La plaza de los nombres

La plaza de los nombres

Es habitual  en cualquier pueblo que a un mismo lugar se lo conozca por diferentes nombres. En La Pola de Gordón, también. Así ocurre con una de nuestras plazas, la que oficialmente lleva el nombre de Cardenal Aguirre. La otra, la del Ayuntamiento, creo que siempre será la del Ayuntamiento, pero ésta no.

No sé qué nombre le cuadra mejor; tal vez todos, porque según la época en que le fueron puestos, oficial u oficiosamente, reflejarían mejor su realidad de plaza, su uso, subrayando la característica que en en aquel momento mejor la definía.

A principios del pasado siglo XX, fue Plaza del Mercado. Los carros de la comarca se acercaban para traer sus productos y también se vendían aperos de labranza, alpargatas, vino y aceite. En ocasiones, siendo la comarca de por sí ganadera, el mercado se convertía en la ocasión de comprar una buena vaca, vender un jato o hacerse con una yegua o un burro. Los feriantes vestían su uniforme para la ocasión; ataviados con su blusón gris desempeñaban su papel de mercantes con toda la seriedad y autoridad del mundo firmando con un apretón de manos el acuerdo alcanzado.   El ritmo de la economía se reflejaba en los alrededores porticados de la plaza y en su suelo de tierra. Las vacas y las ovejas del rebaño la transitaban a diario y recalaban en su pilón para abrevar.

Fue, como no podía ser de otro modo, Plaza del Pueblo; así, sin otras connotaciones políticas, aunque entre sus casas se celebraron mítines y se exaltaron los ánimos con las primeras huelgas mineras y los sucesos de 1.917 a los que siguió una dura represión.

Y aún pudo conocérsela como la de la Fragua, en los tiempos en que el carbón enrojecía los metales para moldear balconadas, fundir herraduras y templar arados. Tal vez, también, como la del Matadero, aunque siempre nos pareció que aquella prolongación de la plaza tenía personalidad propia, una personalidad de tránsito, de paso, pero marcada por el desuelle de reses y el olor que a veces impregnaba el ambiente. O también, en mi época, no era infrecuente referirnos a ella como la del Instituto cuando se instaló allí el mismo.

A su alrededor, acogiéndose a la mirada de sus soportales, además del  mencionado Instituto  Álvarez Miranda, la Fragua y el Matadero, se elevaba –y eleva- la casa de Abastas, sobre sus elevadas columnas metálicas y abriéndose en grandes galerías acristaladas a la plaza. Los pórticos de las demás casas, sobre columnas de madera y de altura más modesta, se extendían desde la casa de los hojalateros (hoy hermosa Biblioteca Municipal con nombre de poeta, el insigne leonés nacido en Asturias y Premio Cervantes, Antonio Gamoneda); el bar Mirantes, que recibía su nombre del pueblo Mirantes de Luna en la comarca vecina, el cual quedó anegado por el pantano y que hoy es el Mesón de Miguel, para llegar a los soportales donde se ubicaba la Peluquería Pacita y  ya en el otro lado la casa de la señora Amada, con centralita de teléfonos y aula para iniciarse en aquellos vericuetos de los primeros números, la lectura y la escritura.

El otro lado de la plaza perdía sus soportales y enfrentaban la calle directamente, y allí, en un extremo, tocando por su parte trasera las aguas del Bernesga con su pista de baile, estaba la sala de bailes, o Salón de Visita o Sala Fontañán que merece un capítulo aparte por lo entrañable que resultó para varias generaciones en la que ensayaron bailes y amores.

Una plaza de muchos nombres, no poca historia  y muchísimos recuerdos. Yo la evoco con la frondosidad de dos enormes castaños que no sé si alguien dijo que eran nogales, y su magnífico pilón, ocasión para no pocos juegos en el verano y alguna que otra gamberrada gastada a costa de algún veraneante o las carreras de cintas a caballo durante las fiestas del Cristo. Pero ahora su imagen me parece remozada y joven. ¿Cómo se la denomina en el pueblo en estos momentos? ¿Del Cardenal Aguirre o tal vez la del Ambulatorio o la del Mesón? Aunque de vez en cuando tengo ocasión de pasar por allí, la verdad es que no lo sé. Pero da igual, es la Plaza.

Julio González Alonso