Las guerras de nuestros antepasados
Miguel Delibes
PENTACIÓN ESPECTÁCULOS
Adaptación teatral de Eduardo Galán
Dirigida por Claudio Tolcachir
Protagonizada por Carmelo Gómez y Miguel Hermoso
Teatro Serantes de Santurce, 16 de noviembre de 2023
A partir del texto de Miguel Delibes, Eduardo Galán construye el entramado teatral de “Las guerras de nuestros antepasado”. Si la inspirada inteligencia de Delibes supo regalarnos una obra profunda que ahonda en las raíces de la condición humana desde la realidad terrosa de unos personajes nacidos y crecidos en los límites rurales y el aprendizaje vicario de sus oficios, la sensible inteligencia de E. Galán acertó a trasladar todo el dramatismo de la realidad humana de estos personajes a la escena y, con no menor singular acierto, dos actores de la talla de Carmelo Gómez y Miguel Hermoso expresar dicha realidad sobre las tablas con todos sus matices.
El director teatral Claudio Tolcachir, en las breves palabras recogidas en la presentación del programa de mano, nos revela las ideas fundamentales de este trabajo, y lo hace empezando por definir el teatro como “un diálogo revelador”. Efectivamente, si no se diera una conexión profunda con el espectador desde el escenario, la obra navegaría en el vacío sin provocar, junto a las emociones, el enfrentamiento necesario a nuestra propia realidad, nuestros prejuicios y nuestros miedos, dudas e insatisfacciones, removiendo las conciencias y obligándonos a buscar respuestas a las preguntas abiertas desde la escena.
El núcleo principal del texto dramático se resuelve y revuelve en la pesada herencia del odio, la violencia y su máxima y trágica expresión de la guerra. Los protagonistas de este drama que se nos revela en el medio rural, viven y recrean un interiorizado mundo rígido y hostil asentado en los pilares inamovibles de una masculinidad ruda, agresiva y brutal perpetuada generación tras generación. La aparición de un ser sensible, capaz de sentir el dolor del árbol en cada rama podada, el horror de la bayoneta revolviendo las tripas del enemigo hasta vomitar y mear sangre o escuchar y hablar con los animales y así, desnudo, recolectar la miel de las abejas sin que lo piquen, descoloca, cabrea y no encaja en el arquetipo antropológico establecido. (1) Si, además, el protagonista se llama Pacífico y es capaz de empatizar con el dolor ajeno y sus preocupaciones, es que no tiene lo que un hombre tiene que tener entre las piernas.
Pero Pacífico, con lo suyo entre las piernas, conocerá a una joven desenvuelta y transgresora de las convenciones sociales en general y de las de género en particular. Y entre revolcón y revolcón por los lugares más peregrinos del lugar, quedará preñada y Pacífico será padre.
La violencia, como río crecido de aguas bravas, alcanzará sin remedio a Pacífico y se envuelto en el desenlace de dos muertes y declarado responsable de las dos sin que haya certeza –aparte de su declaración- de ser autor de ninguna de las dos. Porque Pacífico no puede denunciar a nadie sin que sienta el dolor de las consecuencias en sus propias carnes. Y así, directamente, se quedará él mismo todas las consecuencias.
Puede apreciarse fácilmente en el desarrollo de este drama la extrapolación al mundo de la realidad de una España golpeada por la inestabilidad de los siglos XIX y XX, fracasada en sus proyectos políticos y convulsa, enfrentada a sí misma, sus fantasmas y su historia trágica porque “de todas las historias de la historia / la más triste sin duda es la de España, / porque termina mal…” exclamará Jaime Gil de Biedma, para añadir: “a menudo he pensado en la pobreza / de este país de todos los demonios”.
Si, como he dicho, la obra es una maravillosa creación del vallisoletano M. Delibes, en el escenario se hace sublime –sin paliativos- en la interpretación del leonés Carmelo Gómez. No creo que se pueda representar mejor. Y a su lado, M. Hermoso, dando vida al doctor Burgueño, psiquiatra que trata a Pacífico en el hospital de la penitenciaría, completa magistralmente el drama resumido en la impotencia de salvar del garrote vil la natural inocencia de la víctima y dejando en nuestras manos y nuestra conciencia tanto el veredicto como el desafío de los males de los males que enraízan tan profundamente en nuestra condición humana, males que nos llevaron a todas las guerras, carlistas, de África, de Cuba, la civil del 36, y todas las barbaridades que se continuaron en dos guerras mundiales y se siguen en las innumerables africanas, de Medio Oriente o Europa. El terror, la destrucción, el odio y los miles y miles de muertos de los últimos tiempos y los días de hoy en Siria, Ucrania o la franja de Gaza a manos, aviones, tanques y bombas de los israelitas, siguen siendo aldabonazos trágicos de irracionalidad que nos rebaja como seres humanos. ¿Cuántos Pacíficos más cargarán con las culpas ajenas? ¿Será posible alguna vez sacudirse el horrible peso de esta herencia?
No lo sabemos. La esperanza parece caer en la desesperanza. Y somos conscientes, sin embargo, de nuestro tremendo error y fracaso. Mientras tanto, aplaudimos la ocasión, una vez más, de recordarlo –que es volverlo a pasar por el corazón- y sentir la renovada energía de creer en la vida sintiendo las palabras del viento y la lluvia, el dolor de los árboles y las flores, la amistad de las abejas y el silencio húmedo y cálido de la tierra.
González Alonso
1.- los arquetipos son –según Carl Gustav Jung- como patrones e imágenes arcaicas universales que derivan de lo inconsciente y colectivo, y son la contraparte psíquica del instinto. Son potenciales heredados que se actualizan cuando entran como imágenes en la consciencia o se manifiestan en el comportamiento en la interacción con el mundo exterior. Son formas autónomas y encubiertas que se transforman una vez que acceden a la consciencia y se les da una expresión particular por parte de los individuos y sus culturas.
Sin duda me he expresado mal, al hablar del «texto magistral» me refería al tuyo, pues describes de tal manera el hecho teatral, que dan ganas de salir corriendo a comprar una entrada. Creas la necesidad imperiosa de sentarse a ver, sentir, experimentar, comulgar con el escenario. Por todo ello, gracias mil. Un abrazo grande.
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¡Bárbara, por Dios! Me siento muy halagado y un poco avergonzado… No se me hubiera ocurrido nunca ser merecedor de estas generosas palabras. Mil gracias. Y aunque el texto del artículo no pueda calificarse de magistral en sentido estricto, sí puedo asegurarte que lo he escrito de corazón y diciendo lo que honestamente pienso; si ello sirve para motivarte y despertar en ti la intención de conocer la obra, ¡genial! Mi abrazo.
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Creo honestamente que eres un muy buen crítico teatral y un gran divulgador del arte de Talía. ¡Un abrazo grande!
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Un abrazo agradecido, Bárbara.
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Un texto magistral sobre una obra de Delibes que desconozco, pero que tras la lectura desearía ver si tengo la oportunidad. Por otra parte ver actuar al gran Carmelo Gómez siempre es un placer añadido. Enhorabuena por ese análisis y disección tan brillante. Un abrazo.
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Si Miguel Delibes es extraordinario como narrador, Carmelo Gómez no lo es menos como actor. Una experiencia memorable, Bárbara. Un abrazo.
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