Canto a mí mismo.- Walt Whitman

img20231003122542CANTO A MÍ MISMO
Walt Whitman

Prólogo y traducción: Enrique López Castellón
Edimat Libros.- Madrid, 1999

Yo me celebro y me canto”. Es el verso de presentación, contundente, con que abre Walt Whitman el libro “Canto a mí mismo”. No es, sin embargo, una celebración y canto al yo personal, anuncio de un yoismo narcisista o un enfermizo egotismo, sino que –en cierto modo mesiánico- el yo es una representación de la humanidad para la que escribe y canta e invita –como en una última cena- a la comunión de sus emociones. Sigue: “Y de lo que me apropie te debes apropiar”, abriendo generoso el tabernáculo a quienes se sienten a su mesa (comed y bebed todos de él…).

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A sus 37 años, confiesa: “He empezado a vivir, y sólo espero no dejar de hacerlo hasta mi muerte”. Estar vivo es una cosa, vivir es otra muy diferente y el poeta de un único y monumental libro, “Hojas de hierba”, nos lo descubre y muestra como quien orienta e informa en la mitad de la nada de un arenoso desierto.

Canto a mí mismo” forma parte del libro total “Hojas de hierba” y es el poema más extenso y conocido; solamente en la primera edición de 1855 ocupaba más de la mitad del volumen y aparecía sin título alguno.

De la presente edición, traducida y prologada por el catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, Enrique López Castellón, seguiremos las notas y acertados juicios sobre la calidad y alcance de la obra de W. Whitman y su significativa influencia en la poesía.

El trabajo llevado a cabo para acercar al español los versos en inglés no se ha reducido a la simple traducción, sino que ésta se sustenta con solidez en la investigación y conocimiento de la vida, circunstancias y pensamiento del poeta norteamericano. Desconozco los méritos y calidad de otras traducciones, pero la de ésta está fuera de toda duda y se percibe desde el primer momento en las intenciones, planteamiento del trabajo y resultado final.

walt-whitmanLo primero que López Castellón nos descubre es, mediante una reflexiva pregunta, la faceta de filósofo o la filosofía contenida en los poemas de Whitman. No diré que es obvio señalar cómo toda poesía encierra contenidos filosóficos expresados desde la misma experiencia personal, de manera intuitiva, que pretende mostrar y transmitir desde la emoción. Junto con la música, la filosofía es la segunda pata sobre la que se sustenta la poesía. Pero en el caso de Walt Whitman y otros poetas, esta faceta es más explícita y relevante, hasta llegar a ser, como señala López Castellón, un poeta y filósofo a partes iguales.

Walt Whitman, dentro de su decidida vocación para descubrirnos el fluir de la naturaleza, se detiene, por ejemplo, en el caso de los contrarios, de los que el filósofo griego Heráclito señaló: Lo que hay de idéntico en cada realidad es la contraposición misma de cada cosa con las otras. La discordancia, el contraste y la oposición son el mismo principio de concordancia, armonía y unidad de las propias cosas. Walt Whitman conseguirá armonizarlos en su necesaria existencia como el armazón de la vida de todas la especies, sin encontrar en ellos “división, diferenciación ni contradicciones” aparentes. Trasladada esta actitud a la existencia humana el poeta no encontrará en la religión, la filosofía y la ciencia nada más que “expresiones diferentes de un mismo problema: el misterio de la vida.

Indaga López Castellón en las influencias literarias de Walt Whitman. Este es un capítulo interesante en la obra de cualquier escritor, poeta o artista en general. Pero vayamos mejor a lo que considera el poeta neoyorkino ser artista para entender en parte las influencias en su obra, que, además de las literarias, le llegarán de la interpretación de la historia y la actitud ante las circunstancias en las que se desenvuelve la sociedad del momento.

Whitman_at_about_fifty-1López Castellón ve en Whitman y la sinceridad que se percibe en su poesía una concepción del artista como “el más humano de los hombres”, midiendo su genialidad “por la capacidad del poeta para ser versátil, para encarnarse en todos y cada uno de los mortales, para sentir placeres y dolores desde dentro de cuerpos ajenos” en un “ejercicio platónico de reproducción de la naturaleza, no de imitarla ni de sublimarla con os encantos de la expresión bien dicha o la chispa de la métrica y la rima”.

Resultó, según puede verse, ser Walt Whitman un precursor del versolibrismo y la poesía moderna, e incluso parecer antecesor de la poesía de otro poeta maldito neoyorkino, el reconocido Charles Bukowski y su realismo sucio. Y, por supuesto, resulta innegable la huella dejada en el movimiento simbolista y poetas como Paul Claudel o André Gide.

Un aspecto no menos relevante de la vida de Whitman fue su condición homosexual, o por lo menos bisexual, sin que haya datos que lo confirmen de manera categórica. Si en nuestro bien avanzado siglo XXI el encaje y aceptación de las tendencias sexuales diferentes a las heterosexuales sigue siendo problemático, imaginemos la dura realidad del siglo XIX. Enrique López Castellón cita a Fernando Alegría que enjuicia la cuestión de este modo: “Lo que pudo ser un complejo sexual, Walt Whitman lo ha sublimad poética y socialmente hasta convertirse en una doctrina personalista y fraternalista de la vida”.

En la lectura de “Canto a mí mismo” se pueden apreciar de manera notoria los rasgos formales de sus poemas, lo que, unido a la finalidad para la que es concebida su poesía, le confieren esa “voz propia” que le es exigida al poeta. Encontramos así que, aunque rechaza la rima, conserva algunas rimas consonantes internas; la longitud de sus versos es irregular con el uso predominante de palabras llanas e incluso vulgares, así como numerosos neologismos. López Castellón nos advierte de un uso repetido en inglés del gerundio, lo que resulta inviable en español. Es frecuente la repetición de motivos y principios de versos sometidos a cierta métrica; abundan, por otra parte, los paralelismos, las aliteraciones, las antítesis, las largas enumeraciones y, además de escribir muchos versos partidos, la puntuación resulta insuficiente. Con todo ello consigue un dinamismo reseñable, “desdibujar el sentido del tiempo” para “reducir todos los sucesos al presente viviente”, así como conseguir una “feliz armonía entre expresión y sentimientos”. Añadamos, finalmente, la observación sobre el innegable sentido musical de su poesía aceptando como “su ritmo libre ejerce un efecto hipnótico” sobre el lector.

En cuanto a los temas, W. Whitman rechazó muchos de los empleados por los poetas hasta entonces; pero más que los temas en sí, su rechazo fue sobre el modo de tratarlos. En “Canto a mí mismo” podemos encontrar la naturaleza, Dios, el cuerpo, la vida y la muerte, el amor, la camaradería o la democracia, levemente apuntado y que tendrá un peso mayor en su obra posterior en las sucesivas ampliaciones de “Hojas de hierba”.

Todo lo antedicho, verso a verso, puede leerse, disfrutarse o sufrirse –según convenga- a lo largo de las páginas de “Canto a mí mismo”. Y, cerrado este comentario, empecemos por abrir su lectura al que da comienzo con el verso: “Yo me celebro y me canto” y que concluye, a modo de una despedida que no acabará nunca: “Si quieres reencontrarme, mira bien en las suelas de tus botas” [    ] “Que yo en alguna parte te estaré esperando”.

González Alonso

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