Tres tristes breves
David Caiña
Intérpretes: Sara Barroeta; Leire Orbe; Kepa Alesso; Josu Angulo Anthonisen; David Caiña
Dirección: David Caiña y Josu Angulo Anthonisen
Teatro Pabellón 6 – Bilbao
9 de diciembre de 2023
Ni tres, ni tristes, ni tan breves. Contando el episodio introductorio, un monólogo leído a cuatro voces, tendríamos cuatro breves; y si queremos considerar las intervenciones filmadas entre breve y breve como otro breve aparte con temática propia aunque con alusiones a los demás, alcanzaríamos el bonito número de cinco historias. Pero qué más da. Lo de tristes es respetable, pues en el fondo cualquier historia humana es triste, cuando no trágica; ahora bien, esta manera de abordar la tristeza desde la ironía y el humor, el sarcasmo en ocasiones y lo cómico siempre, justifica sobradamente la definición del género según su autor como comedia trampa. Y si hablamos de brevedad, digamos que se nos hicieron cortos estos breves por lo animado e interesante de los textos y –hay que decirlo también- la extraordinaria puesta en escena de sus intérpretes, tan ajustada como proporcionada y rica en matices expresivos. Porque en este tipo de comedias lo fácil es el exceso y la sobreactuación, pecados capitales que actores y actrices supieron sortear con autoridad.
Se deducirá fácilmente que estuve muy cómodo entre risa y sonrisa a lo largo de toda la representación y a la vez sintiendo sostener un diálogo conmigo mismo al enfrentar los problemas que la disección dramática nos mostraba apartando la piel del humor y la anécdota.
Puede ser acertado o no, pero tras la sorpresa inicial cuando leían a modo de ensayo lo que era la representación de un monólogo y me preparaba para lo peor, todo comenzó a encajar –incluida esta seria broma inicial- en un teatro pleno y completo que pasaba a ratos por los entremeses cervantinos o se deslizaba por los entresijos del teatro del absurdo al estilo de Samuel Beckett, rebotaba en la astracanada y venía a los brazos de la tragedia o, como poco, el drama. Porque el suicidio, el desamor, la soledad, las conductas compulsivas, el egoísmo o la familia, no son ninguna broma, sino el final harto infeliz, en mayor o menor medida, del común de los mortales, se escondan detrás de la máscara que se escondan. Y por ahí andaban los pasos y pegaba los tiros el dramaturgo David Caiña, pulsando las teclas de la incomunicación, el parloteo incesante en medio del naufragio de la conversación, el acercamiento imposible sin alcanzar nunca el alma del otro en el abrazo, la soledad dolorosa ante un horizonte infinito.
Lo repito. Acertado o no según sean los criterios teatrales y la intención de su autor, es lo que me hizo sentir la suma de estos tres, o cuatro, o cinco breves cuyo resultado final -¡paradoja matemática!- es uno. Y que no es breve, o digamos mejor que es tan largo como sea la vida.
Cuando sales del teatro con ganas de ver más teatro ya sabes que ha sido bueno; así que, ¿para qué perder más el tiempo? Ya tengo reservadas las entradas para la próxima representación.
González alonso