El castillo de Lindabridis
Calderón de la Barca
Teatro Barakaldo, 26 de octubre de 2024
COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO y NAO D’AMORES
Dirección: Ana Zamora
Vaya por delante lo importante de encontrar en el panorama escénico español trabajos como éste que, buceando en el teatro clásico, nos permiten aferrarnos al hilo conductor de la historia a través de la palabra y la más alta expresión de la misma en joyas como la obra de Calderón.

La comedia “El castillo de Lindabridis” está inspirada en el “Espejo de príncipes y caballeros” de Diego Ortúñez de Calahorra (1555) y está escrita antes de 1661. La temática caballeresca hace acto de presencia con su estilo barroco en el Renacimiento que mira al pasado Medievo. Cervantes no escaparía de esta tentación y si con fortuna escribió una obra como “La casa de los celos y selvas de Ardenia” que supera en complejidad a la que estamos tratando de Calderón, con mayor acierto sabría trasladar este espíritu a su obra magna y cumbre de la Literatura universal, “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Todo ello nos permite extender nuestra mirada al Renacimiento desde este primer cuarto de siglo XXI para hacernos sentir teatralmente “el peso de la tradición sobre nuestras espaldas” –en palabras de la propia Compañía Nacional de Teatro Clásico- en una reapropiación de lo antiguo en donde “las distintas épocas se dan la mano retroalimentándose y hasta coexistiendo más allá de sus propios anclajes temporales” (sic).
Las dificultades a la hora de ver la representación se encuentran en el texto en verso con un fraseo complejo, rico e inteligente, propio del Siglo de Oro que hay que seguir con cierta rapidez, y en el uso de términos arcaicos desacostumbrados para el oído y en desuso hoy día. Pero ahí reside, precisamente, una de sus mayores virtudes, que es la de comprobar cómo nos llega intacta la belleza de unas imágenes sugeridas por un lenguaje que hoy pasarían por alocadamente surrealistas. Y esto ocurre a través de un idioma español de más de cuatrocientos años perfectamente reconocible y totalmente válido para la actualidad.
Lindabridis es una princesa tártara que para heredar su reino deberá encontrar primero un caballero dispuesto a enfrentarse y vencer a su hermano Meridian en un duelo. Desde su reino exótico de Tartaria Lindabridis viajará en su castillo volador por todo el mundo e irá encontrando voluntarios que firmarán el compromiso de presentar batalla y conquistar, junto con el reino, el corazón de la princesa; incluso un monstruo medio hombre y medio bestia,

habitante de una oscura y misteriosa cueva, se prestará a la empresa. Entre los caballeros dispuestos a la aventura se encuentra un caballero francés al que su amada y prometida seguía disfrazada de hombre de armas y también caballero y a la que los celos la llevarán hasta Lindabridis conquistando su corazón antes que su reino en el esperado duelo. Y en medio de los ires y venires aventureros se desatará todo un enredo de encuentros, desencuentros, desafíos, duelos y viajes hasta los confines de Babilonia en busca del reino de Tartaria y su hermosa princesa Lindabridis.
Percibimos con intensidad el bello ideal caballeresco y aventurero dispuesto para “desfazer entuertos” y liberar princesas cautivas en las altas torres de sus castillos. El amor hace héroes, pero también los mata. Todo, inevitablemente, nos devuelve a la memoria de aquel caballero andante fuera de época y fortuna que fue don Quijote y, seguramente también, Miguel de Cervantes no dejaría de caer rendido ante estas historias a la hora de crear en la piel de su personaje, soñador e idealista, al Caballero de la Triste Figura.
No hace falta decir que el trabajo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico junto con Nao D’Amores ha sido magnífico. Pero queremos subrayarlo y lo reseñamos con agradecimiento. Más allá de su probada preparación técnica y artística, el conjunto de actores y actrices transmiten magia y nos contagian con su pasión por el bello arte del teatro con una interpretación –tanto musical en la parte instrumental y vocal, como dramática en la parte del recitado y la representación de los papeles- que hacen soñar al espectador sumergiéndose en las aventuras haciéndole sentir que la vida, si es un sueño –como también dejó escrito Calderón- es sueño que vale la pena vivir.
González Alonso
