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El caserío, de Jesús Guridi – Teatro Arriaga de Bilbao

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El caserío
Jesús Guridi

Libreto de Federido Romero y Guillermo Fernández-Shaw
Dirección de escena: Pablo Viar
Dirección musical: Miguel Roa

Teatro Arriaga
Bilbao
28 de junio de 2013

La zarzuela es un género teatral con vocación de ópera –alguna, como Marina de Emilio Arrieta, lo es- sumergida en el costumbrismo. Todos los tópicos,  tradiciones y creencias, acostumbran a desfilar por sus canciones y las partes habladas del libreto, de manera prácticamente exclusiva, en torno a un argumento en el que se repite una historia de amor y enredo con final feliz.

Dicho lo anterior, El caserío del maestro Jesús Guridi  no es la excepción, o de lo contrario me temo que no estaríamos hablando de una zarzuela.

Tiene un gran mérito este género peculiarmente español que nos ofrece retratos estereotipados de una sociedad de finales de siglo XIX y principios del XX, con ánimo de entretenimiento y exhibición orgullosa de sus valores. En este caso, la idiosincrasia vasca hace alarde de sus características a través de las danzas, el deporte tradicional, la religiosidad y las costumbres rurales próximas a lo urbano. La historia de amor lo es también hacia la tierra y los ancestros en el cuerpo, piedras y muros del caserío familiar. Así, para que éste y cuanto representa no se pierda, su dueño hace lo posible e imposible para casar a sus sobrinos, la joven y bella Ana Mari y el fuerte y apuesto joven pelotari José Miguel. Una boda entre primos que pasa antes por la posibilidad de que sea entre tío y sobrina en la estratagema urdida por el propio tío para desencadenar el compromiso y la declaración de amor de sus sobrinos, que es lo que verdaderamente deseaba. Una costumbre que podría calificarse de incestuosa y que era bastante frecuente a fin de salvar el patrimonio de la herencia familiar.

Me satisface haber podido presenciar y disfrutar esta zarzuela en su esencia, es decir, tal y como fue ideada y representada en su estreno hace 85 años. Pero esa puede ser también la mayor crítica que cabe hacer sobre la misma. Porque la recreación de una zarzuela puede tener un valor documental y testimonial, como es el caso, o puede convertirse en ocasión de afrontar una recreación actual, artísticamente hablando, respetando su esencia y razón de ser costumbrista.

No se puede dudar de la indisimulada satisfacción de la parroquia que abarrotaba el Teatro Arriaga ante el despliegue de recursos culturales y tradicionales desplegados a lo largo de la representación con algunos guiños a los tiempos actuales bien traídos y oportunos y otros bastante desafortunados, excéntricos y pueriles. Entre los primeros pongamos el intento de euskaldunizar en parte algunos pasajes hablados o el uso popular y coloquial del español tocado irónicamente por un pronunciado acento vasco; en el segundo caso llamaría la atención esa ramplona y desacertada decisión de hacer desfilar a un grupo de figurantes con la camiseta del club de fútbol bilbaíno, entre otras.

Pero, en mi opinión, lo peor de todo es haber perdido la oportunidad de interpretar El caserío con más ambición y altura de miras teatrales y artísticas; convertir esta pieza de zarzuela en algo de hoy profundizando en una nueva estética de la puesta en escena, subrayando lo esencial del costumbrismo sin caer en lo chabacano y simple folclore.

El primer acto, presidido por la fachada monumental y pesada del caserío, pecó de acartonado y rígido. A todo el movimiento de escena le faltó aire, naturalidad, y estuvo carente de intención. Las piezas bailadas o las exhibiciones deportivas mostradas resultaron artificiales y nada creíbles. Cabalmente, se tradujo en una sucesión de secuencias y actuaciones, que, una tras otra e individualmente, tuvieron su mérito; pero que no formaban una unidad o conjunto. Todo apuntaba al aburrimiento.

El segundo acto supuso una mejora apreciable en el tratamiento de la acción y el espacio escénico con una meritoria gestión del papel del coro. Las sombras reflejadas sobre las paredes del inmenso frontón y el movimiento bien conjuntado de los actores congelando la acción en medio de las partes cantadas para darle continuidad después, haciendo una narración paralela, resultó muy eficaz y acertado. Se respiró otro ritmo y el desarrollo de la obra empezó a cobrar entidad e interés, mermado puntualmente por algunos de los guiños a la actualidad anteriormente mencionados que, por su mal gusto y extemporaneidad, sacaban al espectador del interés por la obra.

El tercer acto fue una mera continuación del segundo con un breve pasaje que nos recordó lo desacertado del primero.

Lo mejor, sin duda, fueron los cantantes y la Orquesta Sinfónica de Bilbao. Destacar la preciosa voz de Ainhoa Arteta que dio vida al personaje de Ana Mari, la magnífica actuación de José Luis Sola en la representación del pelotari Jose Miguel y, aunque con muy poca parte cantada, la estupenda interpretación vocal de Loli Astoreka en el papel de Inosensia, sin desmerecer para nada el resto del reparto que encabezaba Javier Franco en el Tío Santi. También hay que mencionar el muy meritorio trabajo, elegante e impecablemente realizado, del cuerpo de baile que dio vida a las diferentes danzas, las parejas de bailarines de Aukeran. Me gustó mucho, también, el trabajo de iluminación y, fiel a la esencia de la zarzuela representada, todo el vestuario.

Una tarde –resumiendo- agradable y agradecida por un público entregado de antemano a una zarzuela con todo el sabor de las más vetustas raíces vizcaínas. Un marco incomparable, el del precioso Teatro Arriaga, para acoger esta obra a la que por muchos años, pienso y espero, no le van a faltar seguidores entusiastas.

González Alonso


4 Respuestas to “El caserío, de Jesús Guridi – Teatro Arriaga de Bilbao”


  1. 1 Pilar.
    julio 1, 2013 a las 22:24

    De acuerdo, sigue en tu línea que por eso no vamos a discutir, pero no me negarás que ya nada es ni será lo que era, a eso me refería.
    Julio, siempre nos quedará la Poesía para rememorar y revivir emociones, pasiones, desencuentros y todo lo que una vida conlleva.

    Me abrazo a tu abrazo, con buena Salud.

    Me gusta

  2. 3 Pilar.
    julio 1, 2013 a las 14:53

    Buena crítica la que haces, amigo Julio -con su cal y su arena-. Y para más inri, al pan pan y al vino, vino.

    El teatro de hoy es para disfrutar y quedarse con los trozos buenos -si los hay- y… ya está. Así lo siento yo desde tiempos ha, pero no me resigno. Cómo no se darán cuenta , con la de ensayos que harán para preparar obras tan buenas y meter cosas tan chabacanas. ¡Ay, si sus autores levantaran la cabeza!

    Mira, Julio, cuántas veces en Barna cayeron en mis manos Obras de Teatro de autores clásicos y me lanzaba a verlas, peee-ro…cuando leía: adaptación de fulano o mengano, el gesto se me cruzaba, aún así iba al teatro y no me equivocaba, salía desilusionada.
    Cuando intentan hacer una adaptación de los clásicos a los tiempos actuales lo prosaico y vulgar prevalece en casi todas. Lo tienes asegurado.
    Últimamente aquí en León fui a ver «El diálogo de los perros» de Cervantes, ufff…Fíjate si en esa obra hay un buen tema para desarrollar. Es precisamente una critica social (de marcado realismo, en aquellos tiempos y en estos). Pues tampoco, cáete de espaldas. ¡De pena!

    Julio, esto es como las lentejas…

    Un abrazo y Salud.

    Me gusta

    • julio 1, 2013 a las 19:41

      Me encanta la oportunidad que me brindas de hablar de teatro. Tus observaciones son muy oportunas y convincentes.

      Debo decir, en honor a la verdad, que me gusta hablar bien de los espectáculos que tengo ocasión de disfrutar y que casi nunca encuentro motivos de queja. En general siempre encuentro actores y actrices soberbios, muy profesionales, así como directores de escena con buenas ideas y bien arropados de especialistas. Pero, como en todo, siempre hay excepciones.

      También debo reconocer que cuanto dejo escrito corresponde a mi particular manera de entender el teatro y que, con seguridad, podría encontrarme opiniones muy diferentes con criterios diferentes. Incluso es muy posible que mi visión crítica no coincida con la de personas más cualificadas que hacen de la crítica su profesión. Son cuestiones que no me importan demasiado y si tal cosa ocurriese estoy dispuesto a tratar de entender las razones de los demás y aceptar mis errores en lo que fuese. Puedo decir, eso sí, que me guía una sinceridad que espero no resulte gravosa u ofensiva para nadie.

      Es mucho mejor y me siento mucho mejor cuando encuentro un espectáculo sorprendente, interesante y bien realizado, en el que las cosas positivas pesen abrumadoramente sobre los pequeños fallos. Pero… en esto como en lo anterior, siempre puede haber también una voz disonante, un punto de vista diferente, otra crítica. Y también -si está hecha desde el respeto y la mejor intención- me parece respetable.

      Gracias, Pilar. Veo que coincidimos en bastantes aspectos de la crítica, así que no encuentro puntos sobre los que debatir o intercambiar opiniones. Con un abrazo.
      Salud.

      Me gusta


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