Los olivos pálidos
Juanma Cano
Teatro Campos (Bilbao)
14 de noviembre de 2021
La Red Teatro
Intérpretes: Maite Lorenzo; Juanma Cano; Mikel Areitioaurtean
Dirección: Mikel Areitioaurtean
Música: Enrique el Vaca (guitarra); Alberto Egia (piano)
El inagotable universo lorquiano hace, una vez más, acto de presencia sobre las tablas. Parece difícil arrancar la sorpresa cuando se trata a un autor universalmente reconocido del que se ha escrito tanto y al que se ha representado en tantas ocasiones y realizado innumerables documentales o del que se han hecho numerosas películas. Puede dar la impresión de que ya no queda mucho que decir, que el tema ya está tratado desde todos los puntos de vista y sólo cabe repetirse. Y, no obstante, la sorpresa es singular cuando se advierte en esta obra la capacidad de renovar la visión que tenemos de Federico García Lorca y la España de esa primera mitad del convulso siglo XX en el cual se cosecharon tantas esperanzas como fracasos en los desastres de la guerra en la que perecieron, junto a los muertos y asesinados, los sueños de progreso y libertad junto al futuro de un país sometido a largas décadas de dictadura
No se recrea, sin embargo, esta obra dramática de Juanma Cano en la dura realidad de las dos Españas, sino que parte de ella para ahondar en la personalidad del poeta granadino a través del diálogo con una de sus creaciones literarias, Bernarda Alba. Más allá de la vida, autor y personaje se encontrarán y seguirán compartiendo una existencia que necesita ser explicada en su pasado y final violento para comprender todo lo ocurrido antes de la muerte. Bernarda, que reniega del nombre que el poeta le dio para reivindicarse con el suyo de Frasquita y echarle en cara el tratamiento que de la misma y su vida hizo en su obra “La casa de Bernarda Alba”, acabará aceptando ser, en gran medida, la Bernarda de Federico; y Federico, que quiso ver en la casa de Frasquita a Bernarda como la expresión de un rancio e injusto conservadurismo, acabará reconociéndola como Frasquita. Ambos, no obstante, llevarán adelante este encuentro sin renunciar o apostatar de sus ideas, progresistas o conservadoras, y ambos –al fin- sabiéndose parte de una realidad más grande que ellos mismos en el mundo de los afectos.
A través de los diálogos sostenidos entre Lorca y Bernarda surgirá la ocasión de recrear la vida del poeta y la vida del mundo que lo rodea y pinta en sus obras; ante nosotros irán desfilando los momentos más significativos en sus relaciones familiares, los recuerdos y juegos infantiles, el mundo intelectual, la creación literaria y sus experiencias neoyorkinas, así como su compromiso político y social en la empresa cultural de las Misiones Pedagógicas y la experiencia teatral de La Barraca.
En la representación de Los olivos pálidos, muchos de los episodios y momentos mencionados son expuestos con profunda emoción y ternura, lo que nos habla del sentido amor y respeto por la figura de Federico García Lorca y todo cuanto representó su corta vida y todo cuanto representa su obra literaria a nivel universal.
Si todo este esfuerzo desarrollado sobre las tablas merece alguna palabra, ésta será la del elogio y reconocimiento por subir al escenario un texto tan bien organizado, tan completo y tan valioso teatralmente. El mérito es de su autor, Juanma Cano, y del equipo del que forman parte la actriz Maite Lorenzo y el director de escena Mikel Areitioaurtean. La magia que nace de este texto se amplifica y recrea con la música al piano de Alberto Egia y la riqueza expresiva a la guitarra del maestro Enrique el Vaca, de inspiradas raíces andaluzas en las canciones populares que acompañan diferentes escenas con una virtuosidad y profundidad encomiables.
Una velada muy grata y admirable en el Teatro Campos de Bilbao. Y cabe preguntarse por qué no se promocionan más producciones como ésta que nos llega del teatro no profesional y que cumplen y satisfacen todas las expectativas. El esfuerzo y trabajo de estas compañías y grupos teatrales merecen mucha más atención, reconocimiento y facilidades para hacer llegar sus creaciones a un público más amplio que sabrá reconocer sus méritos, como los exhibidos con generosidad en esta tarde de domingo bilbaína. Y mientras todo llega, sigue mi aplauso.
González Alonso
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