Los pescadores de perlas.- Georges Bizet
ABAO/ÓPERA BILBAO
Teatro Euskalduna
27 de mayo de 2019
Tenor: Javier Camerana
Soprano: María José Moreno
Barítono: Lucas Meachem
Bajo: Felipe Bou
La primera impresión visual de la ópera “Los pescadores de perlas» de Bizet (1838/1875), el autor de “Carmen”, se recrea en un decorado austero, recorrido por una pasarela ligeramente curvada en sus extremos y, al fondo de ésta, una pirámide a modo de templo oriental. La acción se desarrolla en el antiguo Ceilán, hoy Sri Lanka. Y es que los autores del Romanticismo gustaban de ubicar los temas de sus obras en países lejanos y paisajes exóticos. Bizet lleva su historia de amor a las costas en las que se arriesga la vida en busca de las perlas.
Según se cuenta en la obra, los pescadores de perlas pretendían conjurar el peligro de su trabajo con una sacerdotisa que viviría alejada y cubierto el rostro, cantando y rezando para ellos en su renuncia, bajo amenaza de muerte, al amor y el trato carnal o relaciones sexuales.
Resulta reseñable la prácticamente ausencia de partes recitadas en esta ópera. Las arias, canciones, dúos y duetos se siguen unos a otros sin interrupción. Se introduce, con acierto, la danza que acompañará a los cantantes en sus interpretaciones, con lo que consiguen lograr un mayor dinamismo de la escena. El coro, desplegado en torno al templo o cantando en “off”, se desenvuelve de manera armoniosa como un personaje más.
A mí, nada experto ni conocedor del mundo operístico, me pareció que la representación estuvo muy bien cantada e interpretada en un meritorio equilibrio de la melodía, el ritmo, la armonía y la instrumentalización que transmitieron belleza y fuerza expresiva.
El argumento sigue los avatares de dos amigos que se enamoran de una misma mujer, lo que los convierte en enemigos. Se reencuentran y hacen las paces años más tarde y vuelve a aparecer la misma mujer en la figura de la sacerdotisa de los pescadores de perlas, enamorada de uno de ellos y que suscitará los celos y hará renacer la vieja rencilla en el otro. El final escrito de Bizet con la muerte de uno de los amigos se modifica en esta representación con un final abierto. Pero eso no cambia el sentido dramático de unos amores tan desdichados para unos como felices para otros.
Si las interpretaciones vocales fueron reseñables en los papeles principales y del coro, así como la interpretación de la orquesta, la escenografía –en su sencillez- supuso un acierto en la representación del “ambiente marino, el aspecto religioso, de amistad y de amor, jugando –creo que con notable atino- con los colores de la iluminación” y los de un vestuario sobrio y evocador del lejano Ceilán.
Por concluir, se me antoja –lejos seguramente de las intenciones de Bizet- que las perlas son una metáfora de las dificultades, riesgo, grandeza y belleza del amor, algo raro y único de enorme valor. Pero, conjeturas aparte, la tarde de ópera respondió a las expectativas depositadas en la obra. Y es lo que cuenta.
González Alonso
Buenos días, Julio:
Cualquiera se atreve a dejar un comentario después de lo dicho por Mari Carmen. Es una entendida nata en el tema, yo disfruto con ella todos los veranos y la escucho con deleite cuando me habla de la óperas a las que asiste. Es un crac, igual que tú describiendo las mismas para los que te leemos.
Un placer, Julio.
Besiños palmeiráns.
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Comparto tu opinión, Magda. Creo que Carmen nos transmite con conocimiento y talento su pasión por el género operístico. Es fenomenal.
Gracias por tu paso por este comentario. Mi abrazo hasta Palmeira en las felices costas gallegas.
Salud.
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Es una lástima que Bizet tuviese tanta inseguridad creativa -o fuese tan autocrítico- pues destruyó más bocetos que obras llevadas a término. De este compositor sólo asistí a “Carmen” y “Los pescadores de perlas”. Las dos me encantaron; aunque la segunda, según los críticos, tenga altibajos y no deje de ser más que una fábula sin trascendencia. Una de mis arias preferidas es precisamente la romanza de Nadir. La interpretada por Alfredo Kraus, que fue una de las primeras romanzas cantadas por mi tenor preferido, allá por el año 57.
Es curioso: con María José Moreno hice un viaje en autobús a Galicia. El día anterior la había escuchado en la ópera “Werther” (ópera a la que yo no pensaba asistir, como homenaje a mi tenor favorito, Alfredo Kraus, al que iba a sustituir el tenor mexicano Ramón Vargas por encontrarse muy avanzada la enfermedad del tenor canario; pero me hicieron cambiar de opinión las palabras tan bonitas y emotivas que Ramón Vargas dedicó a la figura de Kraus); y, un día antes de la ópera, estuve en un coloquio entre los cantantes y el público asistente, en el que formulé una pregunta a María José. Por eso la reconocí cuando nos paramos a comer en Puebla de Sanabria y me acerqué a saludarla, preguntándole cómo era posible que una cantante a la que el día anterior estaban coreando en el Teatro Real con bravo, bravísimo y hasta con guapa, guapísima, podía viajar en autobús lo mismo que cualquier hijo de vecino… Lo cierto es que se mostró encantadora.
Después la escuché más de una vez, sobre todo recuerdo una espléndida “Reina de la Noche”, de “La flauta mágica”, en la que hizo un alarde de coloratura.
Tus reseñas siguen pareciéndome inmejorables. Y dices que no eres entendido…
Ya quisiera yo, que paso por la vida sin enterarme.
Un abrazo y salud.
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¡Qué espléndida intervención! La verdad, Carmen, es que es un lujo y un compromiso tenerte como lectora y comentarista; un lujo, porque desbordas conocimiento, experiencias y sentido del arte; un compromiso, porque siento que puedo decir más de una tontería al dejar mis impresiones. Pero, si con lo primero enriqueces con tus aportaciones la crítica operística y aportas datos sustanciales para el lector, con lo segundo sé que eres comprensiva y benevolente. Muchas gracias. He disfrutado enormemente de tus anécdotas y puntos de vista. Me dejas un texto absolutamente recomendable para quienes quieran saber algo más y mejor de Bizet y su obra. Mi abrazo.
Salud.
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Aunque sé que no la merezco, me emociona tu respuesta. Como diría mi abuela: «Malpocado» (que en gallego quiere decir algo así como «poquita cosa»)..
Muchas gracias, Julio.
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Puedes emocionarte todo lo que quieras, Carmen, porque lo que haces lo vale, y no «poquita cosa». Mi aprecio.
Salud.
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Gracias por tu valoración Yo apenas conozco la ópera. Por eso me encanta tu comentario porque se «entiende». Salux
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Amiga Conchi, agradecido de poder leer aquí tus palabras sinceras. La ópera es un género difícil que necesita de la práctica y elegir aquellas más asequibles para los que no somos entendidos. Reconozco su valor, y me atrevo a dejar lo que pienso y siento sin ninguna otra pretensión más allá de reflejar lo experimentado. Mi abrazo.
Salud.
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