Sierra de Gredos, entre música y paisajes 2017

Sierra de Gredos, entre música y paisajes
2017

Tal vez el pretexto para acercarse a las inmediaciones del Almanzor en la Sierra de Gredos fuera la actuación de Sting en concierto junto a Nikky Hill y Amaral, aunque –todo hay que decirlo- el pretexto estaba mucho más que justificado después de vivir junto a otras trece mil quinientas personas la actuación en directo del que fuera líder del conjunto británico Police. Admirable derroche de energía, buen hacer y buen rock and roll. Y el evento, con el nombre de “Músicos en la Naturaleza”, organizado en los prados rodeados de bosque aledaños a Hoyos del Espinar, fue bendecido por el buen tiempo veraniego a pesar de la amenaza de tormentas.

En el itinerario desde Vizcaya nos cruzamos con Tordesillas para hacer una breve parada bajo la lluvia y almorzar el plato del día en uno de sus restaurantes, el Figón, de mesa con mantel, ambiente agradable, buen servicio y relajado. Luego continuamos, cada vez con más lluvia sobre nosotros y los paisajes castellanoleoneses que nos rodeaban, hacia el sur en busca de las tierras de Ávila. Todo presagiaba un fin de semana pasado por agua y más frío de lo habitual, pero a medida que tomábamos la dirección hacia San Martín del Pimpollar, la borrasca se alejaba hacia el este y el horizonte de la sierra se aclaraba de manera esperanzadora.

San Martín del Pimpollar, con su nombre sonoro y sugerente, es un pequeño pueblo hecho de piedra a pocos kilómetros del Parador Nacional de Gredos. Calles estrechas y sinuosas, puente rústico de piedra sobre un pequeño río, pequeña plaza al lado de la iglesia y varias casas rurales. Una de ellas, con su típico pequeño patio delantero de suelo cubierto por grandes losas y cerrado por un muro robusto de piedras, fuentecilla crecida de plantas a la entrada, de planta baja y un solo piso, nos acogía a la media tarde mientras acomodábamos el equipaje y charlamos con los vecinos de la casa contigua llegados también para el concierto de Sting y fieles seguidores de estas convocatorias.

A unos kilómetros de San Martín del Pimpollar, a la altura del punto kilométrico 49 en dirección a Ávila no se puede dejar pasar por alto sin visitar la celebrada Venta Rasquilla; la fama que la precede está sobradamente justificada por la excelencia de sus carnes y otros platos como las truchas y las estupendas y tradicionales “patatas revolconas”.

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Pero si en el cruce de la Venta Rasquilla tomamos la dirección contraria a Ávila, girando a la derecha, nos subiremos al Puerto del Pico y sus 1.352 metros de altitud. En su entorno, ideal para montañeros, hay un hotel con su restaurante, unas vistas magníficas del valle, pastizales extendidos a los pies de las montañas de singular encanto atravesadas por rutas y senderos para caminar y una calzada romana que desciende el puerto siguiendo un trazado sinuoso en dirección a Cuevas del Valle. La carretera, en su descenso, se cruzará varias veces con la calzada romana rodeada de bosques de pinos en la parte más alta y de castaños más abajo y al llegar al pueblo.

Todo este recorrido coincide con el trazado de la Cañada Real Leonesa, la vía histórica abierta a la trashumancia que todavía sigue en uso, haciendo el paso los rebaños hacia la última quincena de junio.

La localidad de Cuevas del Valle conserva el encanto de sus calles a la orilla del río, balconadas bien adornadas de flores y portalones con sus típicas cortinas cortas bordadas con diferentes motivos florales o animales, aves y mariposas, que cubren el hueco superior del portalón, permiten la ventilación y ahuyentan las moscas. Fuentes y pilones se distribuyen a lo largo y ancho del pueblo. Más al sur alcanzaremos Mombeltrán, del que cabe destacar el emplazamiento de su castillo de la segunda mitad del siglo XV, bien conservado, a cuyos pies se extiende un ameno parque con sombra abundante.

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Aprovechando el buen día de domingo en la Sierra de Gredos, por la mañana vamos a tomar rumbo a Hoyos del Espino y desde allí dirigirnos a la Plataforma de Gredos, dentro de la Reserva Nacional de Gredos. Nos encontramos en el entorno del Pico Almanzor y sus 2.591 metros de altura. Antes de alcanzar la plataforma hay que pasar una barrera y pagar por entrar con el coche alrededor de 3 euros. Desde la plataforma se inicia la subida por una calzada o pista empedrada. Una cabra montés se deja ver recortada en lo alto de la crestería. No son pocos los vehículos aparcados en la plataforma y no es poca la gente que acomete la subida que te llevará, en medio de un paisaje de alta montaña de extremada belleza, hasta la misma Laguna Grande, también conocida como Riñón del Recuenco, en el llamado Circo de Gredos o Recuenco de Almanzor. No llegamos tan lejos; pero pisaremos el Prado de las Pozas hasta el puente o pasarela que conduce hasta la misma Laguna Grande. Todo el espacio natural de Gredos es cuna de numerosas leyendas en las que las aguas de los lagos aparecen pobladas por monstruos, caballos de agua y serpientes gigantescas.

En las inmediaciones del Prado de las Pozas, subiendo a mano derecha, hay un sencillo refugio que regenta un personaje también de leyenda. Merece la pena tomarse con él un buen café de pota y dejar volar la imaginación acompañando las historias y reflexiones de este hombre hecho a la montaña.

La tarde, tras la comida y siesta después del paseo matutino, nos conducirá a tomar la desviación a Cepeda de Mora una vez pasada La Cueva del Maragato, en la carretera a Ávila. Llama la atención el nombre típicamente leonés de esta cueva. La explicación es que en el pasado siglo XIX anduvo por estos parajes el bandolero Pedro Piñero, nacido en el pueblo maragato de Andiñuela (León).

El recorrido iniciado transcurre por todo el amplio y feraz valle cruzado por el río Alberche. Los pueblos que se atraviesan: Cepeda de Mora, Navadijos, Garganta del Villar y San Martín de La Vega del Alberche, para seguir hasta Barajas, en el otro valle, ofrecen en su conjunto un buen ejemplo de la interesante arquitectura tradicional, los usos y las costumbres agrarias como congeladas en el tiempo en una estampa antigua. El paisaje del anchuroso y fértil valle está dominado por arbustos mediterráneos como el tomillo blanco y el cantueso, muy abundante en las laderas de solana. Resulta notable la exuberancia de la masa de piornales con la presencia de la escoba blanca. Es de imaginar que todas estas formaciones arbustivas resulten ser una vista sugestiva con los colores de la primavera y los aromas intensos que despiden.

Al llegar a Barajas, ya en el otro valle, la vida cambia de pulso y se abre a una actividad económica en la que el turismo de montaña imprime su sello, como en Hoyos del Espino, lugar de los conciertos de los “Músicos en la Naturaleza”. En Barajas, las tapas que se ofrecen en el bar ubicado en la plaza en la que se alza pinado un imponente mayo, son otro aliciente para recalar en el pueblo.

Y como todo termina, también este viaje tiene su final. Pero queda abierta la promesa de volver y abundar en el conocimiento de unos paisajes tan sorprendentes como los que nos ofrecen la imponente Sierra de Gredos en el Sistema Central.

González Alonso

 

 

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