Amaneció un final de verano
y zarzamoras, los arroyos
en rumores de aguas cristalinas,
los chopos
con su beso verde al cielo
y sus alturas
y el valle estaba en calma;
miró atrás
el camino de tierra cómo se perdía
en la curva sombreada
y una niña apareció tras ella
ligera como el aire,
un ramo de merenderas en la mano
y grichandanas,
la rosa de la vida en las mejillas,
luz radiante en los ojos,
la sonrisa fresca de la mañana;
voló a su abrazo con el cestillo de moras
en la mano,
la pálida vida en sus mejillas,
la apagada luz de su mirada,
la sonrisa leve de la mañana;
estrechó contra su pecho la frágil frescura del recuerdo
y aspiró muy hondo
el aroma de los años y los sueños
del final del verano
en moras,
merenderas,
grichandanas
y pulpa azul de lirios
y gencianas.
González Alonso
Delicioso poema, Julio; las moras en verano son ricas y antojadizas,
recolectarlas tiene su riesgo
abrazos y buen fin de semana
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En este caso, evidentemente, el riesgo es la emoción del reencuentro con los recuerdos. Pues bien, comamos nuestras moras… ¡y salud! Siempre gracias y un abrazo.
Salud.
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Muy lírico. Parece un poema de Juan Ramón pero con tu impronta, claro. El paso del tiempo que paladea los recuerdos vividos porque fueron intensos. Vivir así cazando lo bello para que después vuelva hecho ya poema.
Un abrazo
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Pienso que merece la pena recoger buenos momentos en la vida para cuando seamos muy mayores y el tiempo se arome de las emociones que atesoramos en su momento. Con gracias, abrazos y salud.
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Qué deliciosas moras que ya están empezando a madurar… Hermoso poema para un fruto delicioso. Me ha encantado, Julio. Mi felicitación más sincera. Un abrazo.
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Las flores y los frutos de las estaciones; primavera y final de verano, el otoño anunciado, la edad. Siempre hay un lugar para reencontrarse. Gracias por tu presencia, Julie. Un abrazo. Salud.
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