Una casa de muñecas
Producción del Teatro Arriaga (Bilbao)
Auditórium municipal de Leioa (Vizcaya)
10 de marzo de 2017
Son de agradecer y aplaudir el entusiasmo y la profesionalidad del cuadro escénico, así como la loable intención de Revueltas y Mirou de acercarnos al dramaturgo noruego Henrik Ibsen (1828-1906) y su “Casa de muñecas”. Pero no puedo dejar pasar por alto algunas críticas y opiniones personales sobre el resultado final del intento.
Digo que, salvado el aspecto de la interpretación con una nota alta, la obra “Una casa de muñecas” sobre la “Casa de muñecas” de Ibsen, se resiente en muchos aspectos y en otros muchos consigue meritorios aciertos. Así, la parte del trabajo que se desarrolla en un plano argumental actual y realista, dejando fluir la libertad expresiva cargada de naturalidad en las escenas de los debates sobre la obra a representar, se percibe pueril en el uso del lenguaje obsesionado con los genéricos en un los-las, todos-todas, hasta la estupidez “progre” del “les reunidos reunidas” y etc. etc. y, de igual modo, flaquea en el desarrollo ideológico desde un marxismo mal planteado o planteado como pretexto y un feminismo peor entendido. Las circunstancias precitadas provocan un distanciamiento muy pronunciado del calado de denuncia de la obra de Ibsen. La superficialidad, irracionalidad del intento estéril de sexualizar el lenguaje y convertirlo en algo para lo que no está hecho, así como la estulticia de las actitudes exhibidas y mantenidas dogmáticamente hoy día ante el problema de los roles sexuales y sus consecuencias para mujeres y hombres en su vida afectiva y social aparecen como una parodia salpicada de salidas ingeniosas y discusiones infructuosas frente a la hondura del texto original.
Si poner de manifiesto semejante brecha forma parte de las intenciones y objetivos del montaje, debo admitir que lo consiguen con total solvencia. El estado de la cuestión en la actualidad se refleja en su simplicidad con tremendo acierto al lado de la profundidad de los planteamientos y el discurso valioso para el debate de Ibsen en las postrimerías del siglo XIX. Digamos, pues, que todas las escenas preparatorias del ensayo de “Casa de muñecas” no pasan de ser una algarada huera y con poco sentido, llenas de las inevitables contradicciones y planteamientos erráticos y erróneos para encontrar el meollo de la cuestión y el fundamento dramático en las escenas y los cuadros de la obra de Ibsen que se representan como ensayos en la obra.
Dicho lo anterior y pasando por alto las concesiones y guiños al euskera, con la acertada denuncia de que “Casa de muñecas” no haya sido traducida todavía a esta lengua, igual que las alusiones al Teatro Arriaga (promotor de la obra) y otras circunstancias anecdóticas de carácter localista, hay que reconocer el indiscutible y meritorio trabajo de interpretación y la puesta en escena de una obra de texto y una duración importante. Hechos estos reconocimientos y agradecimientos merecidos, sólo puedo agregar que al salir del teatro lo hice pensando que, a veces, es mejor dejar a un lado las recreaciones e ir directamente al producto original.
González Alonso
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