José Juan Martínez Ferreiro
La poesía de JJ Martínez Ferreiro arrastra a la búsqueda, te enfrenta a la belleza, te coloca delante de ella y te sujeta y te dice, mira y siente. Tiene el aire de los grandes románticos, aunque la emoción no se desentiende de un fondo reflexivo –tal vez influencia de su profesión de profesor de Biología-; pero sus descripciones descarnadas, arrebatadas de términos contundentes, inmundicia, demolición, abismo, exaspera; salpicadas de imágenes demoledoras, la pena crece hacia abajo / como crecen los muertos, o de metáforas depuradas, en su ala inmóvil descansa el aire entero, para referirnos la vida agotada en el olvido, nos sobrecogen y conmueven y nos sitúan en los nuevos márgenes de un romanticismo que bebe de la rebeldía existencial, la tierra y las premoniciones de una poesía en la que lo mágico es el ámbito del pálpito y lo misterioso, envuelto en presentimientos y destinos.
Pinceladas de historia. Y el amor. También el amor tiene su presencia carnal y de sueños y fantasmas que ocupan la vida de la persona en una unidad sin edades, sintiendo el desgarro de seguir siendo lo que ya el tiempo y la edad no soportan.
El asiento formal de una poesía así concebida, así vivida y así expresada es, en Ferreiro, la metáfora más depurada. No hay poesía sin metáfora. Desde el clasicismo griego y la reivindicación de Aristóteles se viene reconociendo este hecho. En la poesía de JJM Ferreiro es algo consustancial que se da con naturalidad impregnando con vehemencia e inteligencia sus versos más logrados; de tal modo que sus poemas discurren como agua de ríos que se despeñan, se remansan y entregan a otras aguas más grandes y amargas que son las del océano de las palabras.
Lo descriptivo, también, es traje de muchos poemas en los cuales prenden los paisajes y se hacen carne palpitante de dolores y placeres, playas desmoronadas, maderas en los bosques milenarios, olas en acantilados, relámpagos que nos deslumbran y revelan secretos con su fulgor. Y cuando al escribir en lengua gallega se encuentra como tema recurrente con la naturaleza y sus cosas (las cosas piden / nada más intuirlas/ no reclaman/ explicación), el tratamiento se hace delicado, evocando atmósferas de finas neblinas emocionales, qué más la tierra/ sino tocarla, parda, anegada,/ y exaltar el humus sagrado./ Qué más demanda el bosque de laurel/ sino una inspiración recóndita/ de fragancias y resinas puras.
Pero el verdadero culto, la razón primera y última de la esencia de la realidad poética, no se le pasa desapercibida al autor de Gimnopedia, y reivindica dicha esencia en el reconocimiento de la palabra que todo lo nombra y vivifica en la poesía; la palabra que se sublima en la poesía, como la piedra en el epitafio, sentencia JJM Ferreiro, para envolvernos en todo cuanto quiere que sea la palabra, sed del aire, tamiz de los vínculos que abrazan la voluntad de respirar, sahumerio de esencia soleada, horizonte sonreído, esperanza que fecunde lo natural, abrazo de la lágrima, intervalo, enigma, energía que contenga lo irreemplazable, voz que avanza y pronuncia lo necesario…
Tengo, quiero decir, el honor y el privilegio de traeros a Jose Juan Martínez Ferreiro, (El Ferrol,1958), poeta y biólogo, residente en Viveiro (Lugo), reconocido con varios premios en distintos certámenes poéticos, participante activo en los foros y proyectos literarios de Editorial Alaire y protagonista destacado en la publicación de varias antologías y trabajos colectivos. Su obra poética se encuentra reunida en ocho poemarios inéditos. Y hoy, aquí, celebramos la oportunidad de acercarnos a una breve muestra del autor gallego, del poeta universal que nos visita. Que sea para bien, de la poesía y de todos nosotros.
Que sea la palabra “La substancia del alma es la palabra; la palabra donde todas las cosas extensas y reales se encienden mutuamente y de nosotros» Luis Rosales Que sea la palabra una esperanza eyaculada que fecunde lo natural con el temblor de lo inefable. Que sea la palabra la que abrace la lágrima que endulza al cuerpo en su marea. Que sea el lienzo rojo que se hunde en la piel traslúcida ―alga en el llanto innumerable. Que sea la palabra el intervalo, el enigma, del equilibrio que confluye en los vértices de tu mente. La energía que allí mismo contenga lo irreemplazable. Mirad esa voz como negra hormiga que palabra a palabra avanza, enmudece en los bordes del corazón, y pronuncia en el mundo lo necesario para que una sombra tenga estrella. Qué sea la palabra quien abarque la ventana en una intensidad que dé al Sol la vida. Que sea la palabra el tamiz de los vínculos que abrazan la voluntad de respirar, la sed del aire solitario en un borroso atardecer. Que sea tu palabra quien abra el mar para ver el secreto despiadado de sus átomos ciegos. Que sea la palabra el sahumerio de una esencia soleada, un horizonte sonreído cuando el pinar, allá lejos, canta. ** ** Los cuerpos vivos Muere en los cuerpos vivos el purpúreo filo, la antorcha solitaria de un espacio quebrado. Yace en los cuerpos vivos el astro derrumbado de confuso sabor a cosmos intranquilo. Vierten los cuerpos vivos extracto de berilo, desperdicio impaciente de bólido apagado. Los cuerpos vivos abren un borde deshuesado ―el dolor de la médula de un caos en sigilo. Es el cuerpo instantáneo la transacción hostil que acrecienta en la piel un tacto quebradizo ―el barro del placer, ciego afán taciturno. Todas las manos saben del delirio nocturno, del tejido templado al fuego de un hechizo que encandece los cuerpos de pálpito sutil. ** ** 25 tercetos+1 I No nombrar, no describir, sino inventar la rosa en la palabra; la palabra, que se sublima en la poesía, como la piedra en el epitafio. II Ya restituye el primer cántico todo el aire en litigio. III Fluye el vigor hasta esfumarse en las más altas flores. IV La semejanza donde se asientan los abismos del cuerpo. V Cuántos ojos caben en una mirada, cuántos en la red de la noche. VI Pájaros, flores, huellas, cuerpos de la ausencia que patean los caballos reflejados en el agua. VII Las horas van dejando tigres blanquísimos agazapados en la sombra. VIII Todo es gris y silencioso como si hubiese llovido. Este instante ya es pesadumbre. IX Esta es la hora en que las aguas nacen, cuando despacio te respiro. X Nadie se sorprendió cuando más allá de la noche, se escuchó agrietarse el cristal. XI Dentro de la rosa donde el dios se hace mujer. XII La transparencia que como el humo hace espuma en el cielo. XIII Las aves sueñan al atardecer, cuando pierden sus nombres. XIV Estos sonoros ríos recuerdan aquellos años, cuando la maravilla. XV Un día fui lo más bello, la serpiente amada por la hierba. XVI Cuando ella se fue nos reunimos bajo los pórticos cargados de sensualidad. XVII Es raro, pero muchas veces la vida se vacía en el mar. XVIII La pena, hacia su término, tiene la dulzura del frío, su oscura profundidad. XIX Alguien trazó la pena, un fuego sobre el mundo. Pero nosotros huimos sin ser destruidos. XX Entre tú y yo, manteniéndonos, el oxígeno que nos destruye. XXI Fuimos camino y basura a medias. Fuimos vida. XXII Un canto atravesó su corazón; fascinada quedó la alondra al caer. XXIII Blancas magnolias adornan el perfume de la miseria. XXIV Siempre los siglos se inician a un infierno de estirpes y de guerras. XXV Tierra, amor mío, en ti reposan los hierros azules de todas las batallas. XXVI – Gernika Contemplamos la tela y mil señales nos delataron. ** **Gimnopedia
Quién puede soportar una noche de sangre sólida, el alma destrozada y los lobos que esperan. Se precipita el sueño en la llanura, se dispersa en la brisa como la fatiga en las manos. No existen límites, toda la muerte se diluye al alba, las negras apariencias, los imaginarios horrores. Sube al llano del monte, el primero que el Sol enciende y baila para mí la Gimnopedia. Te prefiero poseída en la luz que gozada por una noche carnívora. Templa tus nervios, salvaje e hirsuta como la piel de los escudos. Es de opio el resuello que embriaga tus ojos francos, muy grandes, inundados de océano. Ciñe al dios, apura el deseo, ropas, curvas, muy largas, el trazo del perfume pintando el aire; una seda infiltrada del aroma se repliega en mi pecho. Baila, quizá en nosotros se acreciente la paz. Elévate, quizá se encienda el firmamento en nuestras sienes y logremos sentir el corazón de las estatuas. Sube a conmemorar las cruces de tu juventud mientras pasan los hombres, mientras la tierra pasa y me queda este goce para el resto del pensamiento ** **Despois de Alberto Caeiro
«Abonda existir para ser completo» Alberto Caeiro (Alberto Caeiro é un dos heterónimos de Fernando Pessoa) O que me fai perseverar e devecer no estar é a docilidade que demostro aos sentidos. Que máis require a terra senón premela, parda, barnada, prestixiar nela o humus venerado? Que máis demanda o bosque de loureiro senón a intensa inhalación a fragrancia de resina pura? Que máis cobiza o aire senón iniciar as ás que o empreñen? Que máis reclama o mar dun rostro senón expirar nel? As cousas piden nada máis intuílas, no reclaman explicación. -versión en castellano- «Lo que me hace persistir y pretender en el estar es la obediencia que tengo a los sentidos. Qué más pide la tierra sino tocarla, parda, anegada, y exaltar el humus sagrado. Qué más demanda el bosque de laurel sino una inspiración recóndita de fragancia y resina puras. Qué más codicia el aire sino iniciar las alas que lo empreñen. Qué más requiere el mar de un rostro sino expirar en él.. Las cosas piden nada más intuirlas no reclaman explicación.» ** ** La cal de los paredones Cabellos negros, serpientes negras, tumbas abiertas, cueros vivos. En la cal de los paredones todavía germina el ocio de las balas. Hay cruces encendidas bajo el suelo; se ven sus llamas en la flor de las fosas. Esta tierra desprende recuerdos, huele a claveles rojos que entintan la memoria. Entrelazados mares se pudren aquí dentro. Todo se quiere confundir, hay tanto sueño al fondo de la contienda… Hasta la sangre que no cesa se quiere secar en el olvido. A dónde mira una ventana enterrada sin los ojos del día, sin el aliento de las semejanzas, sin la noción de los rostros soñando. La permanencia en el amor es una ola siempre reventada de espuma. ** ** La luz traspuso una grieta La luz traspuso una grieta; de repente empezó a llover el azúcar quemado de la tarde; todos los aldeanos degustaban el cielo, los últimos granates del cielo que caía. Entonces fue cuando me olvidé; nada más me olvidé. Sólo recordaba la sed de las manos. También sentía el corazón magnánimo con su ritmo de furias, y una mirada rebosante de estrellas vacías, esas que casi oscurecen el centro de la galaxia. ¿Qué cómo es una estrella vacía? Las estrellas vacías no dan aroma, sólo son una claridad difusa como unos pies desnudos que orillados se intuyen en el agua o una madre soñando en su útero un niño casi transparente. La luz atravesó la grieta, la última grieta; entonces fue cuando decidí desaparecer. Pero antes comprobé que todo se cumplía en la disolución. De los rompientes de la tierra solo quedaban redes de frío que alargaban los vientos y la configurada dicha de mi cuerpo en la cumbre. Todo iba por fin desvaneciéndose. Ahora, salpicado de algún que otro espacio, el tiempo es cada vez más mío. Lo malo es todo este olvido amontonado, siempre aislado entre recuerdos, tal como ocurre en esos calveros del monte donde los árboles parecen proteger la evidencia de una nada. ** ** Jardín de vivo invierno De ancho tronco de madera parda donde se allega un dios harto de luz. Donde encuentra la carne su reposo, retorna y se retuerce en exclusiones, destierros de ateridos laberintos. Donde el bosque es aroma desdeñado, destruido por un mar prehistórico; duro y extenso pecho —cuero rasgado en el olvido. Donde la ruta gira voluntades; se pierden a lo lejos —escapan inasibles, ignoradas, nubladas de dolor. Donde una playa yerma desmorona diversos centros del mirar; se extinguen en su tránsito indecible, centellean y quiebran al instante. Allí, donde tu cuerpo excita el breve encuentro de la piel, y gime su orfandad inescrutable. En la luz, arcos, ruedas, pone el tiempo. Tu frente, aligerando sueño y aire: ¿será piedra, menguada sima… rosa? ¿Yacerá arrugado el fulgor? ¿Florecerán prodigios husmeando en un desván de rostros increíbles? Pones el porvenir en el balcón, libre al fuego lejano, suelto al rojo, condenado al momento fronterizo que es futuro de ahí, cercándote, instigando enemigos impasibles. Ese relámpago es desolador —cruel esterilidad de la renuncia. Las tropas del valor, casi cadáveres, son mazos de conciencia esperando un jardín de vivo invierno sus tallos. ** ** A dónde he ido yo Desde las máquinas o los gigantes ladera abajo vierto en una pincelada roja de sangre distraída, las lágrimas, sus más hermosas crines. Desde allí arrastraré la lluvia precipitando sus brillantes pérgolas. Ensancharé los créditos del cielo, los *trueles errabundos sobre aquel despojo de nubes, los alvéolos atrapando todo el aire de los espejos. Libraré a los insectos con sus sedas de vivaces crisálidas. de élitros multiplicados y animosos. Desde las más altas coronas pronunciaré los términos del agua, las voces que los hombres no revelan. Sumergiré la desaparición. Serán puros los ritos, infinita la luz −son los ojos sus sacerdotes; la celebran, la sacralizan, la mitifican. Y tú, no llores más; el amor es un polvo blanquísimo que lentamente empapa las huellas de las manos. Aproxímate a mí mientras franqueo la frontera diurna Sobre una tierra antigua continúo buscando a dónde he ido yo todo el resto del sueño. ** ** María yo sucedo al fondo del polvo Tus gastados pies corren calles que se despliegan sin sentido. Tienes cara de tierra, y te llevas todas las luces en las manos mientras los mares hierven a lo lejos. Alguien pulsa tu frente de mercurio, tus metales de sombra, e incita la anuencia de dos labios que se aproximan en la niebla. Nadan tus brazos una ola que da la vuelta y se quema en su propia espuma. Mueres y te renuevas en el estruendo de las playas. ¿Te figuras las estrellas mostrándose, de repente palpando las cosas del pasado como si fuesen plumas momentáneas? Y todo esto sucede cuando la muerte es una guitarra imaginaria o aquel cuello del crimen en un plato sagrado; un plato con pedazos de tu nombre, pedazos de tu carne que se llevan la simiente de todos los insomnios como una luz vencida, como un agua vencida. Al expirar del sueño un vagón en la noche cruza el mundo pero… ¿será el mundo como una afinidad que sólo existe si es sentida? pero… ¿será real lo que es sentido? Siempre, cuando despiertas, un fantasma amarillo se enreda sin desembocar como el estertor de un espejo donde la luz ya no se busca; la blanca túnica de un día muerto que vino a la deriva, meciéndose oxidado. Somos otros, aquellos otros que existen desde lejos en una hueca máscara que esconde el rostro lacio de los dioses. María, yo sucedo al fondo del polvo, y siempre polvo en pensamiento. Sí, los pedazos de tu nombre, pedazos de tu carne que en las hojas más largas, se desmoronan. María, mis días se devastan en los tímpanos del desierto; se extinguen en la cruz de las montañas como un parpadeo que atrapa todas sus piedras, todo el sol, todo el tiempo, toda la muerte como en la transparencia de una excitación presentida. Asciende un toro sobre la Vía láctea, también asciende un astro con sus tigres dormidos. Asciendes tú como un pájaro abstracto que renueva los cielos. ** ** El forjador de tierra Lograrás extender un milagro radiante, tornar al forjador de la tierra en el viento fraguando la semilla bajo cielos de trigo. Serás ruido… maestro sobre las estampidas de la hora primera. Subsistirás diluido en la templada savia del bosque de laurel ―penumbra de resinas y de excitados troncos. Serás la tierra joven de humus negro y fecundo. Germinando a través del ojo de las garzas, verás la combustión de oxígeno en las células. Tibio te besará el labio del verano. Un elixir carnal brotará en tu pletórica morada, rebosante de fragancia y bullicio ―el sudor cristalino que clama en el aliento de los vientres y huevos cuajados de criaturas. El ocaso serás en la enlunada sien, en el color febril que en las jaras delira. Serás la palidez de un lago rico en aves, lienzo que nutrirá los ojos de los niños, el avizor silencio de su cuerpo espontáneo. Sentirás el murmullo en todas las riberas allí donde la fronda cela tu desnudez y reluce la hierba apretada en tus muslos. Serás un corazón de veloces latidos, curvando como cimbras la mañana pimienta, la revuelta marina ―flanco añil del abismo. Serás la negra chova y el fantasma del Castro, convocado en salitre, tormenta y aguacero. Serás agua salvaje, su inmaculado tránsito. Hundiras luz con piedra en un mar desmedido. Tu destino será la sed de las estirpes forjadas en la tierra ―mineral del olvido. Pero regresarás divulgado en la sangre, en relente de bruma, deshonrando Las Moiras. ** ** Romance del mediodía El mediodía es inmundicia o demolición de lo visto. La rigidez solar asfixia el pulmón de algunas preguntas y toda impugnación es liviana ceniza. La insoportable nitidez como una caricia vacía separa sus dalias de piedra. En esta latitud del movimiento, la tierra embarazada desentraña las horas, arrastra, concibe los cuerpos, para habitarlo todo, traspasado el abismo. En esta latitud del pensamiento la serpiente exaspera cuando sueña la vida su veneno y la pena crece hacia abajo como crecen los muertos, En estas latitudes la nostalgia también es el olvido —en su ala inmóvil descansa el aire entero.
Joer Julio, y yo qué digo ahora.. pues nada… agradecerte que traigas a este magnífico Lucernarios mi poeesía y que la aprecies de esta manera.
Como ya te he dicho, tengo ligeras sospechas… pero me tienes contra la pared, y para abril no me quedará más remedio que encargar los percebes más grandes.
Un fuerte y entrañable abrazo.
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Amigo Ferreiro:
Empecemos por los finales de tu correo y esos percebes así de grandes para el mes de abril y en tu pueblo. Ahora, siguiendo con lo demás, sospechas a un lado, tengo que decir que era una deuda que tenía contraída para con tu poesía desde hace ya tiempo. Pero, en parte, ya está saldada; salvo que los percebes me convenzan de lo contrario… y vuelvo a publicarte. Pero eso ya se verá.
Gracias por tu venida a este rincón de Lucernarios.
Con un abrazo cantábrico.
Salud.
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