Soria: pinares de Navaleno (noviembre de 2014)

Pinares de Navaleno
30 de octubre, 1 y 2 de noviembre de 2014

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Los pinares sorianos de Navaleno encierran por estas fechas el tesoro de las setas que luego se convierten en lujo gastronómico y ocasión para celebrar exposición y feria, bailes y recitales y otros eventos culturales.

Al reclamo de tan estimulantes promesas acudimos este año, y el éxito de la recogida de setas acompañado de un tiempo bueno, fresco y soleado, hizo que el fin de semana de la festividad de todos los santos se llenaran los hoteles de la zona, de San Leonardo a Navaleno. El ambiente se animó de visitantes y los nativos y residentes le echaron imaginación para acompañar la visita a los montes con ofertas en los restaurantes en las que las setas serán el elemento protagonista y más principal en todos los platos, pero también para mostrar sus rincones al calor de las costumbres y la cultura. De este modo tuvimos la oportunidad de escuchar la poesía de Antonio Machado y de Miguel de Unamuno en la voz y la música de Manuel Madrid resonando en el entorno de la antigua estación del ferrocarril de Navaleno, reconvertida en restaurante familiar con una oferta de platos caseros que alcanzan a satisfacer los más exigentes gustos, tales que las patatas guisadas con hongos, croquetas, revuelto y empanada con hongos, sepia, pimientos rellenos y los muy recomendables bartolillos y la singular torta de costra como postre. Merece la pena salir del centro del pueblo para esta cita.

Los raíles abandonados de esta vía que pretendió unir los puertos de Santander y Sagunto por tren, nos trajeron un imaginario convoy de romances e historias por entre el aire de los pinos en un mediodía de domingo que ya barruntaba la llegada húmeda y fría del otoño. Los cestos de mimbre se fueron llenando de níscalos, robellones, galampernas, negrillas y otras variedades de setas. Pero el lugar por excelencia lo ocupará el preciadísimo hongo o boletus edulis, más esquivo, más solitario, más escondido y, como se puede entender, más celebrado en cada ocasión en que aparece.

El paseo largo por el bosque nos conducirá al descanso y recuperación de fuerzas frente a unos buenos embutidos y un buen queso en el prado de la fuente de La Canaleja, cogida en piedra al pie de la ladera del monte y construída en los tiempos del ferrocarril, según se puede ver en la representación de los bajorrelieves. El paso del tiempo ha llenado sus márgenes de verde y musgos mientras el agua golpea acompasadamente el fondo de piedra de su pileta. En el prado, abrazada por el oblícuo sol otoñal de noviembre, una pequeña margarita nos contagia sentimientos primaverales cuando ya las hojas de los árboles que se reflejan desnudos en las aguas del arroyo son alfombra de ocres sobre el suelo.

Fin de semana entretenido, compartido con la generosa compañía de los amigos, de amena y apacible conversación, de anécdotas y risas, de todo –vamos a decir- lo que sabe a vida renovada cuando los colores ocres y amarillos de los chopos se suceden mientras el coche avanza de vuelta y la lluvia de noviembre se deja caer mansamente. Lluvia y otoño.

González Alonso

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