Mira por las cuencas
vacías del tiempo,
habla por la obscura
cavidad del silencio,
respira el aire helado por entre las costillas
latiendo en el espacio de un corazón de besos.
Araña las caricias con manos descarnadas
mientras el sexo llora su excitación y miedo,
mientras huye el rubor libre de las mejillas
y la oquedad del cráneo resuena de recuerdos.
Degusta el seco trago del vino de la vida
cuando es duro el abrazo; y sueña las ternuras
derramadas en aire por entre las entrañas.
Escucha por los huesos
el temblor de la tierra,
sementera de antaño,
ya sólo húmedo tacto
la orgánica materia,
sólo sueño del polvo que de la humana arcilla
en el grito del viento
asciende a las estrellas.
González Alonso
El tema de la muerte y la vida que alentó en los restos humanos puede provocar cierta reticencia, pero es tan real y cotidiano que merece alguna atención por nuestra parte. Así se ha construído este poema, con un cambio de ritmo tras los hexasílabos iniciales para transcurrir más plácidamente por los alejandrinos que les siguen y concluir con la presentación de los alejandrinos en los versos de cierre partidos en dos hemistiquios. Algo así como el crujido de un hueso quebradizo, en cuyo hueco se albergó el aliento de la vida, de los deseos, de los sueños.
Hola, Julio:
Esas cuencas iniciales me han retrotraído a Hernández, «donde unas cuencas vacías amanezcan…» y lo demás un bello camino de metáforas que me han gustado por lo finamente que desarrollan algo tan…como un esqueleto que no es más que sinónimo de la muerte (¡ains! qué temita..). Rubrican con ritmo los alejandrinos partidos en dos hemistiquios y no es ruido de hueso quebradizo, es algo más cantarín (sin excesos jeje). Me gusta.
daniela
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Querida Daniela:
Me ha sorprendido, muy agradablemente para el día de mi cumpleaños, este comentario tuyo en una entrada como ésta, ya casi perdida en el fondo de armario del cuaderno. La muerte y su presencia, para recordarnos que seguimos vivos es el tema, como bien dices, de este poema. Te confesaré el secreto de su razón de ser. Un día, estando en mi clase y habiendo salido los niños, me quedé a solas con el esqueleto que usábamos para estudiar los huesos, al que no sabíamos si llamar Casimiro o Casimira, pues no teníamos claro el sexo por más que nos fijábamos en sus caderas. Y, en fin, se me ocurrió verlo vestido de su carne y sus músculos, con sus ojos llenos de miradas, y sus deseos y todo lo que, una vez, sostuvieron sus huesos. De ahí que, empezando por la cabeza, fuera escribiendo y resucitando a nuestro esqueleto reflexivo. ¡Cuántas trastadas le gastaron mis alumnos! Lo ponían en las posturas más insospechadas, le colgaban sombreros… y se rascaban con sus afilados dedos. ¡Y qué paciencia la de Casimiro o Casimira!
Con un abrazo.
Salud.
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Amiga Mónica:
Todas las gracias del mundo hasta tu rincón en Argentina. Con un abrazo.
Salud.
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¡¡Muy bueno!!
habla por la obscura
cavidad del silencio… ¡¡ Eso es una perlita!!
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