San Juan de Luz (Francia) 2018

San Juan de Luz (Francia) y el tren de La Rhune

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Una de las ventajas de reducir o suprimir las fronteras es que el territorio se visita con más naturalidad. Los pueblos fronterizos participan y comparten los modos de vida y muchas costumbres, en el mismo o diferente idioma. Si, además, se forma parte de unidades supranacionales como Europa y se usa la misma moneda, todo resulta mucho más fácil.

Al otro lado del Bidasoa, el País Vasco se extiende por Lapurdi conservando con orgullo sus señas de identidad en la lengua y las tradiciones. Llegas a San Juan de Luz y difícilmente puedes apreciar diferencias con otras poblaciones vascas en territorio español como San Sebastián o Zarautz, tanto por la configuración del paisaje como por la del paisanaje. Es más, en esta zona transfronteriza francesa, sus habitantes hacen alarde de su origen vasco y de cara al turismo lo venden en cada objeto, desde los menús de los restaurantes hasta en cada artículo de regalo.

Hay que decir que son, en general, gentes hospitalarias y amables volcadas en su modo de vida. San Juan de Luz se recuesta en la orilla de una gran playa y el entorno de un bello puerto. Con su mercado, estación de ferrocarril, iglesia y edificios singulares en su arquitectura, conforma un núcleo urbano pequeño, pero interesante. A pocos kilómetros encontraremos Ascain, pueblo disperso con buenas casas y campos; su centro urbano junto a la iglesia y el cementerio, apenas lo forman dos o tres calles y una plaza con frontón en la que encontramos el hotel La Rhune. Lugar tranquilo y de paso hacia Sare y el tren de cremallera de La Rhune. El pueblo dispone de varios restaurantes y el mismo hotel con una oferta gastronómica interesante. El hotel La Rhune, edificio antiguo bien conservado que aporta su encanto al entorno, es un lugar tranquilo con una apacible terraza cubierta de árboles a su costado y en la parte trasera, aledaño a la iglesia parroquial.

La carretera de San Juan de Luz a Ascain discurre paralela al río Nivelle, cruzándolo para entrar en la población.

Pero el atractivo más singular de la zona lo encontramos en sus paisajes verdes y bien arbolados y en el tren de La Rhune que, a escasos kilómetros de Ascain, asciende 905 metros hasta la cima de la montaña desde la que se divisa una amplia extensión a un lado y otro de la frontera entre Francia y España, visión solamente posible si la niebla no se agarra a la cumbre y las laderas del monte, en cuyo caso sólo podrás disfrutar del suave traqueteo del tren de cremallera y el paisaje de ascenso que te irán explicando a través de la megafonía del tren.

Sorprende que semejante empresa como la de trazar una vía férrea a la cima de una montaña con fines exclusivamente turísticos se haya abordado nada menos que en el primer cuarto de siglo pasado. El tren, totalmente original, está perfectamente conservado y su estado de mantenimiento es óptimo. Se trata de una antigüedad con un diseño admirable en perfecto estado de uso.

En los terrenos aledaños a la estación hay tres áreas de aparcamiento gratuito y la estación bulle con la gente que se acerca para acceder a la cumbre. Puede hacerse la ascensión a pie en unas dos horas y media, o el descenso en dos horas, aproximadamente. Arriba se dispone de bar y restaurante. Pero lo más interesante son las posibilidades de pasear por las distintas rutas abiertas; todo ello, eso sí, siempre que el día esté despejado. En los pastos altos pueden verse los caballos típicos de la zona, los robustos potocas, de corta talla y fuertes patas.

Viaje apacible y relajante, ocasión de hacer ejercicio caminando entre bosques en la parte baja o por los parados y cresterías de la cumbre disfrutando de las vistas de unos paisajes de singular belleza.

 

González Alonso

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