MALLORCA, la magia renovada.- marzo de 2018
No nos lo deberíamos pensar dos veces el volver a cualquier lugar visitado antes. La memoria guarda bellos recuerdos, pero también mezcla cosas, las evoca asociadas a nuestro particular estado de ánimo, a la climatología, la edad, y hay que tener presente que la memoria sólo es aquello que nos queda después del olvido. Así que me parece oportuno volver al lugar ya conocido y experimentarlo con nuevas emociones y, también, nuevos descubrimientos. De la manera antedicha volvimos a Mallorca, objeto de hasta tres visitas anteriores y siempre –como cualquier destino- abierto a nuevos encuentros.
Lo primero que hay que dejar a un lado al llegar a Mallorca es la idea de un lugar reservado exclusivamente al turismo de sol y playa. Sobre todo si te acercas a la isla fuera de la temporada veraniega. Mallorca es un espectáculo rico y variado paisajísticamente hablando, y también una reserva histórica y cultural que hunde sus raíces en la Prehistoria. Y todo ello impregna el carácter y el modo de ser y sentir de los isleños, el paisanaje que da vida y sentido a la belleza indiscutible de este rincón mediterráneo, herido –que no muerto- en algunos de sus espacios naturales por el mal gusto y la ambición de la oferta turística.
Palma de Mallorca es la capital de la Comunidad de las Islas Baleares. En un día lluvioso y frío no pierde el encanto de las calles y plazas de su casco antiguo. En el paseo vale la pena detenerse a 
visitar los baños árabes, la Plaza Mayor, el Ayuntamiento, el cercano Parlamento balear, las murallas, la imponente catedral y sus aledaños con las vistas abiertas al mar y el Palacio de la Almudaina, residencia de la familia real, abierto al público. Posiblemente este emplazamiento esté construido sobre otro anterior romano y éste sobre uno prehistórico. El palacio, modificado por Jaime I sobre las reformas llevadas a cabo anteriormente por los musulmanes, nos ofrece una serie de estancias que oscilan entre la sobriedad y el gusto por tapices, piezas, utensilios y mobiliario de gran valor artístico. Es fácil respirar un aire histórico y actual al mismo tiempo. Las reformas llevadas a cabo por Felipe II supusieron convertir el antiguo Salón del Tinell en un espacio dividido en dos alturas, compartimentado a su vez en varis estancias dedicadas a despachos, recepciones, reuniones y celebraciones; por ello, en el nivel superior, pueden apreciarse el final de los arcos apuntados que cerraban el espacio original produciendo una curiosa sensación de sorpresa en esta sala que recibe el sugestivo nombre de Salón Gótico.
Palma de Mallorca no es, sin embargo, solamente museos y monumentalidad; es oportunidad de lugares de asueto, buenas cafeterías y restaurantes, ocasión de comprar turrón fuera de la temporada navideña, barrios de sabor popular y mercados como el de Santa Catalina, donde se alternan la degustación de los productos con la venta de los mismos. En el encuentro con el amigo, periodista y poeta Rafel Calle, además de la conversación sobre esos asuntos siempre candentes de la poesía, pudimos comprobarlo y disfrutar, además, de su amable invitación a almorzar en un restaurante aledaño, de apariencia sencilla en su exterior, acogedor en su interior con su estilo moderno, y excelente en su cocina; nos estamos refiriendo al “Taller de Mar”, bien dirigido por dos jóvenes cocineros y con una oferta variada de platos que armonizan productos y sabores de manera creativa.
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Pero no son de menor consideración las oportunidades de admirar obras de arte únicas en los distintos museos de la ciudad; a modo de ejemplo, tomemos el de la Fundación Joan March, en la céntrica calle de San Miguel, al lado de la Plaza Mayor. La densidad por metro cuadrado de arte y firmas imprescindibles es muy alta; la visita es gratuita y se puede uno deleitar ante cuadros de Miró, Picasso, Juan Gris, Salvador Dalí… o las esculturas de Julio González y Eduardo Chillida, entre otros.
Pegado a la ciudad, dominando una colina de 112 metros de altura, nos encontramos con el soberbio castillo de Bellver, mandando construir por Jaime II. De estilo gótico mallorquín es de planta circular con un amplios patio de armas central y con torreones también circulares. Está destinado a museo y en él sufrió prisión y destierro Gaspar Melchor de Jovellanos. Otras personalidades que fueron encerradas entre sus muros fueron el político y astrónomo Francisco Aragó y el general liberal Luis Lacy. Los últimos encarcelamientos se llevaron a cabo durante la guerra civil española de 1936 con los más de ochocientos republicanos que defendieron la legalidad constitucional del gobierno de la II República.
La Sierra de Tramontana, con todas sus estribaciones, constituye una soberbia muralla al norte que acoge parajes encantadores como Pollença, el monasterio de Lluc, Fornalutx y Biniaraix al lado de Sóller, más al oeste Valldemossa y el recorrido costero hasta Andratx y Sant Elm, frente a la isla de la Dragonera, pasando por Banyalbufar y Estellencs, desde donde detenerse a admirar el atardecer y la puesta de sol.
En Pollença nos cupo la sorpresa de encontrar una pequeña pero muy interesante galería de arte en la calle Antoni Maura, 11, al lado de la Plaza Mayor. Se trata de la Galería Dionís Bennàssar con una exposición de cinco artistas jóvenes con variadas propuestas y miradas diferentes a la pintura, pero con el denominador común de la pasión creadora; los madrileños Rubén Martín y Javier Barco, la barcelonesa Mònica Subidé, el malagueño José Luis Ceña y el leonés Coque Bayón, el que más me impresionó y no por resultar ser paisano mío, pues en el momento de mirar los cuadros no había mirado la autoría de los mismos, costumbre que tengo adquirida para no dejarme influenciar por el renombre del artista. Otra agradable sorpresa resultó ser el paseo por el Vía Crucis aprovechando las fechas de Semana Santa y comer un sencillo menú en las instalaciones del antiguo casino, al pie de la Plaza Mayor. Y, cómo no, aconsejar la visita del puente romano.
En Valldemossa, aparte de degustar afamada coca de patata, hay que acercarse a la Cartuja y recorrer los distintos museos abiertos en su interior, acabando la visita disfrutando de un mini 
concierto con temas de Chopin en el Palacio del Rey Sancho. Fréderic Chopin y la escritora George Sand pasaron en la Cartuja el invierno de 1838 a 1839, y en la celda que ocupó el músico se conserva el piano Pleyel que utilizó para componer algunas de sus obras. Otros personajes ilustres también se instalaron aquí temporalmente, Como Gaspar de Jovellanos, Rubén Darío, Sorolla, Unamuno o Azorín. El atractivo de este monumento cartujo que data de 1399, secularizado tras la desamortización de Mendizábal en 1835, se extiende hasta nuestros días con visitas de jefes de Estado y de Gobierno, distintos reyes y presidentes de diferentes repúblicas. Todo en la Cartuja resulta de interés, pero quiero destacar la buena conservación de las instalaciones, mobiliario y productos de la antigua botica, con botes de cerámica catalana de los siglos XVII y XVIII, recipientes y cuencos de vidrio, utensilios de botica y un óleo de los santos Cosme y Damián, médicos Esta botica fue descrita por George Sand en su obra “Un invierno en Mallorca”.
La singularidad de los pueblos anexos a Sóller, de Biniaraix Fornalutx, encajonados entre las montañas rocosas y los bosques de la Sierra de Alfabia, llama la atención del viajero. En los trayectos de carretera que los unen hay que armarse de valor, mucha paciencia y mucha pericia para no despeñarse, en el peor de los casos, o quedar arrumbado en la cuneta en una maniobra intentando esquivar a un ciclista o pretendiendo cruzarse con otro vehículo. La misma suerte de conducción nos espera en otros tramos de montaña, como el ya mencionado ente Valldemossa y Andratx, el que desde Pollença nos conducirá al monasterio de Lluc e Inca o el no menos arriesgado y espectacularmente bello que desde Bunyola nos conducirá hasta Orient y más adelante Alaró Loseta para terminar también en Inca.
Si la Sierra de Tramontana nos deja lugares de tanto atractivo como los mencionados, bahías como las de Pollença y Alcudia, cabos como Formentor, playas de arenas finísimas y blancas o 
poblaciones singulares como la misma Alcudia y sus murallas, otros emplazamientos no les van a la zaga en el entorno de la Sierra de Levante. Destaquemos la población de Artá y sus cuevas en los acantilados costeros frente al Cap Vermell. También en la costa encontramos el destino turístico de Cala Millor, aunque con un tratamiento mejor que el llevado a cabo en Magaluf, Palmanova o El Arenal.
En las inmediaciones de La Playa de Palma se ubica La Porciúncula, templo franciscano conocido popularmente como Iglesia de Cristal. Su planta es totalmente circular y –respondiendo a su sobrenombre- toda la longitud de sus paredes está cubierta de vitrales policromados con escenas bíblicas, episodios franciscanos y de la vida de Jesús. Un gran linterna central da paso a la luz por su parte superior. En el mismo edificio se puede visitar también un museo histórico y etnográfico con piezas sorprendentes y de gran valor y antigüedad muchas de ellas.
Quedan aún demasiadas cosas que contar y lugares que citar, como las reconocidas Cuevas del Drac o las citas con los curtidos de Inca o las perlas artificiales de Manacor; también los monumentos megalíticos como la naveta Alemany o el túmulo de Son Ferrer. Y recordar que uno de los más grandes del tenis mundial es el manacorí Rafael Nadal, una figura ya legendaria pese a su juventud, tan excelente persona fuera de las pistas como genial dentro de ellas. Tiene una Fundación, centro de entrenamiento museo, en Artá. Pero en algún momento hay que concluir esta invitación a viajar a la isla de Mallorca, hacer las propias fotografías y sacar las oportunas y personales conclusiones. Y ese momento, ahora, es aquí.
González Alonso
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PALMA DE MALLORCA – CASTILLO DE BELLVER – IGLESIA DE CRISTAL
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CALA DE SAN VICENTE Y PLAYA DE FORMENTOR
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Lucernarios 