ANTONIO PEREIRA
“TODOS LOS POEMAS”
Prólogo de Juan Carlos Mestre
Editorial Siruela.- Madrid, 2022
Vio la luz del mundo por vez primera un 13 de junio de 1923 en su villa natal de Villafranca del Bierzo y se la apropió para su prolija escritura en prosa y poesía hasta aquel primaveral 25 de abril de 2009 en la ciudad de León, donde cerró sus ojos por última vez. Durante este espacio de tiempo, Pereira nos acompañó con su voz poética peculiar que sigue sonando como tañer de campana de ermita, solitaria y cercana, limpia y sincera, llamando a las raíces de su tierra y la naturaleza humana en su paisaje natural y propio heredado de los ancestros, pero abierto a un futuro de cambios imparables.
El libro que recoge todos sus poemas viene prologado por otro más joven poeta, paisano suyo y que lo conoció muy bien, Juan Carlos Mestre. En su presentación, Mestre quiere arrancar desde una definición de la poesía que explique de alguna manera la de Antonio Pereira; entiende por poesía “la conciencia de algo de lo que no podríamos tener conocimiento de ninguna otra manera” y, ocupándose Pereira de las pequeñas cosas cotidianas de la existencia y la condición humana haciéndolas trascendentes, nos las
muestra en su “aldea de palabras”, nos las hace sentir y conocer con el encantamiento de su voz. Imposible alcanzar la esencia de su belleza de ninguna otra manera. Porque si alguna cosa es consustancial a la poesía de Antonio Pereira y la distingue, será la magia que emana de sus poemas y relatos que cristalizará en la expresión de los recuerdos hasta hundir sus raíces en los mitos, fábulas y leyendas de su tierra fronteriza por donde transitan desde antiguo razas como la judía en su posible paso errante o los idiomas que acrisola el sentir de sus gentes: “No más de un día al año es el festejo / común de dos ciudades fronterizas. / Se hermanan los colores, las monedas… / / Los niños de aquel lado y de este lado / saben el mismo idioma de la risa // La musical presencia de las patrias / reparte en pasacalles la alegría. / (La fiesta, pg. 51)
La exigencia lingüística manifestada en “el ensamblaje silábico y la afortunada prosodia” que subraya Juan Carlos Mestre, corre pareja con la preocupación por cuanto sucede en el mundo y “las exigencia éticas y civiles de su tiempo”, de manera que su lenguaje permanecerá sujeto al ser humano y su condición, empezando por el más próximo, para dar testimonio fehaciente con la vocación de combatir el olvido.
Y no, no olvida su origen ni a quienes forman parte con él del paisaje natural y humano que conforma su manera de sentir. Ya desde el magistral soneto que inaugura las páginas de este libro queda dicho alto y claro: “Soy de una tierra fría, pero hermosa. / / Yo, con vosotros. Dando cada día / testimonio de cómo entre los hielos/ abre el amor sus minas imborrables.” En alusión a la historia minera de la antracita del Bierzo; una historia acabada –pero no olvidada- con el cierre de las explotaciones del carbón de todas las cuencas leonesas.
No dejará en el olvido tampoco a quienes junto a él forjaron en el tiempo sueños y miedos, ilusiones solidarias y reivindicaciones de libertad en la lucha clandestina de los años difíciles de la postguerra y la dictadura. “Hay hombres familiares de la noche/ hechos a respirar la madrugada.// Éramos el retén de la ciudad/ dormida. Nos acompañaban/ pocos oficios. Las medianerías/ de la amistad se hacían más delgadas// A tiempo de esquivar la luz primera/ marchábamos en sombras alargadas. / Éramos muy hermanos en la noche, / más lejos del adiós y las palabras. / Cuando volví a apuntarme a la costumbre/ de las horas del sol sobre las plazas/ anduve como un ciego entre las flores/ y a pan sin sal me supo la jornada.
Es inmenso el valor de la poesía de Antonio Pereira e inmensa también la deuda que la poesía tiene contraída con este autor berciano y universal. Los leoneses, los primeros, serán quienes tengan que recuperar el mágico grito de sus versos con Juan Carlos Mestre a la cabeza, como ha hecho con este libro de poesía reunida. Y luego, ese infinito Parnaso español, apagando sus ruidos para dejar entrar con su silenciosa luz el mensaje cálido, cercano y comprometido, de la poesía de Antonio Pereira, muerto en la ciudad de León aquel tristísimo 25 de abril de 2009 y que fue alegría revolucionaria en el país vecino de Portugal un año de 1974.
González Alonso