Cervantina
Ron Lalá en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico
Teatro Serantes de Santurce / Santurtzi
29 de marzo de 2017
La ironía y la risa, hijas naturales del humor y hermanastras de la locura, fueron arma y bandera de Miguel de Cervantes en sus obras, particularmente en el Quijote, y herramienta al servicio de la “defensa de la libertad” que Ron Lalá convierte en virus cervantina con “ataques de risa inteligente, lucidez lúdica e ironía aguda” como síntomas más destacados, según sus propias declaraciones.
Cervantina tiene muchos aciertos; se trata de un ambicioso montaje armado sobre un soporte musical de canciones que enlazan y comentan la obra. Su ritmo resulta vibrante en un trabajo agotador para los actores y exigentemente grato para los espectadores. La recopilación de textos cervantinos y el repaso de la vida del autor de las Novelas Ejemplares son exhaustivos y oportunos; las adaptaciones al lenguaje de hoy están hechas con naturalidad, el trabajo creativo de los textos volcados por el grupo es excelente. Todo es de aplaudir. Pero me gustaría comentar que, mientras seguía el discurso de la obra teatral, pensaba que estaba escuchando y entendiendo a Cervantes tal y como lo escuchaban y entendían sus coetáneos, sólo que cuatrocientos años después. Me refiero a la inmediatez de lo que se decía, a su ubicación en la vida cotidiana; es decir, que los Ron Lalá han sabido leer a Cervantes para decirnos lo que hoy nos pasa y vivimos, o sufrimos.
No es la primera vez que Ron Lalá se ocupa del mundo cervantino. Hace unos tres años ya nos asombraron con el montaje “En un lugar del Quijote”. Si entonces como ahora digo que no se les puede poner ninguna pega, no exagero. Bueno, si hay que ponerles un pero, diré que se puede hacer bien, pero mejor, imposible.
Entre los recursos lúdicos desplegados introdujeron al público hasta en tres ocasiones, leyendo la gitanilla en las manos de algunos espectadores, haciendo tomar parte a todos en una canción acabando la letra de unas coplas de cabo roto y, finalmente, haciendo una encuesta para expresar lo que más nos pudre de nuestra sociedad. Curiosamente, las personas encuestadas apenas acertaron a balbucear alguna cosa que Ron Lalá encajó con buen humor incorporando al espectáculo las tímidas y desconcertadas respuestas para hacernos reír, una vez más, de nosotros mismos.
La interpretación, llevada a cabo por cinco actores que representaron todos los personajes (masculinos y femeninos, al más puro estilo del Siglo de Oro), sin caer en el sarcasmo, supieron acentuar los ángulos y singularidades de cada uno de ellos llevándolos, en ocasiones, hasta el esperpento al más puro estilo valleinclanesco. Y, al final, se nos ofrecerá el ansiado Parnaso alcanzado por Miguel de Cervantes, o Cerbantes tal y como él siempre escribió, acompañado de su propia maldición, que hasta en esto la fortuna le fue ingrata: pasar a la posteridad y ocupar la cumbre de la Literatura Universal, llenar nombres de calles y plazas, escuelas y universidades, así como la celebración de centenarios, sin ser leído, o leído muy poco, o mal leído. Cuestión, en fin, que vale la pena enmendar. Empezando por los espectadores. A tiempo estamos y dicho queda.
Está claro que esta pequeña crónica adolece de más y sesudas reflexiones sobre el fenómeno Ron Lalá y el virus Cervantina. Decir que me ha gustado y que aplaudí puesto en pie con ganas y agradecimiento el trabajo de este elenco teatral tan completo, puede parecer simplón, pero es sincero. Vaya, desde aquí, también mi reconocimiento y un consejo: déjense contagiar por este virus Cervantina que lo cura casi todo, sobre todo el adocenamiento y la incultura, tropiezos de eso que llamamos libertad, la que va más allá de acudir a las urnas a depositar el voto cada cuatro años. Sea.
González Alonso
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