Ni flores, ni funeral, ni cenizas, ni tantán
María Goiricelaya
Teatro Barakaldo, 2 de octubre de 2025
Compañía y producción: La Dramática Errante
Autora y dirección: María Goiricelaya
Intérpretes: Ane Pikaza, Aitor Borobia, Loli Astoreka, Patxo Telleria, Egoitz Sánchez, Idoia Merodio
Después de “Nevenka”, es ésta la segunda obra que he podido ver de la dramaturga María Goiricelaya. Ver y disfrutar, quiero adelantar. Porque –lo digo ya- “Ni flores, ni funeral…” es una excelente pieza teatral que afronta el tema de la vida y la muerte con inteligencia, rigor, sensibilidad y mucha ternura. Amar la vida es también aceptar su final y, en consecuencia, llegar a ese final con dignidad e incluso con orgullo. Los miedos, las inseguridades, la ansiedad por por tener algo más de tiempo, el apego a los seres queridos y las costumbres, forman parte del viaje en su última estación. No hay por qué negarlo a la hora de afrontarlo. Pero lo que María Goiricelaya nos propone es que la despedida de la vida sea acompañada, cuidada y atendida, como lo fue en cada etapa del viaje realizado desde el día del nacimiento. Familia, amigos, médicos, maestros, trabajo, viajes, proyectos, éxitos y fracasos. En todas las circunstancias la persona se rodeada de otras personas en las que apoyarse, a las que apoyar, de las que aprender y a las que enseñar. ¿Por qué va a ser diferente la vida a la hora de morir?
La muerte digna, la buena muerte, es de lo que trata y se representa en esta notable obra de teatro; de cómo hacerlo y la elección de hacerlo. Sin dolor. Sin otro sufrimiento que el de la despedida final que, como toda despedida, nos duele.
La metáfora del viaje a través del cual nos cruzaremos con innumerables personas o nos encontramos con muchas de ellas que nos acompañarán un trecho o todo el viaje y que durante ese viaje algunas se alejarán o lo abandonarán, se refleja en el histórico Camino de Santiago y se recrea con numerosos símbolos que expresan la experiencia vital y existencial del viajero. Así, en el transcurso del viaje, surgirán los tropiezos, se encontrará la alegría, se enfrentarán el amor y los afectos y, de manera inexcusable, el final. Todos, dure lo que dure el viaje, llegaremos a Santiago pisando el camino, enriqueciéndonos con las experiencias y realizando nuestros sueños en mayor o menor medida, porque Santiago está en cualquier parte.
El trabajo escénico es magnífico, y el uso de recursos como las proyecciones en las que la misma acción desarrollada en escena se replica en la pantalla ambientada en paisajes naturales, me pareció todo un acierto.
De la interpretación sólo cabe decir que resultó ser excepcional en cada escena y cada situación planteada, convincente, ajustada y desbordante de ternura en el difícil trabajo de interpretar simultáneamente en diferentes planos temporales escenas de gran contraste emocional, dando carácter a los personajes cuidando todos los matices.
Una obra teatral oportuna, actual y necesaria, de profundo carácter humano y social, respetuosa y esclarecida, sin hacer concesiones demagógicas y profundamente comprometida con la vida y todo lo que vale la pena de ella, cómo comenzarla, cómo experimentarla y cómo saber terminarla. Y de eso fue también el coloquio que siguió a la representación, como estupendo epílogo, con la participación de una joven médico de cuidados paliativos de un hospital público y la también joven protagonista de la obra, Ane Pikaza que, junto con María Goiricelaya, forman la compañía La Dramática Errante. Vayan desde aquí las felicitaciones y aplauso para ellas y cuantos, desde otros trabajos, hacen posible el milagro del teatro al servicio de la vida.
González Alonso