El niño
Fernando Aramburu
TusQuets editores.- abril de 2024
He terminado de leer “El niño”, de Fernando Aramburu. Temía abrir sus páginas. A fin de cuentas yo era uno de los maestros que trabajaban en el Marcelino Ugalde en aquellas fechas de octubre de 1980, cuando una terrible explosión de gas propano destruyó el edificio dejando cincuenta y tres víctimas mortales, cincuenta niños de Primaria y tres adultos, un maestro, una maestra y la cocinera. Fue un jueves de octubre, un día 23 a las doce del mediodía, hora del ángelus, cuando la devastación cayó sobre nosotros con todas las consecuencias.
Digo que temía abrir las páginas de esta novela que arranca de aquel terrible suceso. Y me costó mucho trabajo abrirme camino por sus páginas, sobre todo en la primera parte del libro, más apegada la narración a los primeros momento, días y semanas de la tragedia. A cada capítulo, a veces a cada párrafo, tenía que parar sin poder contener las lágrimas. Los recuerdos me asaltaban y los sentía como cuchilladas o dentelladas de lobo. ¡Y son tantos! Pero, aunque no se recoge en la novela de Aramburu, quiero –una vez más- rendir un gran homenaje a la entereza de la recién estrenada directora del colegio de aquel curso, elegida casi de manera unánime por el claustro, Mari Tere Ormaetxea. Ella, en medio de la terrible confusión reinante, con su hija cogida de la mano, vio cómo levantaban el cadáver del hermano de la pequeña, su otro hijo. Y supo seguir en su puesto al frente del colegio desaparecido luchando por la escuela y el futuro de la misma en un pueblo sumido en el desconcierto y el dolor. Al curso siguiente sería otro maestro quien tomara el relevo en la dirección y, antes de concluir el otro curso, yo mismo tuvo que ser quien asumiera esa responsabilidad.
Ya sé que todo ello son cosas extraliterarias y ajenas al contenido de la novela que, acertadamente, no se recrea en los hechos para hacer tremendismo ni plasmar un sentimentalismo barato jugando con las emociones y la desgracia de las víctimas y sus familiares. Pero sentí que tenía que decirlo.
Sé que a Fernando Aramburu no le habrá resultado fácil esta escritura. La sensibilidad del escritor, sin embargo, ha conseguido acercarse y acercarnos una historia real con la dureza de los acontecimientos y la ternura de la mirada, el respeto y el rigor exigidos para que la novela sea lo que tiene que ser, una buena obra literaria. Sigue leyendo