Libertino
Compañía Marco Vargas y Chloé Brûlé
Teatro de Santurtzi (Santurce)
20 de octubre de 2017
Dirección, coreografía y baile: Marco Vargas y Chloé Brûlé
Textos e interpretación: Fernando Mansilla
Cante: Juan José Amador
Composición musical: Gabriel Vargas
No me gusta el flamenco. El actor, poeta y autor del texto lo escribía y decía y repetía desde el inicio del espectáculo. El actor, poeta y autor del texto poético bailado, tenía un problema con el ritmo; perdía el compás y la vida se le iba. Con una novia del Penedés se fue a Sevilla, y su novia, que entendía el ritmo de la vida, se fue con su profesor de baile flamenco, que era gitano aunque no lo era. Y el poeta, autor y actor, se quedó solo con el canario que, además, cantaba bien. Tuvo otra novia, que también bailaba flamenco mientras él escuchaba a todo volumen blues y rock and roll para sufrimiento y queja de los vecinos.
“Libertino” es un poema de la soledad y el pulso de la existencia en el cual los recuerdos nos empujan a abandonar “el dorado aislamiento” para “participar en el flujo de la vida”, conscientes de que “al fin y al cabo / somos el compás que llevamos”, en palabras de actor, autor y poeta Fernando Mansilla.
A mí, que tampoco me gusta el flamenco, me pareció un espectáculo de una ética y estética admirable; confieso que no sé dónde empezaba el baile flamenco y dónde terminaba la danza, el paso de ballet, el desgarro del gesto, en un lenguaje corporal y gestual apoyado en el ritmo del taconeo, las palmas, las percusiones sobre el cuerpo y los objetos. Y todo ello, cuando la música electrónica se desborda como una catarata arrolladora en forma de rock, se funde de manera hermosa y atronadora. Al final, ¿qué estamos viendo y sintiendo? Pues, sencillamente, la expresión del lenguaje poético de la música y la danza leyendo los versos de la vida. Algo mágico. La voz del cante se alza desnuda, rota y sola, sin apoyo instrumental; los cuerpos se apoderan del espacio y los objetos para despertar las emociones; un abanico es mariposa, amor, feminidad, sensualidad; una cacha es afirmación, masculinidad, firme ternura.
A mí, que no me gusta el flamenco ni intento dar unas palmas, me enamoró “Libertino” y el trabajo excepcional sobre el escenario del bailarín Marco Vargas y la bailarina Chloé Brûlé, la voz de Juan José Amador, el ritmo poético de Fernando Mansilla. Y, sinceramente, no me importaría volver a verlo y aplaudirlo.
El flamenco está asaltando el tablao, al menos en el Quebec , es muy apreciado. A mi me gusta y no me gusta. Aprecio la energía y pasión del bailador-ora, el compás del taconeo, el sonido de las manos o castañuelas, los trajes…la armonía en el todo. Pero no por mucho tiempo, lo encuentro un poco repetitivo. Por la transformación y mezcla de todos los ritmos en un sólo acto, lo encuentro innovador. No con la música clásica. Un abrazo Julio y buena semana.
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Gracias, Cecilia. No estamos en la obligación de apreciar cualquier arte, que los hay de nuestro gusto y otros no tanto. El flamenco es uno de ellos. A priori puede parecer que ser español lleva implícito el que te gusten el flamenco, la copla y los toros, y -naturalmente- no es así. Pero reconozco el valor del flamenco y reconozco que algunos cantes me conmueven. La obra de teatro, representación o espectáculo comentado es de una belleza plástica incuestionable.
Con un abrazo. Salud.
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Mi sobrina, una renacuaja preciosa, dice a menudo: «Ay, qué pena: con lo bonitos que son los tomates, ¿cómo es posible que no me gusten?». Con el flamenco me ocurre lo mismo: tengo una pena muy honda de no pillarle el punto, aunque sólo sea porque he vivido muchos años con un enamorado de Camarón y Morente… pero no hay forma. ¿Pero sabes qué te digo, Julio?: después de tu estupenda reseña, tengo muchas ganas de ver «Libertino». Un abrazo.
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No te defraudará, Carmen. Probablemente seguirás como yo sin acceder al punto de disfrute del flamenco, pero seguro también que apreciarás gran parte de su valor. A mí me merece todo el respeto del mundo, como otras disciplinas que no alcanzo a gustar, tales como la ópera (exceptuando las arias y otras partes cantadas o lo que es, en sí, la puesta en escena y coreografía) o gran parte del arte abstracto en cualquiera de sus expresiones, la música clásica actual a base de sonidos, tonalidades y «ruidos», etc.
Con un abrazo. Salud.
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