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La cantante calva.- Eugène Ionesco

La cantante calva
Eugène Ionesco

Teatro Arriaga (Bilbao)
9 de diciembre de 2017

Pentación Espectáculos, con:

Adriana Ozores, Joaquín Climent, Carmen Ruíz, Helena Lanza, Fernando Tejero y Javier Pereira

Dirección: Luís Luque
Versión de: Natalia Méndez

Pongamos por delante la acertada dirección y planteamiento de la pieza teatral por parte de Luís Luque; digamos que el elenco encargado de ponerla sobre el escenario, con la sobresaliente  actuación de Adriana Ozores y Joaquín Climent, cumplieron sobradamente con la difícil misión de llevar el texto y su complejo contenido al espectador; admitamos lo conveniente de la escenografía, la iluminación, la música y los efectos especiales. Todo realizado de manera impecable y extraordinaria al servicio de esta obra, paradigma del teatro del absurdo, desde la que se eleva una severa crítica del modelo de familia burguesa mediante el recurso a los diálogos vacíos y sin sentido de los protagonistas atrapados en la incapacidad de comunicar sus ideas, expresar sus sentimientos, elaborar opiniones coherentes. Cada personaje de este drama se escucha sólo a sí mismo sin entenderse siquiera a sí mismo.

Estamos ante la dolorosa muestra de la incapacidad de establecer una comunicación efectiva; una atmósfera angustiosa en la que los personajes permanecerán próximos físicamente, pero en soledad. Todo se hace incomprensible y la existencia transcurre a cuestas de actos convencionales, hueros, sin valor para el conocimiento de la persona; así puede plantearse la vida en común de un matrimonio y su hija durante muchos años  sin que se conozcan y solamente recuerden los datos anecdóticos de los lugares donde coincidieron, pero con inseguridad. Llegan juntos a una casa como dos perfectos desconocidos y solamente tras un arduo ejercicio de reconocimiento se dan cuenta de que viven juntos, aunque no se conocen de nada.

Sobre el escenario los personajes hablan, pronuncian palabras, elaboran discursos sin sentido o cuentan historias disparatadas; pero no se hablan unos a otros porque se produce la ausencia de diálogo que es sustituido por meras conversaciones inconexas. Las conversaciones llenan el tiempo; da igual qué tiempo, y llenan un espacio, aunque nadie es dueño de ese espacio. Al no existir el diálogo no existirá ninguna historia. La obra podría acabar en cualquier momento o seguir indefinidamente. De hecho, la escena final es la repetición de la escena inicial protagonizada por el matrimonio que llega de visita y que ocupará la casa.

La fragmentación del lenguaje se acentúa a medida que la pieza dramática avanza, llegando a establecer simulacros de diálogos a base de palabras sueltas e inconexas o de sílabas carentes de sentido.

Cuando en 1950 se estrenó la obra en París, Ionesco se sorprendió de las risas de los espectadores. Hoy, 67 años después, seguiría sorprendiéndose. Porque, pasado el tiempo en ese reloj que se adelanta y retrasa y mide las horas sin sentido, “La cantante calva” es una tragedia, la del fracaso del ser humano en su proyecto vital, envuelta en el celofán de la comedia. La risa ni siquiera sirve de vía de escape ante la complejidad del problema al que nos enfrenta.

En cierto modo y en este mundo virtual en el que recientemente nos hallamos inmersos, lo absurdo ha cobrado dimensiones universales alcanzando a todas las clases sociales, y no sólo a la burguesía. En el despliegue de frases, mensajes, publicaciones nobles o bastardas que corren por la red o internet, solamente se percibe la soledad del ser humano en su griterío por llamar la atención sin que nadie escuche o sea escuchado. Entre todo este vocerío, “La cantante calva” de Eugène Ionesco (rumano de nacimiento y escritor en francés) nos pone en nuestro sitio haciendo –por un instante- el silencio necesario desde el que ser conscientes de los efectos devastadores de la incomunicación, tanto en el terreno personal (trastornos psicológicos) como en el social (ascensión de populismos y nacionalismos de todo pelo). No es exagerar. A fin de cuentas el existencialismo que surgirá a partir de las dos grandes guerras mundiales desarrolladas en Europa viene a llamarnos la atención –en este caso en forma de teatro llamado del absurdo- sobre los riesgos mencionados y a expresar su denuncia y su condena.

En el mismo sentido señalado en el párrafo precedente, recordemos cómo ante la amenaza de problemas graves, psicológicos o sociales, suele aparecer la voz de “necesitamos hablar”, “esto hay que arreglarlo hablando”, “hablemos”, “cuéntame”, “es necesario dialogar”, “las cosas se arreglan dialogando”, etc. Los últimos sucesos en España ante el curso de los acontecimientos con el nacionalismo e independentismo catalán, pueden servirnos de ejemplo.

El teatro del absurdo, del que “La cantante calva” es un imprescindible referente, ahonda en la propuesta de la inutilidad del lenguaje como vehículo de expresión comunicativa, lo que imposibilita el diálogo y la reciprocidad en la emisión y recepción de mensajes conduciéndonos a la imposibilidad de conocer al otro ni conocernos a nosotros mismos. Se usa el lenguaje como una coraza desde los prejuicios y el miedo a enfrentar la existencia desnuda de artificios e imposturas, lo que nos empuja a los límites de la violencia: “¡Oh, palabras, cuántos crímenes se cometen en vuestro nombre!” (E. Ionesco)

Pues eso; “La cantante calva” nos remite a la decisión de armarnos de un lenguaje para la comunicación, a usar las lenguas o idiomas no como armas ideológicas al servicio del sectarismo y el enfrentamiento, sino del entendimiento (lo cual implica aceptar al otro) y la solidaridad. Desarmemos, en fin, la anquilosada y narcisista sociedad burguesa con sus valores, prejuicios y sus derivados. Esa es la lectura, hoy, de la tremenda propuesta de Eugène Ionesco, de Samuel Beckett, Harold Pinter, Miguel Mihura, Jean Genet, Arthur Adamov, Fernando Arrabal, Virgilio Piñera o sus mentores James Joyce, Franz Kafka, Alfred Jarry, Antonin Artaud, Albert Camus… O esa es mi opinión, mientras nos ahogamos a la deriva en un océano de olas que braman y se destruyen en su propia agua.
A propósito, ¿y la cantante calva?
Sigue peinándose de la misma manera.

González Alonso

Artículo de interés: «El anti-teatro en La cantante calva» de María del Carmen Bobes Naves (Universidad de Oviedo»

Texto de  «La cantante calva» Eugène Ionesco


2 Respuestas to “La cantante calva.- Eugène Ionesco”


  1. diciembre 13, 2017 a las 10:38

    Querido Julio: como de costumbre no sólo consigues que pase un buen rato con la lectura de tu entrada, sino que tenga unas ganas tremendas de ver la obra que reseñas. Tengo pocas ocasiones de acudir al teatro y tus comentarios me resultan muy útiles para seleccionar aquello que, llegado el caso, merece ser visto o no. Lamentablemente Bilbao me queda un poquito a desmano, pero lo que sí puedo hacer ya mismo es leer la obra de Eugène Ionesco, ¡y a por ella voy de cabeza! Un abrazo.

    Le gusta a 1 persona

    • diciembre 14, 2017 a las 15:22

      Amiga Carmen: sabes que me hace muy feliz pensar que alguna de las cosas que dejo escritas en el cuaderno sirva para algo, y más feliz si una escritora como tú lo valora de la manera que acostumbras a hacer. Te lo agradezco de corazón.
      Acceder al teatro sé que es difícil según en qué ciudad vivas. La oferta teatral es casi inexistente en muchas de nuestras ciudades. Y, además, no es barato. Pero bueno, dicho lo anterior y a la espera de que las cosas mejoren en conjunto y también lleguen a la cultura, la opción de leer me parece una buena opción.
      En el caso del teatro la lectura requiere de mayor imaginación, cosa que a ti te sobra, y capacidad de evocar los espaciós en los que se desenvuelve la acción. Entiendo que no es una lectura fácil, aunque a mí me encanta. En el caso del teatro del absurdo, y en este caso concreto de «La cantante calva», la cosa se hace un poco más peliaguda porque hay pocas acotaciones y se dan conversaciones superpuestas o intervenciones a base de sílabas o fonemas que, vistos en el papel, resulta complicado llegar a captar la complejidad expresiva y la atmósfera creada sobre la escena. Pero no es imposible e incluso me atrevería a decir que ante este desafío cada lector se convierte en un escenógrafo, director e intérprete de la obra.
      Ya me contarás la experiencia, Carmen. Y no va más, sino reiterarte mi agradecimiento y animarte a seguir escribiendo de la manera tan magnífica como lo haces. ¡Un abrazo, maestra!
      Salud.

      Le gusta a 1 persona


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