Una ciudad de la España cristiana hace mil años
Claudio Sánchez Albornoz
Prólogo de Ramón Menéndez Pidal
Ediciones Rialp, S.A. – Madrid
Novena edición, 1982
Empezando el libro por las páginas del prólogo, empiezan también las sorpresas; R. Menéndez Pidal no sólo recrea el habla del leonés en jugosos diálogos, sino que apunta a las causas por las que no prosperó ante el castellano y en la forma en que los leoneses percibían el modo de hablar de los castellanos: “El castellano sonaba a los oídos leoneses como algo bastante extraño; sonaba a lengua extravagantemente modernista, que repugnaba al espíritu más tradicional de un leonés culto: en el principal centro cortesano y político de la Península el castellano era tenido por dialecto bajo o demasiado familiar.” En el terreno lingüístico queda demostrado que el uso del leonés, como lengua romance, era la usada en la corte leonesa valorada como más culta y que se tenía la impresión de que los castellanos “hablaban mal”.
Sobre el contenido del libro que nos regala Sánchez Albornoz, lo primero que me sale decir es que si algún director de cine quisiera hacer una película, ya tiene el trabajo hecho sólo con seguir sin quitar ni poner nada la pormenorizada exposición del autor. Siendo la obra de un historiador riguroso como lo fue Claudio Sánchez Albornoz; siendo una obra muy fundamentada en la cual cada detalle, nombre, frase, uso o costumbre, encuentra su referencia histórica y documental, es, sin embargo, una obra amena, entretenida y de la cual, por supuesto, se extraen muchos conocimientos y que permite casi ver cómo era la vida cotidiana de nobles y plebeyos en León cuando se constituyó en la capital del reino cristiano más poderoso del siglo X.
Toda la obra es un alarde de minuciosidad de los detalles y precisión del lenguaje describiendo y nombrando enseres, armas, utensilios, clases de comidas, trajes de guerra y vestimentas; se adjunta un pequeño plano desplegable de la ciudad de León con la ubicación de las puertas de entrada, murallas, calles, plazas, palacios y casas señoriales, además de las numerosas iglesias y monasterios. No se pasan por alto las descripciones de las diversas profesiones así como el valor o precio de las cosas.
Entre los diferentes hechos históricos se recrean los preparativos para la guerra del rey Ordoño en su campaña sobre Lisboa, que puede seguirse paso a paso en las reuniones de la curia real, las deliberaciones, acuerdos, normas y órdenes dictadas por el rey, así como la resolución judicial de algunos casos. Todo ello le sirve a Sánchez Albornoz para recrear el pulso y la vida de la corte leonesa y de la ciudad, explicando las características de los diferentes estamentos, derechos, deberes, normas de regulación de las actividades y las diferentes clases de impuestos.
A través de esta lectura se tiene una idea bastante clara de la organización del Reino de León, al que pertenecían o debían obediencia territorios tan amplios y diversos como Galicia, Asturias, Castilla, las tierras vascongadas, luego Toledo para extenderse en los años de su máxima expansión a Portugal, Extremadura y Andalucía. Un vasto territorio difícil de controlar y gobernar, según las dificultades que se mencionan y las soluciones dadas con el paso de los años.
De interés me pareció a mí la atención prestada en su mención a los judíos y el papel desempeñado en el desenvolvimiento económico del reino. Se recrean algunas escenas de las muchas que debieron producirse en aquellos tiempos, como el conflicto reseñado entre un judío leonés y un habitante de la ciudad con motivo de discutirse la propiedad de una bestia en los límites del mercado (p. 54).
Con la ocasión del relato de un yantar (p. 139) Sánchez Albornoz nos hace una relación pormenorizada de los utensilios de mesa y cocina, mobiliario, vestidos para la ocasión, clases de platos y sus ingredientes, así como los temas de conversación en la mesa, a saber: la política y las relaciones con los reinos musulmanes; la venta de inmuebles y propiedades con sus precios; las noticias de los escándalos sexuales de algún abad; la enumeración de iglesias y conventos que hacen de León un gran y único cenobio; la configuración de los monasterios y sus dependencias, con especial atención a la biblioteca y escritorio o scriptorium, así como el tema de la política de préstamos de libros entre monasterios. Se tratará también de la sensualidad y vicios de la época; de las discordias y poco entendimiento entre los reyes cristianos que piden auxilio a los islamitas para luchar unos contra otros o la desconfianza de los nobles ante el cada vez mayor poder e influencia de la Iglesia.
Nos encontramos, creo, no solamente ante un importante libro, sino frente a dos libros en uno, el que sigue el texto redactado por Sánchez Albornoz y el que sigue las notas a pie de página del propio autor, a veces tan extensas que vienen a ocupar casi enteramente la página a excepción de tres o cuatro renglones. Pero es que, aunque se trate de una hermosa y variada recreación de la vida en la ciudad de León hace mil años, Sánchez Albornoz le confiere un carácter científico de carácter histórico que le lleva justificar cada detalle aportando las fuentes en las que el historiador consultó de manera exhaustiva y de las que nos da puntualmente noticia. Y esto hace que, lo que podía ser una historia fantástica, sin dejar de serlo por lo asombroso que nos descubre haciendo paleontología histórica, resulte ser una obra consistente y rigurosa, una aportación muy seria para la comprensión de un periodo tan remoto y, a la vez, tan decisivo.
González Alonso
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All right, country girl. Greetings.
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Buenísima reseña, Julio. Ya apetece leerlo cual buen alimento para el conocimiento.
Unha aperta palmeirana.
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Querida amiga Magda, es un tipo de lectura distinta a la que no estoy muy acostumbrado. El libro estaba en las estanterías de mi librería hacía muchos muchos años junto a otros libros de historia y quise darle una oportunidad; lo bueno fue que me gustó el tratamiento del tema histórico y creo que probaré con algún otro título. Un abrazo grande. Salud.
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