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Infortunio

Foto: PARDO DE VAL.- La vieja negrilla- Plaza de Sto Domingo en la ciudad de León

Infortunio

Ya no sientes el aire que brizaba los negrillos;

languidecen con sarmentosas ramas

en medio de la primavera. Secas, también, sus raíces,

son atalaya de la muerte, frágil clamor de sombras

que la claridad del día desparrama por el suelo.

¡Cómo se resisten a los ojos

estos paisajes de olmos ennegrecidos,

de aullar de perros y lampares temblando su luz

en las tinieblas! Pero si el infortunio entró en la casa

de tu patria, casa de judas y casa

de los justos,

sólo las lágrimas alimentan ya tu aliento.

Díme si acaso no es triste este destino,

si no debería alzar la indignación en apretado puño

o si cabe la ira antes que las palabras,

aún después de entregadas

al imaginario del olvido

y la amarga tarea

de entonar epicedios.

Julio González Alonso


12 Respuestas to “Infortunio”


  1. 1 Pepa Agüera Sánchez
    abril 21, 2013 a las 00:17

    Julio:

    Ayer mismo estuve leyendo a Omar Khayyam y este poema me ha traído, no se por qué , a la memoria, uno de los Rubaiyat:

    7

    » El tiempo, inexorable, va fluyendo ¿Que ha sido
    de Bagdad y de Balk? Un leve roce puede
    matar la rosa. Bebe, y al mirar las estrellas
    medita en las culturas que se tragó el desierto.»

    Valga como comentario a tu excelente poema. Con toda mi admiración.

    Un cariñoso abrazo

    Pepa

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  2. 3 Ramón Ataz
    marzo 24, 2013 a las 13:25

    Sólo puedo decir que admiro esa capacidad, que proviene de tu conocimiento suficiente de la naturaleza, para escribir poesía con mayúsculas. Estoy releyendo a Horacio, el gran lírico latino, y no es la primera vez que observo ecos horacianos en tu poesía, o quizá debería decir en tu poética. Como lector te digo que disfruto de cada verso de este poema y como escribidor de poemas, te digo que aprendo de tí.

    Un abrazo.

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    • marzo 28, 2013 a las 13:19

      Amigo Ramón; me has despertado la curiosidad por la lectura de Horacio, de quien en tiempos tan remotos como el Bachillerato creo haber intentado traducir algunos textos del Latín de aquella manera elemental. Bueno, lo dicho, que iré al poeta latino a disfrutar de sus escritos. Gracias por las estupendas palabras dejadas a modo de comentario que, viniendo de un autor tan riguroso y exquisitamente exigente como tú, me parecen un regalo y un premio. Con un abrazo.
      Salud.

      Me gusta

  3. 5 Rubén Lapuente
    marzo 22, 2013 a las 11:12

    Nunca sabré cuándo muere un árbol y menos un olmo. ¿Quién puede oír socavar un universo de anillos? Aquí en el Rasillo tenemos uno con cuatro siglos que estaba abierto en canal. Que era ya canasta de jóvenes probando su tino, covacha de orines de alguna madrugada. Le pusieron una cincha de hierro en bandolera con arneses que contuvieran su tambaleo, su vergüenza. Le injertaron un vástago, un hijo suyo que ahora ya se encarama al padre moribundo, a la cumbre de su última rama vencida. Pronto soltarán sus amarras que ya la primavera está haciendo su milagro. En tu poema no has dejado ni una rendija a la esperanza: bello y duro, a la vez.
    Un Abrazo
    Rubén Lapuente

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    • marzo 22, 2013 a las 16:33

      Entrañable y cálida la experiencia que nos dejas, Rubén. Pienso, como tú, que la primavera y la vida que empujan como las olas del mar (que cantaba Carlos Cano) certificarán el milagro de ese renacimiento. En mi poema, es verdad, no hay ninguna concesión a la esperanza. Los pueblos, las culturas, las almas, mueren como los negrillos atacados de grafiosis. Ni siquiera queda un poco de energía para levantar el puño y gritar, y aunque la duda planea levemente por encima de ese asomo de esperanza, finalmente se impone la tarea de entonar los cantos de muerte.

      He intentado cambiar tu nombre RRRRR por Rubén Lapuente en el mensaje que, finalmente, conseguiste publicar. Aunque aparece así en los archivos de la Administración del cuaderno, no veo que se refleje en la página. No sé a qué puede deberse. Disculpa las molestias, pero el funcionamiento de WordPress no es todo lo estable y bueno que cabe esperar.

      Con un abrazo.
      Salud.

      Nota.- Acabo de observar que el cambio ya se refleja en la página, Rubén.

      Me gusta

  4. marzo 20, 2013 a las 19:33

    Excelente poema; me ha encantado.
    Felicitaciones por tu blog y por tu encantadora manera de escribir y describir las sensaciones.
    Saludos

    Me gusta

  5. 9 daniela
    marzo 18, 2013 a las 14:25

    Hola, Julio:

    Me traes aires de Emilio Prados, (y perdóname, no es compararte) es dejar salir lo que fluye al leerte…
    Me has «presentado» a los epicedios que no conocía, y me parece una palabra hermosa bien sonante y rubrica tu poema como un adorno poético y sutil. Me gusta la carga triste y escondida que trasfunden los versos, no sé… me dejan pensativa y acurrucada. Gracias.

    daniela

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    • marzo 18, 2013 a las 22:04

      Hola, Daniela:

      No he leído casi nada de Emilio Prados; algunos poemas que no recuerdo muy bien al socaire de Federico García Lorca, el genio por antonomasia de la Generación del 27, con permiso del gran Juan Ramón Jiménez. La relación -aunque sea inconsciente- de este poema con el espíritu de la poesía de esa generación, es un halago que tomo con gratitud, aún consciente de todas las distancias que median entre la obra de aquellos autores y los versitos de mi poema.

      Los epicedios, aquellos cantos fúnebres con alabanzas para el difunto, es el trasunto último del poema, triste o melancólico o impregnado de desilusión y desencanto, porque será lo único que quepa hacer cuando la vida personal -al igual que la cultura y las costumbres- naufrague y desaparezca para siempre. Arranca la motivación del poema en la realidad leonesa que representan los negrillos afectados de grafiosis. La estatua de la vieja negrilla creo que representa muy bien esta idea. Un canto, en fin, pesimista. No me extraña tu acurrucamiento. El mío es el del alma. Gracias, gracias.
      Salud.

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  6. marzo 17, 2013 a las 21:44

    Querido amigo:
    ¡Un lamento elegíaco! ¡Un pesar que por doler duele hasta el silencio de la sombra, de la desesperanza!
    Y sin embargo, un exquisito poema que nos mueve a meditar sobre la pérdida de lo que amamos.
    En cuanto al encabalgamiento, confieso que tengo una predilección especial hacia tu límpido trabajo.
    Como siempre, me has llenado de ideas y reflexiones.
    Un abrazo y toda mi admiración:
    Arturo

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    • marzo 18, 2013 a las 22:07

      Amigo Arturo:

      Qué bueno encontrarte en estas páginas. Tu voz pone un tono de alegría en medio de un poema transido de pérdidas y el dolor y la rabia y el desconcierto que generan. Los encabalgamientos, que me gustan, los considero una buena herramienta para imprimir un ritmo más contínuo al poema. Celebro que te gusten.
      Con un abrazo hasta el inmenso México.
      Salud.

      Me gusta


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