Julio César.- Companhia do Chapitó

cartelJulio César
Companhia do Chapitó
Lisboa
Dirección de José C. García y Claudia Novoa
Protagonizada por Jorge Cruz, Susana Nunes, Pedro Diogo

Teatro Serantes de Santurce, 19 de noviembre de 2023

La interpretación de la obra teatral Julio César resultó ser toda una revelación. Cuando crees haber disfrutado hace pocas fechas una representación imposible de mejorar, llega la Companhia do Chapitó de Lisboa y la supera en algunos aspectos y en otros muchos la iguala. Parece increíble, pero debo reconocer que el teatro no tiene límites; nos lo demostraron en su trabajo los dos actores y la actriz llevando a cabo la reconstrucción de la historia de Julio César; eso sí, con una libertad total y una osadía inaudita en el tratamiento de los hechos históricos documentados sobre los que se arma este espectáculo teatral.

2023_11_19-JULIO-CESAREsta reconstrucción histórica a la que aludimos se nos presenta como documental y como parodia sin que deje de transitar las lindes del teatro del absurdo, adquirir tintes de astracanada, sumergirse en el esperpento y, con todo, celebrar el encanto sutil de la risa como piedra de amolar y triturar la historia oficial y sus inconsistencias. El trabajo para ello, monumental y exquisito, se sustenta en las escenas de mimo ejecutadas con precisión y enorme riqueza expresiva. El cuerpo habla en sus gestos y movimientos ocupando el lugar de la palabra y adquiriendo un incuestionable valor protagonista en la narración. Los tres cuerpos parlantes sobre la escena son ejércitos avanzando o en combate, se convierten en ciudades asediadas, batallas y discursos, cónsules, galos y romanos que llenan sin tregua el espacio escénico con un ritmo trepidante haciendo que el tiempo de dos mil años se disuelva en hora y media de manera tan natural como feliz.

¿Qué es lo que, en definitiva, nos quieren decir los intérpretes y la dirección de la pieza teatral Julio César? Pues, en primer lugar, que dos mil años de historia no son nada para mejorar la condición humana, la ambición de riqueza y de poder de gobernantes, generales y tiranos. Podemos identificar cada día que amanece, en las diferentes naciones del mundo, los Julio César de turno. Porque, por encima de héroes y villanos, en esta historia nuestra solamente hay circunstancias y personas que miran, sin escrúpulos, defender y mantener o aumentar sus intereses y privilegios; y si hay que matar, se mata. El poder, y mucho menos el poder absoluto, no acostumbra a estar en manos de personas virtuosas. De igual modo, a medida que en el teatro presenciamos cómo se desmonta el mito de Julio César, pudimos ver –sin esfuerzo- cómo se desmoronaban los de no pocos –por no decir todos- dirigentes actuales y de nuestra historia reciente mirándose en el espejo teatral del emperador y dictador romano.

Chapitó en Julio CésarDe todos es conocida la trascendencia de la figura de Julio César, del cual se ocuparon desde Plutarco a William Shakespeare,  y todos recordamos cómo fue asesinado por un grupo de senadores encabezados por Cayo Bruto, a quien Julio César consideraba hijo, aunque más bien debemos entenderlo como admiración y afecto, ya que Bruto nació cuando César tenía quince años. Fue cónsul, conquistó las Galias, derrotó a Pompeyo en la guerra civil y se nombró emperador. Roma lo amaba, pero el Senado temía su poder y sintió amenazada la República que los senadores dirigían desde sus tribunas.

La historia de los imperios, naturalmente, no acabó en Roma. Tras la larga sucesión de sueños imperiales desde entonces, nos encontramos en pleno siglo XXI en manos de los vaivenes políticos y militares de imperios como el estadounidense, el ruso o el chino en sus luchas geoestratégicas con consecuencias trágicas de guerras como la de Ucrania, Siria, las cientos inacabables en suelo africano o el genocidio palestino a manos israelitas y las víctimas israelitas a manos del terrorismo islamista.

Ya sabemos, es verdad, que la obra representada de Julio César dice lo que dice. Pero el espectador, en su diálogo con el teatro, sacará sus conclusiones según su propia experiencia y circunstancias. Y las mías, son las que son.

Con cuanto dejo dicho para bien o para mal, quiero manifestar una vez más mi agradecimiento a estas personas, artistas geniales, que nos regalan su vida para que otros vivamos la nuestra, y la alegría por que el teatro, efímero y fugaz consumiéndose a sí mismo en cada representación, siga alumbrando espectáculos ejemplares como el comentado hasta aquí. Y siguen los aplausos.

González Alonso

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