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Café chino. Ira Lewis.- Teatro del Conservatorio de Música Andrés Isasi (Las Arenas.-Vizcaya). Sábado, 17 de diciembre de 2011.
Haría falta algo más que café chino para espabilar y despertar esta obra de teatro y hacerla, a su vez, atractiva, sugerente, interesante o, simplemente, entretenida para el espectador que, en este caso, sí es sufrido.
El texto de Ira Lewis, con todos los respetos, toca un tema interesante (pienso que no hay malos temas, sino solamente malos tratamientos de los temas), pero de manera fallida. La historieta de dos amigos, un escritor hipocondriaco de mediana edad y un fotógrafo algo más que maduro que no encontró en la fotografía la vida artística plena que la primera vocación por la literatura le negó, se desarrolla durante noventa largos minutos sin la grandeza de la tragedia ni la grandeza de lo cotidiano. Un discurrir plano de la acción con algunos ramalazos de brillante ironía para merecer, por decir algo, el título de tragicomedia. Naturalmente, toda la enjundia de la obra se desenvuelve alrededor de todos los tópicos que sobre los artistas, en general, y sobre los escritores, en particular, pueda uno imaginar. La pobreza exenta de aureolas bohemias, la frustración, el fracaso, envidia, celos, depresiones, ataques de histeria y la profunda y cada vez más lejana esperanza de convertirse en autores de culto.
El teatro, cuando lo es, exige algo más que unos actores parloteando en un decorado. Esta obra de teatro se puede ver con los ojos cerrados y, si no te duermes, no te pierdes nada.
Como no me gusta abundar en lo negativo de las cosas, voy a dejarlo aquí tal y como está para destacar lo más notable de la dirección de Begoña Bilbao. No sé, la verdad, qué otra cosa o qué más podría hacerse con este texto desde el punto de vista de la dirección; salvo haber resuelto la acción profundizando en la personalidad enfermiza de los personajes y sus conflictos para llevarlos a alguna situación extrema, un suicidio a dos o algo así, no sé… o algo menos dramático, pero más creíble que ese final sin final, en el que Ira Lewis no sabe qué hacer, se le encoge la mano y deja de escribir dejando, a su vez, que sus personajes se vayan de escena y de su obra definitivamente, tal y como vinieron. Tengo la impresión, en fin, de que tal y como está planteado el trabajo, puestos los dos actores sobre el escenario, la cosa se ha limitado a decidir muy poco y dejar rodar el texto con el buen hacer de los intérpretes. Porque, justo es reconocerlo, la dedicación, profesionalidad y empeño de Manuel Galiana y Asier Homaza, merecen un cariñoso aplauso; no se puede hacer mucho más de lo que hicieron y la obra se hace soportable hasta el final sólo gracias a su soberbia actuación en una interpretación realmente notable.
Quede así y aquí, por tanto, el testimonio de una tarde de teatro desabrida y fría en cuanto a la meteorología prácticamente invernal que pareció apoderarse de la sala, pequeña, acogedora y coqueta, del Consevatorio de Música Andrés Isasi de Las Arenas.
González Alonso
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… cualquier lugar del blog es bueno, amigo Julio, para dejarte/dejaros mi saludo; que este, ya, 2012, sea saludable para todos, pero me temo que sea difícil; un abrazo fuerte; a. justel/orión
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Cualquier lugar es bueno, amigo Antonio, para contar con tu inestimable presencia. Con los mejores mismos deseos para este 2012 que ya pisamos. Un abrazo.
Salud.
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