Las gallinas del Licenciado
José Jiménez Lozano
Ed. Seix Barral .- Colección Biblioteca Breve (2005)
Con una naturalidad transida de ironía, y estilo y modo de decir muy cervantinos y del siglo de Cervantes, nos encontramos con unas gallinas turcas convertidas en protagonistas, como signo de distinción, exotismo y rareza, motivo de especulaciones sobre su naturaleza o propio ser mismo del ser gallinas y facultades, tales si hablan o no hablan y si lo hacen en griego o español, sus inclinaciones religiosas e, incluso, políticas, y en cuánto todo ello afectaría a su posesión, disfrute y uso, más allá del gastronómico para el que no pueden hallarse más que ventajas y beneficios saludables. Del final de la primera gallina constantinopolitana, con nombre propio y sultanesca, Basilisa, darán buena cuenta la necesidad y la voluntad de una de las protagonistas de la novela, la jovencísima mujer de Cervantes, Catalina, del lugar de Esquivias.
Porque lo que José Jiménez Lozano nos cuenta que mandó escribir el barbero amigo y del pueblo del Licenciado, y del mismo don Quijote, conocido como Quijada antes de ser puesto en la novela por Cervantes, es la vida del propio Miguel de Cervantes en Esquivias, tras su matrimonio con Catalina, y fuera de Esquivias, con la forma de hablar o cacareo de fondo de las gallinas.
Las idas y venidas de Cervantes a Toledo y sus tratos con amigos y búsqueda de libros y papeles, o hasta Sevilla, al servicio del rey como recaudador de impuestos para la Armada Invencible, las tierras de Andalucía y la cárcel o su llegada e ida de Valladolid, se rodean de personajes sacados de las personas que lo acompañaban, Catalina, el cura o Licenciado, Quijada, o Sancho en forma de mesonero, el propio barbero autor de la historia o el mismo Licenciado Vidriera -personaje de Novela ejemplar- que mediará en el negocio de encontrarle casa a Cervantes y sus mujeres en Valladolid y a buen precio de alquiler. Sancho y Quijada andarán en Esquivias con fantasías aproximadas a las relatadas por Cervantes en el Quijote, así como otros acabarán viéndose reflejados en la misma obra u otras. El propio capítulo de “El coloquio de las gallinas” reproducirá fielmente aquel otro “Coloquio de los perros” de la novela ejemplar “El casamiento engañoso”. En éste de las gallinas, breve, chispeante, se despacha a gusto con los gallos, su natural chulesco, tonto e inútil, así como el fin último y utilidad de la vida de las gallinas, y un extenso y completo elogio de Miguel de Cervantes, a quien se muestran agradecidas en extremo.
Y es que, el autor, por boca del barbero contador de la historia puesta en escrito por escribano o notario, que de escritor o poeta de la época no se fiaba y recelaba de sus interpretaciones, y que lo mandó escribir porque él mismo no sabía, viene a decirnos que los personajes de Miguel de Cervantes, como los de cualquier autor, no pueden ser totalmente inventados y sí sacados de la misma realidad, doliente o feliz, de la vida. Observarlos, conocerlos, interpretarlos, magnificarlos, inventarlos, modelarlos, mezclar su sangre con la de ellos, será la tarea, carga, sacrificio y gloria del escritor. Y así queda dicho, con autoridad, buena prosa, puntuación y comas puestas como a rebatiña, en ocasiones, y el uso de más laísmos, loísmos y leísmos que el mismo Cervantes, también a trancos, con un vocabulario rico y expresivo, ambientación luminosa y estilo propio, para significar los entresijos del alma de la que Cervantes extrajo su obra monumental. Y ese es el caso.
González Alonso
Junio de 2019
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Hola Julio.No he leído la obra que nos presentas, pero tu excelente crónica ha conseguido que me resulte tan familiar como si ya la hubiera leído. Y es que el mundo cervantino no tiene límites tanto en inspiración de nuevas obras como en lecciones de vida. Es un placer leer a alguien como tú, que sabe y conoce de lo que habla y, lo que es más importante, que sabe transmitirlo.
Un fuerte abrazo desde Extremadura,con su calorcito y todo 🙂
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Joaquín, no sabes cuánto me alegra compartir con un admirador de la obra de Cervantes estas cositas que voy dejando a modo de testimonio y auxilio de la memoria (¡Ay, memoria, enemiga mortal de mi existencia! – exclamaba Cervantes).
Hice el campamento de la mili (cuando había mili) en Cáceres, a donde volví en otras muchas ocasiones, además de visitar todo el norte de la provincia, incluido el mítico Jerte. De Badajoz conozco Mérida, a donde fui en tres ocasiones y una de ellas para ver teatro. Y este año, si las cosas no se tuercen y el calor lo permite, tengo previsto un periplo por las tierras pacenses de 15 días en septiembre para visitar, además de la ciudad de Badajoz (por la que pasé una vez de camino a Portugal) la mayor parte de la extensa provincia.
Salud.
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