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Amor eterno, de Fernando Labordeta


Fernando Labordeta

Intérpretes: Fernando Labordeta y Dita Ruiz

Teatro Municipal de Carboneras (Almería)
3 de febrero de 2018

El teatro no es grande ni pequeño. Es teatro o no lo es. Cuando los recursos escénicos de luz, sonido y decorados son grandes, el efecto producido es también mayor. Pero no hay recursos capaces de tapar una mala dirección o una desacertada interpretación. Cuando hay menos recursos, el efecto puede parecer menor, pero con una interpretación y dirección acertadas, la magia del teatro aparecerá siempre y contagiará al espectador. Luego, hay que considerar la consistencia del texto.

En el caso de “Amor eterno”, definido por su autor como “tragicomedia”, el texto no es una pieza de excepción, toca uno tras otro todos los tópicos de la vejez y se resuelve en un final poco afortunado que evoca a pieza de W. Shakespeare, “Romeo y Julieta” como remache a ese amor eterno que es el de toda una vida de un matrimonio humilde subsistiendo con una pensión humilde.

Pero si todo lo dicho anteriormente pudiera interpretarse como la falta de interés de esta pieza teatral, debo explicar que no es así. Estamos ante una obra que trata los problemas cotidianos de las personas mayores con humor y ternura; conecta con el público desatando la risa y la sonrisa y moviendo a la comprensión y el respeto de los sentimientos profundos revelados. En este aspecto, el texto fluye con soltura e inteligencia destapando sin amargura pero con la consciencia de la edad nuestra vida íntima, desposeída de disimulos o caretas. Y nos descubre una vida rica, llena de contradicciones en el camino difícil de amar y ser amado.

Esta tragicomedia de Fernando Labordeta que interpreta junto a la actriz Dita Ruiz, toca con acierto el tema de la soledad, la existencia gris y anodina, las lamentaciones, las sevicias de la edad con sus pastillas para todas las dolencias y el océano de los recuerdos en que termina el río de la vida.

Todos podemos identificarnos fácilmente y más o menos según la edad, con esta pareja de jubilados y años para perder la memoria que repite cada día sus rutinas, practican sus manías, viven sus frustraciones, se defienden de sus miedos, se necesitan y se odian, se quieren e incluso se aman evocando los tiempos pasados que siempre fueron mejores.

Así, un buen día, decidirán hacer un viaje a esos tiempos en la aventura de salir de casa para irse a pasar el día en la playa, con su sombrilla, sus bocadillos, la sangría, las pastillas y los recuerdos de los días felices entre los que aparecerán sus hijos jugando con la arena y entre las olas del mar. Por un momento ni su hija ha muerto prematuramente ni su hijo vive alejado de ellos en Alemania y podrán seguir evocando los días de pasión, de excitación sexual, de los sueños con los que dormir o morir, que, a la postre, viene a ser la misma cosa.

Lo dicho, el teatro siempre es teatro y siempre es grande hecho desde la honestidad y la profesionalidad. Y éste, lo es.

González Alonso


4 Respuestas to “Amor eterno, de Fernando Labordeta”


  1. marzo 11, 2018 a las 18:51

    Como de costumbre, poco puedo añadir al comentario de Palmeiralibre sobre tu texto: es un placer leerte, Julio. Por lo que sé en propias carnes (quizás porque ya no veo tan lejana la imagen de la jubilación), un día de playa, sangría y recuerdos con la pareja con la que tanto has compartido (en mi caso reemplazaría la playa por el campo y la sangría por la cerveza) puede dar para filosofar mucho sobre la vida y la muerte… Un abrazo.

    Le gusta a 1 persona

    • marzo 12, 2018 a las 09:22

      En mi caso, Carmen, escribo desde la edad de la jubilación y mirando más de cerca el panorama descrito en la obra de la que se trata; espero, no obstante, que ese filosofar al que aludes dure mucho y sea con salud, aunque yo no soy de playa a pesar de vivir al lado del mar, así que las filosofías tendrán que buscarse otros espacios. Muchas gracias y un abrazo grande.

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  2. marzo 10, 2018 a las 00:48

    Saliéndome un poco del tema, “la magia del teatro aparecerá siempre y contagiará al espectador” pero con más fuerza si la sala es pequeña. Un teatro de dimensiones reducidas resulta más acogedor que una sala de grandes dimensiones aun disponiendo de más medios. Al menos para mí. En una sala pequeña es como si sintieses de cerca las emociones de los intérpretes. En cierta ocasión asistí al estreno de una comedia de humor más bien negro en el Teatro Carlos III de Aranjuez. Éramos tan pocos los asistentes que al terminar la función acabamos tomando un pincho con los actores -cuatro en total- en un restaurante (no recuerdo cómo se llamaba) con motivos taurinos. A pesar de no acordarme del título de la obra ni del nombre de los actores (ah, sí, “Una pareja cualquiera”) recuerdo haber disfrutado mucho con el diálogo de la pareja protagonista.
    Tus reseñas son espléndidas. Después de leerlas te entran deseos de ver las obras que comentas con tanta erudición y sentimiento. Lo cierto es que inyectas poesía a cuanto escribes.
    Salud y abrazos.

    Le gusta a 1 persona

    • marzo 10, 2018 a las 12:10

      Amiga Carmen:

      Es muy interesante la anécdota que traes y las reflexiones expuestas respecto al hecho teatral. A mí me resulta penoso cuando en la sala estamos pocos espectadores porque casi siempre el trabajo desarrollado sobre el escenario se merece el aplauso de un público numeroso. Pero influyen muchas circunstancias, y una de ellas es la proyección que la televisión o el cine dan a los actores protagonistas. No es demasiado justo, pero es así. Me he tropezado con conocidos que asistían a la representación por este motivo, y no por la obra o su autor pues me manifestaron abiertamente su desinterés. Sólo deseaban ver al mito más de cerca, fuera de la pantalla del televisor. Es, en fin, con lo que debemos contar. Un poco triste. O mucho, ya que revela el nivel cultural y el sentido y calidad de las opiniones de un amplio sector de la población, bastante superficial.

      Seguiremos amando el teatro o cualquier arte, pese a todo, emocionándonos con lo sustancial y no con la apariencia de la fama. Abrazo y salud.

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