-Si te ofrezco el cuello, ¿seré cobarde?
Teseo:
-No, Minotauro. Algo me dice que podrías combatir y no quieres. Te prometo herir bien, como se hiere a los amigos. (Los Reyes.- Julio Cortázar)
Teseo, el que va a morir no es hijo de la muerte
y lee su destino en las paredes del laberinto;
te espera con la testuz aprestada para el golpe
de tu espada bruñida en el sol de Tesalónica.
Llegaste en tu arrogante nave a las costas de Creta
y las mujeres te ofrecieron vino y miel y un lecho a la sombra;
pero tus ojos sólo buscan a Ariadna en sus miradas
para ofrecerle el doble sacrificio del amor y la muerte.
En tu cuerpo los músculos son como la cuerda de un arco
fatalmente tensada en sus extremos anudados
y tu mano reposa sobre el pomo de la espada
en una caricia fría de temerosos presagios.
El que va a morir te espera y sabe que llegarás
dispuesto a cubrir de gloria tu juventud temprana;
pero no opondrá su fuerza, entregado a los cretenses
que compartieron a su lado los amorosos días.
Llegas repitiéndote insensatas sentencias y augurios
sobre el destino
del Toro que guardaba Ariadna en su pecho,
y rasgarás su túnica para anudar el largo cordel
que ha de llevarte al centro del laberinto.
No han de oír los dioses el lamento de la muerte
cuando el suave belfo humedezca la tierra
y todo el aire se contendrá cuando tu espada silbante
busque la sangre del noble cuello vencido.
Qué victoria has de contar para tus pocos años;
¿ no ves a los jóvenes y las mujeres llorando?,
¿ no ves qué tristeza sin límites traen las olas del Egeo
hasta las costas de Atenas?
Ay, qué laberinto has desatado hoy en Cnosos
que los cretenses van y vienen con los ojos arrasados en lágrimas
y te ofrecen las dulces uvas de los héroes.
Mira cómo Ariadna sólo escucha lo hondo de los cielos,
las palabras de su hermano, con los brazos tendidos
a lo largo de su cuerpo desnudo, y llorando su muerte
saluda tu juventud demoledora y fulgurante.
Antes de nada sabías que habías de matar al Toro
y te hubiera resultado más fácil si al menos hubiera luchado
o al inclinar su testuz no te hubiera mirado
con su mirada dulce y poderosa.
González Alonso
*Publicado en el libro «Lucernarios» (Ediciones Vitruvio.-Colección Baños del Carmen, Madrid-2016)
Alonso, me alejé del texto e inmediatamente volví a leerlo otra vez.
¿Me permitís colgarlo en mi blogs?
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Amiga Mónica:
Para mí será un honor poder ocupar un pequeño espacio con estos versos en tu bitácora Fondoscuro. Cuenta con ello. Me gustará leer allí el poema Teseo en Cnosos. Con un abrazo.
Salud.
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Excelente, Alonso, esos versos «No han de oír los dioses el lamento de la muerte
cuando el suave belfo humedezca la tierra» me parecieron magníficos.
Saludosssssss
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Mónica:
Te agradezco muy mucho la lectura atenta y amable de estos versos que, a diferencia de otros sobre temas más cotidianos e íntimos, pasan más desapercibidos. Con un abrazo.
Salud.
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Es un poema un poco extenso, pero el tema es tan interesante que no me he resistido a desarrollarlo con más palabras de las que, tal vez, hubieran bastado. El hecho de comentarme que ni quitarías ni pondrías nada me llena de contento y me da cierta tranquilidad. Lo dejaré así. Con las gracias por tus palabras y un abrazo.
Salud.
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Un poema muy bien trabajado y de un resultado redondo. Me gusta, no le quito ni le pongo una sola palabra.
Una abrazo, amigo.
Perfecto
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Pues no sé cómo olvidé contestar a tu amable comentario, amigo Perfecto. A pesar de los años pasados, vaya siempre mi agradecimiento. Salud.
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Me alegro Julio que estés de acuerdo en el comentario sobre Rafa Nadal, publicado por mí en Diario de León.Gracias
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Yo me alegro, Alfonso, de coincidir en la opinión sobre este gran deportista y de que lo hayas planteado públicamente de manera tan clara y sincera.
Salud.
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