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Corre, caballo de lascivia, que no te sobrepase el tiempo, que se muera el
tiempo
hecho papel y tinta sobre los calendarios.
Anuda
las manecillas del reloj de la piel entre tus manos,
desboca
tu freno
y hunde el húmedo belfo en la bruma de la mañana;
que amanezcan en tu pecho crisantemos y anémonas, que se inunden tus ojos
con amaneceres de cuerpos desnudos sedientos de tu tacto.
Y lleva los besos en tu boca como la miel en los panales, dispuesta
a ser robada; presta a ser ofrecida,
dejando que otras bocas
besen
la palabra de tu lengua,
beban en la saliva de tu vida,
buceen las aguas de tus ríos.
Corre, amoroso toro de la canícula del verano, entre el polvo de la tarde de la era;
hunde la testuz en los senos de la noche
y que tu semen ilumine de constelaciones los confines del cielo. Antes
de que el tiempo
se haga pausa
en el pulso de tus sueños, surco en la geografía de tu cuerpo,
distancia
en lo profundo de la mirada de tus ojos,
muerte. Antes de que la felicidad quede a tus espaldas
y la memoria se clave cada día en las paredes.
González Alonso
El poema está publicado en la Antología de Poemas Alaire (Editorial Alaire, enero, 2009. Antología colectiva). Forma parte también del libro de poesía «Lucernarios» (Ediciones Vitruvio.-Colección Baños del Carmen, Madrid, 2016). Anteriormente fue seleccionado para su publicación en la antología virtual Un Mundo y Aparte (2008), el cual mereció las siguientes palabras del prologuista y poeta Jerónimo Muñoz:
Si abandonamos el punto de vista de la métrica y ponemos nuestra atención en los temas elegidos, nos encontramos con que, como podía esperarse, el amor y el desamor, en algunas de las múltiples facetas que presentan y desde algunas de las variadas ópticas desde las que pueden ser divisados, copa prioritariamente la atención de los poetas. Así, nos encontramos con poemas tales como “Corre, caballo de lascivia”, de Julio González Alonso, en el que la lascivia, pez rémora del amor, se trenza con la desbocada huida del tiempo: Magnífico corcel, este del tiempo, para transportar a tan erótico jinete. Clama el poeta, en su desasosiego ante la consunción, clama, en magníficas imágenes, por no dejar pasar sin provecho ese tiempo devorador de vida, e incluso menciona, en su variopinta muestra de metáforas, a ese río heraclitiano que, sin dejar de ser, no es. Poesía luminosa, plena de hallazgos y llovida por aquella angustia existencial machadiana.
Amigo Julián:
Gracias por tus palabras de elogio, tanto para este carpe diem como para la elaboración de la bitácora, cosas ambas que -como sabes- animan y estimulan. También para mí siempre es grato encontrar la palabra amiga premiando el esfuerzo. Con un abrazo.
Salud.
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Es un placer releer estos magníficos versos, amigo Julio, ese devenir del tiempo a lomos de un córcel que de una manera erótica y trascendente nos conduce a un magnífico final que pretende apurar lo que de mágico pudiera acontecer. Mi admiración, compañero, y mi felicitación también por la cuidada factura de estos lucernarios. Siempre es grato encontrarse con tus versos.
Un fuerte abrazo.
Julián
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Siempre gracias, Perfecto, por la visita de tus palabras. El comentario de Jerónimo Muñoz sobre este poema que otro poeta, Javier Aguirre, definió como «carpe diem telúrico», es -además de lúcido- muy amable y generoso. Las imágenes del caballo y el toro las he escogido por su significación totémica y la fuerza que representan. La alusión a la potencia del toro en su riqueza procreadora tiene algo que ver con los ritos mitraicos y el sacrificio de este animal con las bondades que cada parte de su cuerpo regalaba a los humanos. Gracias otra vez, amigo.
Salud.
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Suscribo totalmente las palabras de Jeronimo Muñoz en relación con este magnifico poema, donde el tiempo, esa dimensión de la existencia humana, se convierte en un corcel que cabalga por delante del mismo. Magnifico poema, Julio. Enhorabuena.
Un abrazo.
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