09
Abr
10

Sólo queda mirar.

 

Soldados hacia el frente.

El crimen.Desesperación.

No se entiende este tiempo; los ojos desorbitados             El asesino.
y la muerte trazando fronteras en tiros
de desconcertados
sentimientos; la piel reseca
y la sed y el hambre columpiándose en el miedo
de la mirada de los niños. Qué tierra
es ésta, qué paraiso de ambiciones                                           La derrota.
nos asola.                                                                                              

¡Ay, Señor!
Si a mis labios impíos asciende una oración
desesperada, a mi boca llegan palabras                                  
confundidas; si en mi corazón alienta                                       La muerte viene del cielo.
la última esperanza de rezar                                                          
es que todo se ha perdido,
la amargura ha sembrado en campos ayer fecundos
y la sal de las lágrimas es la última riqueza
en páramos de futuro.

No encuentro en este tiempo las palabras; aquellas que anidaban
la fronda                                                                                                        Kati Horna: guerra civil española.
de los años de juventud
ya volaron en confusión de días y horizontes;
no cabe en un pecho descreído más fe
de solidarios abrazos;

sólo queda mirar
hasta cegarse los ojos,

volver la vista –si puedes todavía- a la vida; sonreir           Miliciano muerto en el frente, Guerra civil española.
a tus hijos
todavía inocentes de estos crímenes,
contemplar el cielo que nos cubre a todos por igual. Es lo último
que puedo decir

antes que la memoria se extravíe en sombras de locura, Hacia el exilio.
estallen los ecos de la muerte su metralla
en tus oídos

antes que tu lengua ahogue tu garganta
y tu cuerpo sea inerte
y pesada,                                                                                              Camino del exilio.
amarga,
estatua de sal.

Julio G. Alonso                                                                                  

                                                                                                                                                                                                                                     El poeta Miguel Hernández.

De las muertes, las que traen la violencia y la guerra son las menos comprensibles, las más crueles, son las que dejan muertos en los campos de batalla, en las cunetas de las carreteras, debajo de las bombas, en la punta de pistola del asesino; y las que dejan muertos en vida y cadáveres sobre la memoria de las generaciones. Nunca es suficiente gritar contra la guerra.

Poema publicado en el número 4  de la revista multitemática  Alkaid (segundo trimestre de 2009.-Valladolid) que dirige Pilar Iglesias de la Torre.


8 Respuestas to “Sólo queda mirar.”


  1. abril 27, 2010 a las 01:42

    Estremecedoras palabras para leer despacio, Julio. La barbarie, la violencia, la guerra, el fracaso cotidiano para resolver lo que deberíamos hacer por la vía diplomática…Todo nos afecta, todo nos compromete y a veces…ni siquiera nos damos cuenta de que también somos responsables de la violencia en el mundo porque empieza por nuestra casa, nuestra familia, nuestros grupos de relaciones.

    Un poema reflexivo y de denuncia que interesa leer y volver a leer, para quizás encontrar la solución a la ecuación.

    Un abrazo desde la poesía
    Ana

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    • abril 27, 2010 a las 22:42

      Estremece, amiga Ana, el silencio; estremecen las noticias que, cuanto más terribles, más nos empujan a aferrarnos a nuestro mundo temiendo perder los privilegios. Pienso que se trata de una estrategia para que, realmente, no se haga nada efectivo para resolver el problema del hambre, de la guerra, de las desigualdades, porque el hambre, la guerra, las desigualdades son un negocio. Escuché decir a un sacedorte que en Colombia da de comer a unos cincuenta niños diariamente, niños que tienen que caminar más de dos horas para ir a tomar la única comida del día y otras dos horas para volver a su casa, que en el mundo no hay carencia de alimentos para terminar con el hambre, sino que lo que hay es abundancia de egoistas. Pienso que se quedó corto en el calificativo.
      Gracias, Ana, por tu paso, con la sensibilidad propia de ti, por estos versos que son sólo un gesto personal, sin mayor trascendencia, pero que me salió el ponerlo sobre papel.
      Salud.

      Me gusta

  2. abril 13, 2010 a las 21:59

    Julio:

    apenas llego. Hay mucho que leer por este rumbo. Apúntame como cliente frecuente.

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    • abril 13, 2010 a las 22:34

      Gracias, Álvaro. Acogiéndome a tu benevolencia he enlazado tu bitácora a ésta de Lucernarios. Las personas que se interesen por estas páginas tendrán una mejor ocasión de conocer esta obra tuya tan extensa como meritoria. Con un abrazo.
      Salud.

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  3. abril 9, 2010 a las 20:44

    querido Julio!!

    cuando he releído este poema me ha continuado produciendo la misma sensación que me originó la primera vez…como dices, dejas sobre la mesa no sólo los desaguisados, sino también nuestras actitudes ante ellos…..por eso es una puerta a la esperanza, un ruego, hacia un horizonte nuevo

    fantástico tu forma de finalizarle:

    «antes que la memoria se extravíe en sombras de locura,
    estallen los ecos de la muerte su metralla
    en tus oídos

    antes que tu lengua ahogue tu garganta
    y tu cuerpo sea inerte
    y pesada,
    amarga,
    estatua de sal.»

    un fuerte abrazo…Pilar

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    • abril 9, 2010 a las 23:04

      Amiga Pilar:

      ¡Qué lujo y qué placer contar con tu presencia en estos lucernarios! Aprovecho la ocasión para agradecerte la publicación, en su momento, de este poema en tu prestigiosa revista Alkaid. Gracias por tu confianza y por las palabras que aquí me dejas. Con un abrazo.

      Salud.

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  4. abril 9, 2010 a las 18:07

    Hay poemas tristes, como éste. No hay que confundir, no obstante, desesperanza con desesperación, pues como bien dices nos alcanza la desesperanza, pero no lo damos todo por perdido y desde la rabia y la tristeza también cumple forjar otro presente más amable. Ponerle nombre a las injusticias, los errores y la violencia, el miedo y el odio, es aprender a saber que existen el amor, la solidaridad, la ternura, los aciertos y la paz de los vivos.
    Gracias, Perfecto, por tus siempre oportunas palabras al lado de cada poema. Con un abrazo.
    Salud.

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  5. 8 Perfecto Herrera Ramos
    abril 9, 2010 a las 14:58

    Qué gran poema, Julio! El sentimiento y la pasión van conduciendo las palabras, y claman. Hoy claman. A veces, la desesperanza alcanza a los mejores, y solo se puede clamar.
    Un poema sublime, maravilloso,..ESTREMECE.

    Salud.

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