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El sermón del bufón, de Albert Boadella

El sermón del bufón
Albert Boadella

Teatro Barakaldo, 10 de marzo de 2018

La primera recomendación, que debería ir al final a modo de conclusión, es –si se puede- acudir a ver esta representación de Albert Boadella haciendo de Albert y de Boadella sobre las tablas. Por pura higiene mental. Porque resulta ser un refrescón terapéutico de primer orden para la limpieza emocional y la toxicidad de las ideas sociales progres o reaccionarias, abanderadas de consignas y pancartas de todo signo, sibilinas o esperpénticas, pero todas disparando en la misma dirección de la imposición del pensamiento único.

A todos hace bien esta medicina. Sales del teatro más ligero, liviano, con la sensación de haber descargado el alma de la pesada carga de las verdades absolutas de los iluminados que, cogiendo el rábano por las hojas, te obligan –puesto contra la pared de frente o espaldas- a sufrir el dedo acusador de la disidencia o a convertirte en palmero de sus estupideces. Muy recomendable, por descontado, para los nacionalistas de todo cuño, aunque estos salgan con un retortijón de tripas que les conduzca a ser sepultados en su propia mierda –con perdón-. Un ejercicio higiénico imprescindible.

¿Obra de teatro o conferencia? No sé. Unos verán una conferencia teatralizada, otros un teatro en formato de conferencia y habrá quien lo tilde de monólogo o algo por el estilo. ¡Qué más da! Lo importante, lo medular, es que Albert Boadella, a través de la conversación establecida consigo mismo desdoblado en el niño Albert y el adulto Boadella, pone de relieve mediante el tono burlesco o bufonesco adoptado como reto, desafío y respuesta a quienes lo tildan –especialmente desde Cataluña- de bufón entre otros insultos bastante más gruesos y vulgares. Asume el personaje del bufón capaz de denunciar lo que pasa y hacerlo por encima de las convenciones, usando el humor como pretexto –muy al estilo cervantino- para proclamar abiertamente las verdades incurables usando la broma que desde siempre disculpa al tonto, al loco y al borracho.

Boadella y Albert saben que el teatro es el arte de lo efímero, pues lo que sucede en el momento de la representación sólo permanecerá como una parte, más o menos deformada, en el recuerdo.

Albert y Boadella disparan sus críticas en todas direcciones: la represión franquista, los militares, la Iglesia, sus obispos y sus papas, los izquierdismos progres, los políticos y las políticas españolas, el rey, el arte modernista y los nacionalismos, estos últimos representados en el nacionalismo e independentismo catalán con alguna alusión al vasco, sin ahorrarse epítetos para definirlos, tales como tribu, chusma regionalista, régimen, y hacernos ver que cuanto él denunció y denuncia en sus obras es siempre superado por la realidad. A modo de ejemplo repasa las escenas del presidente Pujol, banquero corrupto y político aún más corrupto, que en compañía de sus hijos, siendo todavía niños, deja al descubierto el contenido de unos maletines negros con los que pretendían llegar a Suiza. Simultáneamente el mismo Pujol le recriminará al actor no ser buen catalán con los temas de sus obras y no pagar una pequeña deuda contraída por la compañía Els Joglars. Lo que se visualizaba en la pieza escénica Ubu President resulta ser un juego inocente comparado con lo descubierto a día de hoy sobre la actuación mafiosa de Jordi Pujol en lo personal y en el ámbito de la política de su partido.

Un episodio capital en la vida y obra de Albert Boadella resultó ser su encarcelamiento y la fuga del Hospital Clínico de Barcelona en febrero de 1978 a raíz de la puesta en escena de “La torna” que, contando la ejecución por garrote vil del apátrida Heinz Ches, explicaba la misma pena de muerte impuesta al joven anarquista Salvador Puig Antich en marzo de 1974.

A la sazón tuve ocasión de vivir estos acontecimientos en Barcelona. Si la detención de Puig Antich y su ejecución me conmovieron, la reacción ante la obra de Albert Boadella, su detención, juicio militar y fuga creo que me decidieron a formar parte del movimiento anarquista de aquellos años. Sin participar, por supuesto, de la violencia y la lucha armada. El ambiente generado en Barcelona tras aquellos acontecimientos era muy propicio para tomar decisiones como las que tomamos muchos jóvenes y entrar en organizaciones obreras como la CNT.

Pero volviendo a Albert y a Boadella, digamos que dejan clara su reivindicación, como actores, de engañar al espectador. A mayor engaño, mayor éxito. Este placer del engaño que disfruta el actor ante unos centenares de personas es incomparable al del político que engaña a todo un país, asegura Albert y corrobora Boadella.

Resultaría harto prolija la enumeración de virtudes puestas en escena y proclamadas desde el púlpito por el actor no muy bueno, estupendo dramaturgo y buen director que es Albert Boadella. Digamos, no obstante, que el final de la representación, o la conferencia o lo que sea, se cierra con la vuelta a la patria de la infancia; Albert Boadella rescatará del pozo de la edad ese cochecito de juguete, lo lúdico y lo lúcido de la vida, para regalarnos una única verdad que todos atesoramos en nuestros corazones, la mirada del niño que no podemos dejar de ser.

González Alonso


12 Respuestas to “El sermón del bufón, de Albert Boadella”


  1. marzo 18, 2018 a las 20:35

    Que puedo añadir que no hayan dicho ya los comentaristas anteriores, Julio. Escribas de lo que escribas es un placer leerte. Un abrazo.

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  2. marzo 16, 2018 a las 02:08

    A Boadella hubo un tiempo en que llegué a odiarlo porque me parecía bastante irreverente. Poco a poco fui entendiendo que “el humor es la forma más civilizada de expresar la tragedia”. Y “la mejor higiene mental”. Al menos el humor que él nos brinda. Lástima que no haya más artistas que con valentía e inteligencia dejen a descubierto las “falcatrúas” que cometen los personajes que rigen los destinos de una nación. Cuando quise ver “El sermón del bufón”, en los Teatros del Canal, ya no estaba en cartel. Menos mal que en Internet se le puede ver en teatro, conferencias y otras muchas intervenciones.
    Yo también compadezco a la persona que deja de ser niño.
    Tus comentarios, como siempre, magistrales.
    Salud y buenas noches.

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    • marzo 16, 2018 a las 09:32

      En lo de no dejar la patria de la infancia estamos de acuerdo y artistas como Albert Boadella nos lo recuerdan; cuando, además, lo hacen con inteligencia y honestidad son capaces de transmitirnos el lado más positivo de lo que resulta ser vivir, como es la superación del miedo y el respeto a uno mismo, que es donde empieza el respeto a los demás, sin traicionar la rectitud de nuestros pensamientos ni renunciar a los valores que nos hacen ser solidarios y avanzar socialmente. Nada de ello es posible sin un espíritu libre. Creo que Boadella lo es. Se puede equivocar y se equivoca en muchos aspectos, como todos nos equivocamos, pero siempre estará abierto al diálogo y el contrate de opiniones. Este hombre que se resiste a ser manipulado, orientado, arrastrado y utilizado, merece todos mis respetos por su valentía.
      Gracias por estar, amiga Carmen. Salud.

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  3. 5 magdalena
    marzo 15, 2018 a las 18:17

    Albert Boadella, es de los que se atreven a ponerle el cascabel al gato.
    Me ha encantado la crítica.
    Salud.

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    • marzo 15, 2018 a las 18:30

      Así es, Magdalena. Fiel a sí mismo, la trayectoria de Albert Boadella en su vida artística y pública ha ido chocando con todos los -ismos, y el peor de todos ellos ha resultado ser el nacionalismo catalán. El precio de la lucidez y la honestidad te lo hacen pagar caro. Nos hacen falta, pienso, muchas personas capaces de poner cascabeles a los gatos del miedo, la barbarie, la estupidez, los delirios y el egoismo, entre otros muchos gatos…
      Salud.

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  4. marzo 11, 2018 a las 14:00

    Cómo me gustan tus críticas de teatro y cómo te envidio al poder ir a disfrutar de estas obras. Es una de las cosas que extraño viviendo en el campo… Pero gracias. Si tengo ocasión iré a verla. Un fuerte abrazo.

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  5. marzo 11, 2018 a las 13:43

    Has escrito, como de costumbre, una excelente crítica. Me quedo con las ganas , y me lo apunto, de asistir al digamos sermón de un personaje tan entrañable como incómodo para quienes todo lo tienen claro.

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    • marzo 11, 2018 a las 13:53

      Yo salí muy relajado de la representación y saludablemente reconciliado conmigo mismo. Nos hacen falta muchos bufones así en la cultura y la política española para curarnos de muchos sarpullidos nacionalistas y sus progres reaccionarios a la cabeza de revoluciones de ricos y ambiciones de mediocres, así como de las tentaciones totalitarias del pensamiento. ¡Ay, aquel mayo del 68! Pero la nostalgia no mueve el mundo. Con mi respeto y agradecimiento, Alfonso.
      Salud.

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