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Blackbird, de David Harrower

blackbird-1Blackbird, de David Harrower

Dirección: Carlota Ferrer
Traducción: José Manuel Mora
Intérpretes: Irene Escolar y José Luis Torrijo

Teatro Barakaldo, 21 de abril de 2018

Los hechos: un hombre de 40 años sucumbe ante la seducción de una niña de 12 años; una niña de 12 años se enamora de un hombre de 40 años y en el torbellino del amor se materializa el encuentro sexual. Después, la denuncia, el juicio y la prisión para el hombre. Después, la confusión, el dolor, los sentimientos de culpa, la presión social y el sentimiento de abandono de la niña.

No existió violación, pero sí abuso de menores. A estas alturas, algo hay meridianamente claro, el amor del adulto y el amor de la niña son verdadero amor, pero en distinto plano. No hay igualdad. Y en ese contexto es el adulto que debe controlar la situación desde su madurez y hacer el esfuerzo de comprender el amor de la niña desde su inmadurez y falta de experiencia. El adulto es responsable de unos actos y unas prácticas para las que no está preparada psicológicamente la niña, en un momento crítico de su desarrollo y que pueden comprometer seriamente la formación de su personalidad. Y consecuentemente, la sociedad, de la que emanan las leyes y forma de hacer justicia, castiga esa conducta.

El caso es que, ahondando en las causas y atendiendo a los resultados, surgen dudas y preguntas que, en el contexto del amor, no tienen respuestas o nos ofrecen explicaciones insatisfactorias. Si ese hombre y esa niña hubieran continuado sus relaciones libremente consentidas y aceptadas, ¿qué habría pasado? ¿La personalidad de la niña hubiera resultado tan dañada como resultó serlo tras haberse hecho justicia? ¿Habría madurado y abandonado al hombre al encontrar más adelante otras relaciones entre iguales? ¿Habría soportado el hombre el posible abandono de la niña ya hecha mujer? ¿Habría sabido amarla, protegiéndola y respetando su evolución?

De situaciones similares disponemos de ejemplos en diferentes épocas, incluida la actual, y diferentes culturas. Niñas entregadas en matrimonio a hombres mayores, por no mencionar los casos aún más denigrantes de su venta y prostitución. Y nos estamos refiriendo a situaciones bien diferentes en lo esencial al tema planteado, en las que el abuso se produce en contextos inhumanos de coacción y violencia.

Nuestra sociedad ha percibido un peligro en estas conductas. Y se han dictado leyes. Se trata de proteger al más débil, en este caso la niña, y castigar la conducta impropia del adulto, calificada como delictiva.

El asunto es que, aunque socialmente parece darse ejemplo y un aviso claro para navegantes, nos topamos con que, en realidad, no se resuelve el problema, no se recompone el estado emocional, ni restablece la dignidad, ni promueve una vida más sana y equilibrada para los protagonistas. La niña se hace adulta con un amor enfermizo, angustioso, dependiente y obsesivo; el hombre arrastrará su confusión y miedo, su sentimiento de culpa, su amor reprimido, tratando de rehacer su vida, organizar una familia, conseguir estabilidad económica y granjearse la aceptación social.

Pero los sentimientos profundos, irracionales, laten en las almas de ambos y sus vidas son frágiles, barcos de vela abandonados a las aguas de un océano inabarcable, conviviendo con problemas no resueltos que exigen soluciones en el encuentro de muchos años más tarde, sedientos de explicaciones, asustados, tremendamente heridos y maltratados. Huir parece una solución tentadora, ¿pero cómo hacerlo arrastrando ese lastre profundo en sus bodegas? Quisieran desposeerse de tanta carga, pero adivinan que les acompañará ya toda la vida.

La obra, llena de matices y bellas metáforas, no nos regala respuestas ni hace juicios de valor. Cada espectador, pienso, buscará las suyas. El caso es que ese pájaro negro del pasado seguirá sobrevolando la vida de estas personas posiblemente para siempre.

¿Qué decir –más allá- de la dirección de Carlota Ferrer? ¿Qué comentar de las interpretaciones de Irene Escolar y José Luis Torrijo? Pues, sinceramente, que han conseguido hacer algo realmente de excepción, muy difícil, muy artístico, sin concesiones ni guiños gratuitos en un planteamiento exigente, muy bien arropado con el diseño escenográfico, de iluminación y del espacio sonoro. Nada que objetar y sí agradecer el recurso a la imagen cinematográfica tanto en el inicio de la sesión como al final de la misma aportando un matiz actual y trayéndonos la situación hasta la butaca del teatro, envolviéndonos en las imágenes amplificadas.

Nada, como digo, que objetar y sí mucho que agradecer y aplaudir en una tarde de teatro con menor afluencia de la deseada y merecida -¡ay, el fútbol y la tentación callejera del buen tiempo!-, pero con todo el reconocimiento de todo el público a un trabajo que nos devuelve la dignidad como espectadores tratándonos como adultos libres, sin monsergas, juicios morales o moralejas. Más aplausos.

González Alonso

Nota:

«Blackbird» es una canción de los Beatles compuesta por Paul McCartney y grabada en el album doble blanco en 1968. Paul confiesa que al componerla no había pensado en un pájaro, sino en una mujer negra y como homenaje a cualquier mujer negra en el contexto de las luchas raciales de esos años en Estados Unidos de América. Ha pasado a convertirse en un símbolo representando la muerte con el color negro y la vida mediante el pájaro, la lucha entre la vida y la muerte. Cualquier pájaro negro, mirlo o cuervo, se entiende de este modo como los sucesos traumáticos y penosos de nuestra existencia y la lucha por superarlos.


13 Respuestas to “Blackbird, de David Harrower”


  1. 1 magdalena
    mayo 3, 2018 a las 18:50

    Gracias a ti, Julio, por tus extraordinarias respuestas. «mayor, pero no maduro». Razonable y veraz sentencia.
    Recuerdo ahora una frase de Almodóvar : «El deseo es algo irracional por el cual uno siempre tiene que pagar un alto precio»
    Desde Palmeira, salud.

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    • mayo 3, 2018 a las 19:38

      Tengo localizada la película… Por lo demás, creo que lo importante es aprender a madurar y vivir de acuerdo con la edad. En mi profesión (en la Enseñanza) era difícil hacerse a la idea de que mientras tus alumnos tenían año tras año la misma edad… tú envejecías. Luego, pasados los años y en reencuentros esporádicos con exalumnos, me sorprendía con los cambios y me costaba mantener una relación de igual a igual, pues siempre me veía como profesor aunque tuviera delante a personas hechas y derechas, con su familia, hijos, profesión. Tenía que hacer un esfuerzo grande para establecer una relación de tú a tú. Me pasa lo mismo con mis hijas… y me parece que a ellas conmigo, aunque es un poco diferente en el trato familiar.
      Abrazo y salud.

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  2. mayo 1, 2018 a las 22:35

    Muy buenas respuestas para tan interesantes y bien formuladas preguntas.
    ¡Cuántos mayores sin madurar andan sueltos…! Lo mismo que adolescentes precoces. Y procaces…
    De los primeros se vio un buen ejemplo en la película “Doce años de esclavitud”, emitida ayer por la Primera Cadena. Aunque ya la había visto, ayer me pareció todavía más dura que la primera vez.

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    • mayo 2, 2018 a las 13:28

      Me perdí esa película, pero la recuperaré y la veré. Por lo demás, me temo que son demasiados los adultos inmaduros, sobre todo hombres, que andan sueltos; algunos, además, con trastornos tan graves que les llevan a ejercer una violencia brutal contra las mujeres. Sospecho que son incapaces de asimilar los cambios sociales que se están produciendo, seres inadaptados que reaccionan de tal modo que la vida que no entienden se convierte en su enemigo. Superar toda esta violencia y erradicar la lacra de los asesinatos y los maltratos supondrá un largo camino de lucha de las mujeres… y los hombres.
      Salud.

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  3. mayo 1, 2018 a las 22:07

    Querido Julio:
    Ayer tarde encontré en el buzón tu libro “Testimonio de la desnudez”. Gracias por el bonito detalle y la preciosa dedicatoria. Lo que no entiendo es haberlo recibido tan tarde si el sobre trae fecha del 19 de abril. Lo más probable es que la persona que sustituyó al conserje durante unos días lo haya tenido retenido. No encuentro otra razón. Lo leeré en cuanto termine el puente y escribiré una reseña hasta donde mis alcances lleguen.
    Ah, tienes una letra preciosa.
    Un abrazo y salud.

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    • mayo 2, 2018 a las 13:33

      Amiga Carmen:
      Será como dices y las fechas festivas y de «puentes» no habrán favorecido la llegada más puntual del libro. Lo importante es que ya lo tienes y todo lo que cabe esperar, en mi caso, es que sea de tu agrado. Lo de la letra… tiene remedio, pero me da un poco de pereza. En la escuela escribíamos con pluma de palillero y tinta, hacíamos una letra ligada impecable. Los años hacen que perdamos las buenas costumbres.
      Un abrazo y salud.

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  4. 7 magdalena
    abril 29, 2018 a las 21:43

    Hola Julio:
    Me encantaría saber responderte como te mereces porque escribes extraordinariamente bien,pero el tema que has expuesto es muy complicado de contestar. Al leer todas las preguntas que te haces sobre la evolución de la dispar pareja (dispar,en cuanto a los años se refiere) me ha creado un dilema. ¿Puede ser amor en diferente plano? ¿la personalidad de la niña sería diferente de ocurrir de diferente manera el desenlace? ¿es posible que él sea también victima de su propio afecto hacia la persona equivocada por su incompatibilidad en el tiempo?. Dejo aquí la disyuntiva que mi cabeza no sabe argumentar.
    Saludos palmeiráns, apreciado Julio.

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    • abril 30, 2018 a las 00:31

      Hola, Magdalena:
      ¡Ya me gustaría a mí tener respuestas para este dilema! Desconozco los límites del amor, pero lo que sí sé es que la manera de vivirlo y experimentarlo una persona de corta edad, niño o niña, es diferente a como lo hace una persona adulta. No niego el valor del sentimiento y la fuerza del afecto en ninguno de los casos, pero la personalidad en formación del joven experimentará de manera traumática aquello que está más allá de sus posibilidades porque lo que recibirá no estará de acuerdo con sus expectativas. Hace falta tiempo, experiencia para madurar e integrar todos los cambios. Hace falta conseguir un desarrollo armónico y equilibrado. Podría vivir su amor de manera menos perturbadora con alguien de su edad; el deseo de ser mayor, de participar de las libertades de los mayores, de crecer… es fuerte e ignoran la realidad del adulto porque la idealizan. Esto es lo que debe comprender el adulto… si es verdaderamente adulto. Es muy tentadora la oferta de amor de un joven, pero el adulto que cae en esa tentación pienso que es mayor, pero no maduro, y es incapaz de calcular el daño que hace y se hace a sí mismo. En ese sentido, como dices, también es víctima de su propio afecto.
      Buenas preguntas. Agradezco tu saludo y las reflexiones que dejas a través de los interrogantes propuestos.
      Salud.

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  5. abril 26, 2018 a las 23:00

    Estimado Julio:
    Como siempre, tu crónica resulta magnífica. Sin embargo, por muy buena que sea la crítica, es un tipo de espectáculo que no iría a ver. Tal vez un caso real que conocí muy de cerca, cuando casi estaba recién casada, haya influido en mi perspectiva del tema.
    En mi cruda historia, la protagonista era la propia hija del violador. Y su mujer- madre de la niña- estuvo consintiéndolo durante doce años (hasta que la hija cumplió veinte). La razón que adujo en su declaración es que el marido no se acostaba con ella si antes no lo hacía con la hija. Alucinante.
    Conocí a la muchacha cuando contaba veinte años -a raíz de hacerse públicos los hechos- y puedo asegurar que parecía el espíritu del hambre: más que una muchacha de su edad semejaba una viejecita anoréxica. Será por eso que las Lolitas, Viridianas, Justines… me hayan dejado un gusto desagradable y amargo. No me ocurrió lo mismo con el relato de Colette, “Gigi”, especie de novelita rosa que en cierto sentido me recuerda la película “Desayuno con diamantes”, protagonizada por Audrey Hepburn, mi actriz favorita con la que me encontraban un gran parecido. Lo cierto es que en un viaje que hice a Madrid coincidente con la proyección de la película Sabrina, me pararon en la calle para pedirme un autógrafo.
    Estos días apenas tengo tiempo de acercarme al ordenador, pues me liaron para tomar parte en varias actividades destinadas a amenizar la semana del mayor y en ello ando.
    Esperando tu próximo poema.
    Salud y un abrazo.

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    • abril 27, 2018 a las 10:31

      Amiga Carmen:
      Reconozco que el tema resulta duro y difícil de enfrentar; en el supuesto que me señalas, casi imposible. Pero también es verdad que plantearlo, exponer la crudeza de esta realidad que convive con otras en nuestra sociedad, es un ejercicio necesario y espero que, a la larga, útil para su erradicación. No me parece bueno esconderlo ni airearlo de forma ligera o banal. Éste, como otros temas tales que el suicidio, puede ser considerado tema tabú pero desde el silencio puede hacerse muy poco para intentar resolverlo o, al menos, paliarlo en gran parte.
      Conozco a una mujer americana que ha sufrido esta situación y que encaja con la que conoces y describes en tu comentario; largos años de calvario, trastornos de toda clase y una vida angustiada y condenada a la infelicidad. Ahora, después de muchos muchos años, ha dado un paso al frente y ha publicado un libro terrible y hermoso en el que a base de viñetas creadas por ella misma expone y denuncia los abusos a que fue sometida y la reacción de la sociedad, policías y jueces, familiares y personas próximas, haciéndola sentir culpable en lugar de víctima a la que comprender y ayudar. Bastante terrible. Y, sin embargo, me admira la actitud positiva ante la vida que derrocha en sus dibujos y las ganas de aprovechar de ella lo que de bueno le queda.
      Siempre un placer leer tus comentarios, Carmen Un abrazo.
      Salud.

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  6. abril 22, 2018 a las 13:50

    Interesante todo lo que cuentas de esta obra, Julio. Por lo que veo, actual, de siempre. Gracias por darla a conocer. Un fuerte abrazo. Feliz domingo.

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    • abril 22, 2018 a las 17:40

      Como bien dices, amiga Julie, un tema muy actual y muy de siempre; pero el tratamiento huyendo del adoctrinamiento y el tono moralizante, hace que todo el peso de juzgar o no, replantearte una postura, criticar o intentar buscar algún tipo de solución, recaiga en en ti como espectador, tomando parte de manera activa. Las interpretaciones de Irene Escolar, que ya me había impresionado con el papel de Juana la Loca en «La corona partida» dirigida por Jordi Frades, y de José Luis Torrijo, actor habitual de televisión y protagonista de numerosas películas, hacen posible una representación así. Un abrazo. Salud.

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