(24, 25 de septiembre de 2013) De Buenos Aires a Rosario la planicie se repite a sí misma. La palabra monotonía te viene a la cabeza cada vez que oteas la llanura hasta su horizonte, ni centímetro arriba, ni centímetro abajo, tachonada de campos de cultivo, campos yermos y arbolado. Al final, Rosario. La tercera ciudad de Argentina; la segunda, con permiso de los cordobeses. De cualquier manera, gran ciudad, tendida y rendida a los pies de las aguas del omnipresente Paraná. Desde el descomunal conjunto monumental a la bandera y a lo largo de la costanera, aguas arriba, se siguen las playas privadas y alguna posibilidad de comprar peces de río como el boga, el dorado o el pacú. Peces hechos a las aguas marrones de un río rico en limos que transporta en suspensión a lo largo de sus 4.800 kilómetros de recorrido hasta hacerse desembocadura de 200 kilómetros por el Río de la Plata en Buenos Aires. Una sola playa pública a más de 6 kilómetros de Rosario con el nombre de Catalunya, en catalán, y restaurante en la misma playa, tal vez con buena oferta, pero del que puedo dar fe de su bondad y precios asequibles es el que lleva por nombre Harbour, cruzando la doble avenida costera, apenas a 50 metros y con excelentes vistas al río.
La ciudad de Rosario contiene numerosos edificios de indudable interés arquitectónico, aunque mal conservados en su mayoría o al lado de otros más modernos y de diseños desafortunados. Entre los edificios de interés bien conservados y utilizados, destaca el inmenso Museo de Ciencias Naturales que ocupa una cuadra entera y su fachada principal da a una hermosa, amplia y bien diseñada plaza cruzada por la calle Córdoba en su otro extremo. También interesante resulta ser el diseño de la calle Oroño, una larga avenida en forma de ramblas totalmente poblada de palmeras y otros árboles. De interés comercial merece mencionarse la también extensa calle Córdoba que llega por uno de sus extremos hasta la central de autobuses y convertida en peatonal desde la mitad de su trazado. Y luego, tras aconsejar la visita a la calle Pellegrini por su oferta gastronómica, una sorpresa también relacionada con la restauración, ésta en en una calle nada animada de tiendas ni restaurantes que ni es bar, ni se llama restaurante, ni es café, y que toma el nombre de la calle con la denominación de comedor. El Comedor Balcarce, con su excelente cocina casera, buenos precios y encanto de su salón con sabor histórico acoge una clientela fiel, local, que lo llena desde la hora de apertura.
Rosario es referencia, también, de uno de los iconos argentinos y americanos de la revolución. Es la ciudad de nacimiento, aunque haya sido casual, de Ernesto Guevara, el Ché. Se conserva el soberbio edificio en el que se acogió su familia y pasó unas semanas para que que su madre lo trajera al mundo, y también hay un monumento a su memoria muy próximo al lugar de nacimiento, aunque éste se encuentra bastante mal conservado.
Dejar Rosario es dejar una buena experiencia. La inseguridad de la ciudad a determinadas horas y por determinados barrios no resultó ser un problema ni le quitó encanto a la visita, pero es un reto a superar. Sin duda la ciudad de Rosario es un destino a tener en cuenta y una oportunidad de descubrir rincones bellos, contrates, y la calidez de la mirada de sus habitantes extendida sobre las aguas del Paraná hacia Entre Ríos.
De Rosario a Paraná se repite el paisaje. La inagotable llanura. Hasta que la sorpresa convierte la llanura en agua y ya todo es humedal, islas y aguas que se detienen o avanzan con lentitud y el río pierde sus límites y se abre en cauces. Todo el paisaje es una representación de la mítica Mesopotamia, pero enclavada en el corazón americano de Argentina. La carretera ya discurre notablemente elevada, en previsión de inundaciones, sobre el terreno anegado. Antes de adentrarse en la ciudad de Paraná la carretera se hunde en un largo túnel de 2.500 metros para sortear el cauce principal del río. La ciudad es una isla y el núcleo urbano se alza sobre la parte más elevada de la misma que bordea la falla; desde allí hasta la larga cintura de agua del río se deja caer en calles que llegan ala Costanera y su paseo.
Paraná es animación de calles arboladas como el paseo de La Florida, peatonal, y su plaza presidida por la monumentalidad de la catedral, la singularidad de la Casa de la Municipalidad y la majestuosa y severa Escuela Normal de Magisterio.
Recorrer algún tramo del río en barca es una tentación a la que no merece la pena resistirse, sobre todo si te conduce el viaje un baqueano del río. En nuestro caso pudimos disfrutar la compañía y explicaciones de Luís «Cosita» Romero, el que fuera defensor del río Paraná con sus protesta al descender más de 1.500 kilómetros remando y recogiendo firmas, dando charlas en colegios, instituciones, universidades y donde querían oirle, para oponerse al proyecto del presidente Menem y la Administración Bush de embalsar el Paraná en su tramo medio.
Comer bien es algo que siempre acompaña también bien la estancia en una ciudad; esta cuestión está resuelta con solvencia al menos en dos establecimientos: el Restaurante Club Atlético Estudiantes ubicado en un extremo de la Costanera, y el restaurante y asador Don Charras en la calle San Martín que desciende hacia el paseo de la Costanera. Buena ocasión de degustar más que buenos pescados de río como el dorado o la boga y cualquiera de su oferta de excelentes carnes. Raciones muy abundantes y precios ajustados en el ambiente bien conseguido de una amplia cabaña de madera. Cualquier buen vino argentino hará que la velada resulte perfecta. Pero la ruta es larga y hay que continuar. Volvemos al río Paraná, lo cruzamos de nuevo por debajo de su cauce mayor, avanzamos por los humedales en un diálogo ininterrumpido con el agua y nos hundimos de nuevo en la pampa buscando el destino de Córdoba. Otra ciudad, otro capítulo.
Julio Glez. Alonso
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En una época de una relación, iba los fines de semana a Rosario, cada quince días a ver a mi pareja. Viajaba de Buenos Aires a Rosario, hacía las cuatro horas en colectivo con mucha frecuencia. Por allá por el año 2011. ¡Saludo!
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¡Lo que puede el amor, ay! Me alegra recibir tu comentario.
Salud.
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Nada, lo dicho, un aplauso a esas detalladísimos itinerarios y descripciones urbanas. Podrán constituir, sin duda alguna, con lo que te queda por escribir, un buen libro de viajes.
Me encantaron también las fotos, sobre todo en la que aparece una especie de pirata argentina enmarcada en un carte que reza «Rosario», o sea yo soy la capitana Rosario.
También quería puntualizar que el asado argentino parece actuar de detonante inspirador, tanto o más que el ya típico plato de percebes.
Seguimos…
Abrazos y bicos según correponda
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Poco a poco iremos desgranando todo el rosario de experiencias, aunque algunas de ellas te paren la respiración, remuevan las conciencias y griten justicia. Por otra parte, estate tranquilo con los percebes, que siguen ocupando un lugar de privilegio por derechos propios entre la gastronomía del mundo entero. Abrazos y gracias. Las fotos irán despacio, pero finalmente creo que conseguiré poner muchas de las más que muchas que van quedando en la memoria de la cámara. Abrazos desde más allá de Córdoba, en San Miguel de Tucumán.
Salud.
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QUERIDO AMIGOS:
Cuando os encontréis en Córdoba no dejéis de lanzar un ABRAZO Y UN BESO GRANDE para que el viento lo lleve a los chicos – chicas y sus familias todas del barrio MALVINAS sección tercera, allí viví y encontré muchos de los rasgos que nos hacen verdaderamente humanos lo que sin duda nos anima a decirnos hermanos.
Contuniar con el disfrute. Agurtzane estás estupenda, un beso, nuestra 2º voz te echa mucho en falta.
Salud para todos vosotros, aventureros del S.XXI
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Itziar, ya hemos pasado Córdoba. Ahora, desde Tucumán, ya miramos hacia las montañas. Agurtzane agradece tu elogio y te manda un do sostenido para esa segunda voz junto con un abrazo. Gracias por tus palabras y acompañarnos en esta pequeña aventura por el cono sur americano.
Salud.
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Qué gusto poder seguir vuestro viaje por la red. Gracias Julio, sigue escribiendo y disfrutad mucho del viaje . Un beso grande desde Bilbo. Marije
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Amiga Marije, todo el placer es nuestro sabiendo que nos acompañas -aunque sea virtualmente- en este viaje. Todavía hay pocas fotos en el cuaderno, aunque sí las tenemos en la cámara. Poco a poco intentaremos ir publicándolas. Abrazos grandes desde esta grande Argentina.
Salud.
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