ESTAMBUL paso tras paso (I)

ESTAMBUL PASO TRAS PASO (I)
12 de mayo de 2023

hotelEl avión se dirige, cruzando Europa, a su destino en su extremo oriental. Allí nos espera Estambul, la ciudad de las siete colinas, como Roma, y de los tres nombres. Primero Constantinopla, luego Bizancio, más tarde Estambul.

Desde el aeropuerto la autopista se abre paso a través de paisajes boscosos y una orografía escarpada cubierta de verde. El taxi cruza un largo puente y luego se pierde por calles cada vez más estrechas y empinadas hasta dar con la puerta del hotel Nile, al lado de la plaza Beyazid en el centro neurálgico de la ciudad, o uno de sus centros, en esta urbe inmensa de más de quince millones de almas que se desparrama con toda su historia a caballo entre occidente y oriente y sus tres costas extendidas por el mar de Mármara, el Bósforo y el llamado Cuero de Oro.

mezquitaUna vez instalados en el céntrico hotel, conservado con gusto y mantenido a duras penas, hacemos la primera salida. Ya es de noche. Al iniciar la subida de la cuesta que nos conducirá en pocos minutos a la plaza Beyazid, una pequeña mezquita se nos aparece iluminada con sus dos minaretes y una elegante cúpula mientras los altavoces extienden la llamada a la oración del almoadín. Enseguida se oyen las mismas llamadas repetidas desde las mezquitas más próximas. Y ésta será una constante de Estambul, reiterada sin cesar, cúpulas y minaretes multiplicándose en mezquitas y las llamadas a la oración que se repiten cinco veces al día.

La noche es agradable, incluso fresca. En la plaza Beyazid encontramos una de las puertas de acceso al Gran Bazar, que ya está cerrado. Las calles aledañas forman parte de esacalle noche maraña de tiendas, bares, restaurantes y comercios que es todo Estambul y que ofrecen al visitante el espectáculo desconcertante de su batiburrillo colorista. A estas horas ya están recogiendo sus artículos porque es la hora del cierre y por las calles se amontonan plásticos y cartones. La sensación de un caos organizado se apodera del forastero que, perplejo, contempla ese ir y venir frenético de carretillas y comerciantes recogiendo sus enseres mientras hablan alto y se dan avisos.

Se hace tarde y se hace necesario buscar un local donde tomar algo para cenar. Sin salir de la plaza subiremos a la primera planta de un restaurante. Algunos parroquianos junto con algunos turistas ocupan cuatro mesas del local. Nos sumamos a la clientela para pedir una rica sopa de garbanzos y un kebab de ternera con su característico sabor fuerte, acompañado con arroz, patatas y tomate.

Y a dormir, que mañana será otro día en Estambul.

González Alonso

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