Memoria de la nieve
Julio Llamazares
Premio Jorge Guillén de poesía, 1982
Me he vuelto a dejar conducir por este viaje a través de la memoria hacia los orígenes. Una vez más me han sobrecogido estas instantáneas de luz en las que se dibujan los perfiles de los protagonistas de una historia antigua y milenaria que resurge entre nuestros recuerdos con la nieve, las viejas costumbres y las viejas canciones. Estoy hablando del libro del poeta y escritor leonés Julio Llamazares y del día de enero de 1983 en el que asistí a su presentación en León. Era un día despejado y frío, escasa concurrencia, animada charla y lectura de algunos poemas, y las palabras que me dejó a modo de dedicatoria en la primera página en blanco de “Memoria de la nieve”. Desde entonces, va para los cuarenta años, lo he leído varias veces, siempre con admiración y siempre con la sorpresa de un lenguaje poético, vibrante y cercano, hablándonos de unos tiempos tan remotos y, sin embargo, muy próximos apenas removemos en la memoria de los paisajes del tiempo.
El poemario es reivindicación y búsqueda. Entre las montañas del norte, las tierras donde anida la memoria de la nieve, se suceden los encuentros, las revelaciones y los ecos que resuenan con la sequedad del frío entre las huellas de las pisadas de las sandalias de los montañeses, los pueblos astures y celtas, con sus armas, sus dioses y sus ofrendas. En cada poema aflorará una referencia al mundo de aquellos guerreros que vivieron y amaron estos territorios, en los nombres de las plantas, árboles, vestimentas, utensilios, ritos y leyendas del pueblo montañés.
A modo de prólogo puede leerse el texto que dejó escrito Estrabón en su Geográfica acerca del carácter, usos y costumbres de los pueblos de la montaña leonesa: Todos los montañeses son sobrios, beben agua, duermen en el suelo y llevan el pelo largo como las mujeres, atándoselo en la frente con una cinta para el combate. Será en buena parte este texto el que alimente el tema de los poemas que se convierten en una búsqueda de ese tiempo, ese espacio y esa vida que hoy permanece sepultada en la memoria blanca de la nieve que da título al libro y que el poeta elabora y da forma con paciencia, porque, dice, : Amasar la memoria es bondad de alfareros, lentitud de veranos en la fabulación, para recordarnos la espiral del bramido del tiempo cuando las grosellas derraman granates en la nieve y los silencios más antiguos en humo y humildad se desvanecen. Y, entonces, el poeta se pregunta: ¿Dónde encontrar ahora el amargor del muérdago y el agua? / ¿Dónde la ocultación de las leyendas y los bardos? Y el poeta enfrentará esa búsqueda en un viaje iniciático por cada rincón de la geografía y las emociones, siempre hacia el norte, siempre hacia el frío del invierno y el deshielo de la primavera. Treinta poemas en versículos de carácter épico para guiarnos en una incursión mágica al mundo olvidado de los montañeses que conserva, no obstante, la huella de su encanto en la nieve de cada invierno leonés. El final de la búsqueda es encuentro y despedida: por el paisaje gris de mi memoria, cruzan arrieros sin retorno, pastores y alfareros olvidados, bardos ahogados en el miedo lacustre de sus propias leyendas. Y más allá de todo, la soledad tras el último intento: Si el nogal, junto al agua, se secara finalmente; si el cierzo no atravesara, de madrugada, mi corazón, tal vez podría aún regresar a su encuentro./ Tal vez podría aún agasajarles con frutas y metales. / Pero la nieve ya ha sepultado todos los puentes. Y en el invierno sin luz, confiesa: sólo estoy, en esta noche última, coronado de cierzo y flores muertas. / Sólo estoy, en esta noche última, como un toro de nieve que brama a las estrellas.
He vuelto a vivir esa soledad que huele a desesperado grito de auxilio. Tal vez, de cualquier modo, no esté muy lejos de nosotros el calor de la sangre de aquellos que amaron unos paisajes que tallaron con su vida. Hoy miro con esperanza y siento el calor de un mundo dormido bajo el frío tacto de la nieve.
González Alonso
Me gusta mucho lo que he leído es la primera vez que lo hago, felicitaciones por tus palabras y tu sentimientos claros y llanos
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Mucha de la Torre, me hace feliz este encuentro y las felicitaciones que me dejas. Mil gracias.
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Me alegra mucho que «Memoria de la nieve» alumbre los cielos helados de estos días. La nieve, siempre cálida y bienhechora, es voz que se diluye en nuestros corazones y los congratula con la vida.
Gracias por tu emotiva y magnífica reseña.
Un gran abrazo.
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No acabo de comprender por qué Julio Llamazares no siguió publicando poesía; porque escribir, seguro que la escribe… Tal vez en algún momento indeterminado nos vuelva a deslumbrar con versos como los de «Memoria de la nieve» o «La lentitud de los bueyes«.
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Así es, Julio. No obstante en todos sus libros late su alma de poeta.
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Te dejo mi blog en caso que te interese conocerme
Gracias y abrazos
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Gracias, Mucha de la Torre, pero no veo el enlace a tu cuaderno o blog. Me encantará leerte. Escríbeme un correo con el enlace a tu blog para que pueda encontrarlo, ¿de acuerdo? Muchas gracias.
Mi correo electrónico: leondar2050@gmail.com
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Gracias por compartir esta entrada con tus lectores, Amado Rivadeneira. Salud.
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