El Latín, un idioma de Europa para los europeos

El latín, un idioma de Europa para los europeos

Leí en cierta ocasión una entrevista a un profesor universitario español que había estado en Roma durante una semana para participar en la celebración de un congreso. En el transcurso de su estancia coincidió en un museo con un profesor alemán, creo que de Física, y trataron de continuar con su conversación después del primer encuentro y las primeras frases de cortesía. El español hablaba francés y el alemán conocía el inglés; ninguno de los dos era lo suficientemente hábil en los idiomas que el otro dominaba y la conversación no avanzaba. Y en uno de esos intentos por comunicarse, vinieron a caer en la cuenta de que ambos sabían latín. A partir de ese momento pudieron compartir sus impresiones sobre el arte y nació entre ellos una amistad que espero mantengan hoy día.

La anécdota me hizo recapacitar. Quizás no sea tan descabellada la idea de recobrar el Latín, idioma fácilmente recuperable para el uso cotidiano porque se conserva toda la Gramática y una obra escrita muy grande y de gran relevancia histórica y cultural; nuestro vocabulario y estructuras sintácticas son -en el caso del español- las más latinizadas de las lenguas románicas y la Iglesia lo ha preservado hasta hace bien poco en un estimable estado de salud. Su recuperación no tendría nada que ver con experiencias como la del Esperanto, intento loable, pero que tiene una vocación de proyección universal de la lengua y nace de una experiencia de laboratorio. El latín ha sido lengua hablada y sigue viva en los textos, incluso existen emisoras de radio (una de ellas en Dinamarca) y televisión, que emiten en latín. Calificarlo de muerto, en el sentido de irrecuperable, no es correcto. Es más, sólo por hablar de idiomas recuperados pondré dos ejemplos: el hebreo o sánscrito, elaborado a partir de poco más de dos mil palabras en los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial y la creación del estado de Israel, y el vasco o euskera, con el proceso llevado adelante tras la elaboración del euskera batua (vasco unificado) y la implantación en toda la red escolar y en la Administración del Gobierno Autónomo.

No es cuestión de determinar con todo lujo de detalles las circunstancias que hicieron posibles estos procesos de recuperación de las lenguas mencionadas, pero los europeos deberíamos aprender de ellos que la lengua común determina de forma más firme el sentimiento de pertenencia a una colectividad. ¿Qué es ser europeo? ¿No debe existir un sentimiento de pertenencia en pie de igualdad? Cualquiera de los idiomas que actualmente se hablan en Europa no puede imponerse sobre los demás sin perjuicio de vivirlo  como una colonización cultural; la mejor manera de experimentar y  vivir la pluralidad europea es sintiéndose europeos en una lengua común, además de hablar la propia de cada uno y, al menos, otra más del marco de la Unión.

Somos una colectividad avocada al plurilingüismo, pero el latín podría funcionar como elemento aglutinante haciéndolo funcionar en todas las Administraciones Europeas, introduciéndolo en la Enseñanza y favoreciendo su uso en las relaciones europeas.

¿Por qué el Latín? Además de las razones expuestas, si miramos el mapa de Europa nos percataremos de que la romanización alcanzó al noventa por ciento de nuestro territorio. Los alemanes y los ingleses no han sido ajenos a este proceso. Rumanía- en rumano, Romania- hace nacer su nombre de “romanus” (en español, romano) y designa a los territorios en los cuales se habla alguna lengua románica, derivada del latín. El nombre de Austria proviene de la mala latinización de la palabra australis (austral). Los países eslavos son los más alejados de esta realidad, pero se da la circunstancia de que países como Eslovaquia, Chequia o Bulgaria, con lenguas minoritarias, ya son, en la práctica, plurilingües que hablan alemán, inglés o francés, además de su idioma; y últimamente está creciendo el interés por el estudio del español. Me consta que es así por conversaciones con personas de estas nacionalidades que se dedican a la traducción o que buscan la posibilidad de encontrar trabajo en otros países de la Unión. Sería, por tanto, para esta población, una alternativa que no les complicaría más su situación; antes bien, podrían vivirlo como una facilidad y de forma más positiva al no tener que adscribirse, necesariamente, al dominio lingüístico del inglés, el alemán o el francés, para tener que ser europeos, pues el Latín sería lengua común, patrimonio de todos y nadie se lo podría apropiar y usar como bandera propia o exclusiva.

Me parece admirable el trabajo de los traductores y -como me dijo en broma uno de ellos- no es que quiera que se queden sin trabajo, simplemente seguirán cumpliendo sus funciones en otros ámbitos y en el propio de la Administración durante muchos años, incluso con el Latín de por medio. Hacen falta voluntad política y recursos para construir Europa. Los cambios de esta naturaleza se hacen en varias generaciones, no en el plazo de diez o veinte años. Pero se hacen.

González Alonso

8 comentarios en “El Latín, un idioma de Europa para los europeos

  1. Estimado Julio, tu propuesta es muy interesante. Sería maravilloso recuperar el antiguo latín hablado, que vuelva a ser lengua franca europea, ¿porque, qué es Europa sino la herencia de lo que fue un gran territorio romano? Aunque mientras tanto seguiremos hablando lo que nos dejó el latín, o «malhablándolo», como dicen los linguistas, en castellano, francés, italiano, portugués, galego, catalán, sardo, rumano… Estas lenguas nuestras, llamadas latín «vulgar» en sus inicios y que provienen del latín coloquial… Qué maquinaria linguística perfecta es el latín y qué gran idea volver al latín clásico. Muchos saludos, amigo.

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