Alicia después de Alicia
KABIA TEATRO
PABELLÓN 6.-Muelle de Olabeaga.- Bilbao
27 de dciembre de 2019
Dirección.- Borja Ruíz
Dramaturgia.- Emilio Encabo y Borja Ruíz
Iluminación.- KANDELA iluminación
Animación.- Gheada
Audiovisuales.- TRM – Soluciones Técnicas Creativas
La “Alicia en el País de las Maravillas”, de Lewis Carroll (1865), se recrea en esta otra “Alicia después de Alicia” del grupo teatral Kabia para proyectarnos y lanzarnos a través del mundo onírico y el real de una persona hecha personaje por su experiencia vital y el entorno familiar.
Que todos en la vida asumimos roles diversos e interpretamos papeles, es un hecho. Exponerlo y explorar los vericuetos de la personalidad en el recorrido de su formación, diseccionar esta experiencia, es la función que, con fortuna, mucho acierto, arte y creatividad, ha realizado este elenco teatral.
Alicia ha oído y escuchado siendo niña el cuento de Alicia en el País de las Maravillas de labios de su madre. El mundo de Alicia se alimentó de los sueños de la otra Alicia y los de su propia madre. Que la vida es un sueño ya nos lo advirtió hace más de 400 años Calderón de la Barca, y que los sueños son el motor de la vida, ese lugar donde perseguir la felicidad y que la vida misma es el deseo que nos mueve a intentarlo, también forma parte de Alicia.
Lo malo es descubrir las encrucijadas en las que se nos obliga a tener que elegir, por ejemplo, entre seguir el camino del deber o el del sueño que perseguimos (¿o que nos persigue?). Y el recorrido de la vida se llena, además, de cruces de caminos sin señalizar siquiera en los que elegir significará acercarse o alejarse definitivamente de nuestros sueños.
Pero lo peor es descubrir que, cuando al fin se hace realidad un sueño, la felicidad no nos espera detrás de él; y aún peor, descubrir que ese sueño no era realmente nuestro, como Alicia descubre que solamente era el sueño de su madre: verla crecer y hacerse artista, virtuosa del violín, triunfando y poniendo a sus pies el mundo sobre el que reinar.
Alicia no asiste al entierro de su madre; se niega a admitir que el tiempo pasa y no quiere –como Peter Pan- crecer y abandonar el universo mágico y seguro de la infancia. Caerá en un profundo sueño producido por el dolor, el miedo, el alcohol y los estupefacientes, y descenderá a todos los sueños en los que aparecerán amigos, amores, familiares y su propia madre conduciéndola hacia el palacio de la reina donde conseguirlo en una segunda oportunidad.
La representación de este viaje y su final, con sesión de psicoanálisis incluida, está magistralmente diseñada y llevada a cabo sobre la escena. Las proyecciones y los efectos especiales a través de
la gasa que separa el mundo real del mundo onírico y que a veces mezcla y confunde, así como el trabajo de iluminación y la música, responden a un trabajo artístico inteligente en el uso de las nuevas tecnologías y muy eficaz para transportarnos en el espacio teatral al mundo interior del personaje, sus miedos, su ansiedad, su esperanza, su ilusión, sus dudas. Todo transcurre a través de los sueños –los nocturnos y los diurnos- que acabarán, en ocasiones, convirtiéndose en auténticas pesadillas.
La belleza recreada sobre el desnudo escenario con las proyecciones, el empleo de la cámara negra y los efectos especiales, resulta sorprendente y cautivadora. El texto, bien escrito, narra con claridad el mundo confuso del alma de Alicia, y transita con fortuna por espacios infantiles, adultos o maduros, manejando con igual suerte la ingenuidad, la solemne seriedad o la apreciable ironía.
Si tuviera que poner algún pero a esta magnífica representación, lo haría comentando la parte interpretativa de actrices y actores. Decir que fue mala sería faltar a la verdad, porque se pudo estimar un notable y riguroso trabajo interpretativo; pero adoleció de acierto en muchas escenas cuando en otras muchas lo bordaron. Actuación, en mi opinión, algo irregular y con pasajes en los que la inocencia infantil de Alicia era poco creíble o el desacierto del tono de algunas respuestas. Y no es cuestión de texto, sino de la adecuación del tono y la expresión corporal, tan mimada y bien cuidada en muchas escenas. El que esta circunstancia se extendiera a todo el elenco, a mí me parece indicar una inadecuada dirección interpretativa. Y si esto fue así, salvando todos los méritos de actrices y actores, como así lo digo, lo que más lamento es la ocasión perdida de haber podido presenciar y disfrutar una representación genial, única, y lo muy cerca que estuvieron de conseguirlo.
Vayan por delante, con todo, mis aplausos en ovación cerrada e incondicional por este regalo que nos llegó y nos llevó al Pabellón 6 en fechas tan señaladas y celebradas para cerrar con fortuna este año 2019. Vale.
González Alonso
Sin sueños la vida resultaría puro tedio. Lo bueno sería lograr armonizar sueños y realidad.
Impresionante tu crítica teatral, Julio. Auténtica y sin titubeos. Me atrevo a afirmarlo. a pesar de no haber asistido.
Un abrazo y salud,
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Gracias, Carmen; yo también sigo tus comentarios críticos sobre las óperas -género al que soy menos inclinado- y aprendo de ellas. Un abrazo de año nuevo. ¡Feliz 2020!
Salud.
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Siento que debe haber sido un excelente texto y representación. Todos llevamos de la mano una «Alicia» escondida en nuestro subconsciente, igual que el mundo Disney se cobija en nuestros recuerdos.
Contrastar las dos «Alicia» debe haber sido menuda tarea. Felicitación al productor, al elenco y a ti Julio, gracias por hacernos conocer esta interesante obra teatral. Abrazo grande.
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Muchas gracias, Cecilia. Recibo con natural alegría tus palabras sobre el comentario dejado acerca de la obra de teatro y comparto tu opinión de que todos nos aferramos de alguna manera a la infancia en nuestro afán de perdurar, así que Peter Pan y Alicia nunca están lejos de nosotros. Mi abrazo.
Salud y feliz año 2020.
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