ALARCÓN (Cuenca)
22/07/23
De Alarcón es imposible no subrayar el espectacular emplazamiento y las vistas que lo envuelven rodeándolo con el abrazo del Júcar. El sorprendido viajero se detendrá al pie del cañón del río para admirar desde su altura el sistema defensivo de la ciudad formado por tres sólidos cinturones amurallados con sus torres de defensa y sus puertas que culminará en los más elevado del promontorio dominado por un sólido castillo roquero hoy convertido en Parador Nacional.
El conjunto artístico y monumental del Alarcón está bien respaldado por la dilatada y controvertida historia del lugar. Las hoces del Júcar acogen restos de diferentes asentamientos ibéricos. Pero su empuje se dará a partir de ser conquistada esta plaza a los musulmanes en 1184 por el nieto del emperador de León, Alfonso VII, el rey Alfonso VIII, el de las Navas de Tolosa. El alfoz de Alarcón se extenderá entonces hasta la actual ciudad de Albacete que, por entonces, no era más que una pequeña aldea.
En la guerra de sucesión a la corona de Castilla, Alarcón tomará parte defendiendo los derechos al trono de Juana la Beltraneja frente a las aspiraciones de Isabel, llamada luego la Católica. Este hecho, al parecer, contará en su contra habiéndose ganado con él la inquina de la nueva reina.
Tras centurias de decadencia, la villa retomará su impulso actual en el siglo XX cuando el castillo se convierte en Parador Nacional y da comienzo la recuperación del patrimonio histórico y monumental. El turismo se convierte, poco a poco, en el principal motor económico de este enclave de unos 180 habitantes de los más de cuatro mil que llegó a tener en su máximo apogeo.
Al darse un declive tan marcado de la actividad económica y de la población, el pueblo no creció extendiéndose extramuros y ahora hace que podamos admirarlo en los límites de un entorno privilegiado y único. Pasó, tras su conquista, a manos del Infante Don Manuel y a las de Juan Pacheco, Marqué de Villena, que fue señor de la villa. De las cinco parroquias originales solamente queda abierta al culto la de Santa María.
Del castillo de Alarcón destaca la solidez de la torre del homenaje y la torre de la Vela, desde donde se puede admirar, además del paisaje marcado por las hoces del Júcar que rodean en un meandro en forma de estrecho círculo el emplazamiento, la estructura de la misma fortaleza.
Pasearemos el pueblo, descubriremos los locales abiertos en forma de bares, restaurantes y alojamientos de hoteles y casas rurales; también los portalones abiertos al patio de una casona con un impresionante conjunto de útiles herramientas de labranza que se anuncia como El Museo de la Abuela, una iniciativa particular que no figura en los programas de los circuitos culturales de Alarcón, pero que te dejarán visitar si el portalón está abierto y la dueña –muy amable- te da permiso.
Porque Alarcón se mueve actualmente en lo cultural tanto como en lo histórico y monumental; así es posible disfrutar, además de las visitas guiadas organizadas por Alarkum, en la calle Dr. Agustín Tortosa, 6, de exposiciones como la que pudimos ver de cerámica a cargo de diferentes artistas americanos y europeos, o de muestras de pintura e igualmente de otras actividades puntuales como el recorrido literario por los lugares recogidos en la novela “El regalo”, del escritor conquense Eloy Moreno. No faltarán en las propuestas culturales eventos como charlas, presentación de libros, coloquios y celebración de efemérides como las de la noche de San Juan en el solsticio de verano y otras actividades promovidas por el Ayuntamiento y el conjunto de los vecinos, de carácter y ánimo creador y muy participativo.
Tal vez el resultado más admirable hasta la fecha en este sentido sea el conseguido con las pinturas murales de Jesús Mateo en la iglesia desacralizada en el siglo XIX de San Juan Bautista, una construcción del siglo XVII de sobrio estilo renacentista levantada sobre otra románica anterior. La iglesia, abandonada, llegaría a perder su bóveda con el hundimiento del tejado y se iniciará su restauración en 1968. Quiso la suerte que el jovencísimo pintor Jesús Mateo, con sus 23 años, la visitara en 1994 y diera vida al proyecto de un mural de aproximadamente 1.500 metros cuadrados para el interior del templo, y que este proyecto se abriera paso con el apoyo incondicional de los habitantes de Alarcón, las gestiones realizadas por la Asociación creada para su impulso y el respaldo de personas influyentes del mundo del arte y la cultura como José Saramago, Fernando Arrabal, Antonio López, Gustavo Torres o Gustavo Bueno. En 1997 la UNESCO declarará el proyecto en marcha como de interés artístico mundial y los trabajos de esta obra tan monumental como impresionante concluirán en 2002.
El espacio creado por Jesús Mateo tras siete largos años de trabajo es, sencillamente, espectacular en la atmósfera creada y las sensaciones que transmite. Una obra genial en la que el arte pictórico recreado en lo abstracto y simbólico nos cuenta una historia completa y permanentemente viva de la tierra y el universo. Para ello, además de las tonalidades de los colores elegidos, organizará los elementos de la naturaleza y del hombre respetando la orientación del templo, con la cabecera en forma de ábside al este y la entrada al sur. Todo girará en torno al misterio de los orígenes de la vida y los sentimientos y pasiones humanas con un claro signo de evolución constante. Hoy día, gracias a la obra de Jesús Mateo, la monumentalidad de la antigua iglesia cobra protagonismo y se hace visible en los arcos que soportan la bóveda de medio cañón apoyados en contrafuertes interiores; el contenido explica y da solidez, así, al continente. Sin duda alguna, y si es verdad que Alarcón merece al menos una visita, este bello e impresionante Centro de Arte Contemporáneo que acoge las pinturas murales de Jesús Mateo no puede dejar de ser visitado. Y si has de volver alguna otra vez a Alarcón, la magia encantada de estos murales te llevará de nuevo a sumergirte en el universo de sus representaciones.
El día veraniego sigue el curso de las horas y al paseo y visita el seguirá un buen espacio para almorzaren el restaurante del Parador Nacional, ubicado en las estancias que antes sirvieran para el uso del cuerpo de guardia del castillo. Buen momento, relajado y apacible, para digerir también el cúmulo de impresiones recibidas a lo largo de la dilatada mañana. ¿Qué mejor final para despedir hasta una nueva esperada ocasión el lugar de Alarcón que abraza, a su paso, el río Júcar?
González Alonso
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