platos es el fuerte sentimiento patriótico y religioso salpicado de iglesias de estilo gótico o renacentista; pero siempre –salvo en raras ocasiones- recargadas de retablos, altares, órganos, púlpitos e imágenes barrocas, hermosas policromías y bóvedas adornadas de sugerentes pinturas al fresco.
No pasas con indiferencia por esta ciudad que se hace atractiva en su variedad y entrañable por su ambiente. También, te dices, algún día volveré.
González Alonso
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