07
Feb
21

«Ruido de ángeles», según Florencio Gutiérrez Peña

Florencio Gutiérrez Peña, abogado y Doctor en Derecho con importante obra publicada en su campo, además de dar a la luz trabajos como “Sobre las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812” o el libro “Poesía”, publica en los foros de La Comarca de Gordón este artículo de manera simplificada que aquí reproduzco íntegramente, sobre el libro “Ruido de ángeles”. En este mismo cuaderno encontraréis una entrada sobre su obra y su persona: Florencio Gutiérrez Peña.

Ruido de ángeles

Descubrimientos y análisis de la obra por Florencio Gutiérrez Peña

El poemario de Julio González Alonso, titulado Ruido de ángeles, editorial Vitruvio, 2020, es un libro que, por su valor poético, está llamando la atención sobre sus versos. El volumen comprende una colección de 70 poemas, estructurados, ordenados y distribuidos en 4 rúbricas, a saber: 1. De los justos (15 poemas); 2. La vida me mira (19 poemas); 3. Compromisos (19 poemas); y, 4. Las otras inocencias (17 poemas). Anotemos, de paso, que otros libros del poeta son Testimonio de la desnudez y Lucernarios. Una parte de su poesía la conocemos en este foro desde 2007, si no me equivoco, cuando empezó a publicar poemas sueltos en este Rincón Literario, que hoy prestigia con 52 de su autoría, algunos de los cuales, cuatro, aparecen incluidos en el libro Ruido de ángeles.

 Como no soy filólogo, ni crítico literario, no tengo los conocimientos para hacer un análisis formal de textos, o de alta crítica teórica de ningún libro de poesía, y, por tanto, en este sentido, tendría que cerrar el pico. En verdad, de poesía sé muy poco, esto (tal como yo la entiendo): que no hay verdadera poesía sin emoción, sin hacernos sentir, sin hacernos pensar, si los versos no dicen cosas al conocimiento, al corazón y al alma. Al cabo, si no nos proporcionan una visión del hombre, de la vida y del mundo más rica. En lo que sigue, mi interpretación es personal y subjetiva, por tanto, en lo que digo, mera glosa sucinta, que no comentario, solo me expreso yo. Y no voy a hacer referencias a poemas, salvo unas pocas excepciones.

Dicho lo cual, a mi entender, Julio González es un poeta que no teje versos por juego o por entretenimiento propio, para pasar el rato o hacérselo pasar a sus lectores con resultado simplemente placentero, o que leídos deja tal cual al lector; no es una poesía decorativa. En su obra poética hay una meditación del mundo y de la vida, a la vez. En la selección de poemas que integran Ruido de ángeles, los versos del poeta, creo yo, son portavoz del espíritu de su autor y trasuntan una manera de ver y sentir el mundo, como escenario real, que le es propia, sin ser poesía confesional. Es una poesía anclada en la realidad, en el tiempo en que vivimos, en la vida inmediata, en el hoy y aquí, en el transcurrir del vivir, es decir, una poesía de nuestras vidas cotidianas, sin orillar la herencia emocional del tiempo pasado y las realidades interiores de su ser, que travesean el poemario, con versos espléndidos y, a veces, de serena conmovedora emoción, como, por ejemplo, en el poema Expediente 5 de junio. No hay retórica sino esencialidad de la palabra y estilo explícito. En el diseño constructivo de los poemas, en lo lingüístico predomina la sencillez y la naturalidad, con el uso de vocablos patrimoniales comunes, que posibilita una comunicación más directa y eficaz de la dicción poética, haciendo el canto asequible a todos (la poesía es comunicación), sin mengua de fuerza creadora, de significaciones, de precisión en la emisión verbal, ni de ritmo lírico. Cada poema tiene su motivo propio, su lenguaje, su colorido y su belleza. La conciencia de temporalidad, la señala el poeta cuando en el poema Os hablo a vosotros, dice: “Yo vivo en el tiempo de los péndulos de los relojes; yo os hablo con la lengua viva/de los días/de los calendarios…”.

Sin hacer inventario de los objetos poéticos, en Ruido de ángeles, a lo largo del libro, a mi ver, hay poesía testimonial, donde aparecen los elementos negativos de la historia, a ratos dramáticos: la violencia que nace del odio, la miseria, las migraciones, los refugiados, la guerra, la muerte, el fanatismo, etcétera; hay poesía elegiaca, lamentando las cosas que se pierden: la vida que se desvanece, la transitoriedad del tiempo, los seres queridos que desaparecen, la infancia, los recuerdos, la soledad, el olvido, los sentimientos, el inmutable eterno de la muerte…; hay poesía satírica, crítica descreída de lo absoluto y trascendente, como en el poema Asombro, donde se arremete contra “las mentiras que avivan la fe”, pues “los cielos son vacío negro de la esperanza/y la muerte es ya para toda la vida”; hay poesía cívica, entre más, en el poema Indignados; hay también entrevero culturalista, con referencias a Absalón, Miguel de Cervantes, Salvador Dalí, Leonard Cohen, Ruqia Hassan, o Amal Dunqul, o, con citas de los libros sagrados; en fin, otra presencia primordial, que sobrevuela el poemario, es la sonoridad lírica de unos alados ángeles, que dan título al libro (el poema Exégesis, empieza con el verso: “Oigo ruido de ángeles…”), y son como el hilo conductor que une la diversidad de los textos agrupados en el volumen.

Estos ángeles sin trompeta, la mayoría de las veces se muestran desprovistos de las cualidades de los espíritus angélicos y no cumplen con el mandato de santidad ética, de piedad y caridad, de acercamiento cordial al prójimo, de coadyuvantes de la justicia; siendo testigos de lo que pasa, empero, no actúan virtuosamente, celestemente, consolando, amparando o protegiendo la vida de las gentes desventuradas que viven y sufren el abismo de iniquidad y mueren sin dignidad, entre calamidades, amarguras y tristezas; ángeles que son descuidados, olvidadizos y distraídos, o están confundidos, o no ven, o andan extraviados; a veces, son ángeles tristes y estupefactos al ver a Dios secuestrado por los hombres, sustituido por los fundamentalistas de la fe y del terror, amargado, solo, insomne, silencioso, desolado, llorando junto a las víctimas de este mundo brutal secuestrado por los hombres; a veces, son malvados ángeles motorizados que vuelan sobre “los campos y las tierras”, y apuntan a la destrucción, dejando “caer bombas como espadas de fuego sobre los sueños”, como en el poema “Volar”; a veces, sin embargo, con luz enteramente humana, sin vestidura azul celeste, son “ángeles desnudos” que amándose “van y vienen y se abrazan silenciosos”; en alguna ocasión, como en el poema “Ángel mío”, último del volumen, es un ángel al que se le pide un exquisito favor: que dé “la ilusión que a vivir mueve”, y también, sol, para el día, amor, para los besos, y alas, para la libertad. En fin, ocasionalmente, el ángel es misericordioso, de “piadosa mano”. Para interpretar y comprender la actitud poética de estos ángeles, me remito a la lectura de cada poema en donde aparecen.

Veamos, por gusto poético, algunas alusiones a cosas que aparecen en motivos o temas de Ruido de ángeles (se darán las citas sin mencionar las referencias a poemas), son:

1) Crítica del poder: (“con cada bala/que fabrican/hacen un discurso en defensa de la paz/y del entendimiento”).

2) Critica de la política: (“las urnas de los votos son urnas funerarias/en las que caben los sueños/y las cenizas de las promesas”).

3) Sobre la miseria: (“el hambre por montera y por celada…”).

4) Sobre la guerra: (“con el espanto de la guerra en los ojos…”).

5) Sobre el dolor: (“el dolor insufrible”; “que este dolor sea el último”).

6) Sobre el fanatismo: (“el odio en oraciones”).

7) Sobre la vida que se desvanece: (“todos tenemos un amanecer que se nos escapa por la tarde del día”; “tal vez sea que la muerte nos visita mucho antes aún de que morimos”).

8) Sobre la transitoriedad del tiempo: (“antes de mirarme en el espejo vi el paso del tiempo”; “vida a la orilla del tiempo ya cumplido, agua de melancolía…”; “el óxido del paso de los años”).

9) Sobre la infancia: (“la vida me mira por el cerrojo de la puerta de la infancia”).

10) Sobre los recuerdos: (“dulce alientos de recuerdos”; “busco en los recuerdos cobijo”; “repasa los recuerdos”; aunque, a veces, es “memoria que sangra”).

11) Sobre la soledad: (“el plomizo peso de las soledades”; “mi soledad se agranda, hecha herida o ya muerte…”).

12) Sobre el olvido: (“duele el olvido”; “detrás vendrán los otros con el olvido…”).

13) Sobre los seres queridos o apreciados que desaparecen: (me remito enteramente a los poemas, Expediente 5 de junio, Elegía, Blanca Sandino, Ramón Ataz).

14) Sobre los sentimientos amorosos: (“miro con ojos de amor adolescente”; “el amor ya perdido, la imposible caricia”).

15) Sobre la esperanza: (“los cielos son vacío negro de la esperanza”; “la salvaje desesperanza”).

16) Sobre el inmutable eterno de la muerte: (“la muerte larga con su sombra oscura”; “la muerte es ya para toda la vida”; “lo cierto es el final”).

17) Sobre la libertad: (“Son jóvenes, orfebres de la libertad”).

18) Sobre referencias culturales: (ya mencionadas).

Acerca de la diversidad del carácter de los ángeles que sobrevuelan el poemario, vimos que:

19) Hay ángeles descuidados: (“de qué ángel del cielo fue el descuido”).

20) Hay ángeles olvidadizos y distraídos: (“perdono el olvido de los ángeles distraídos”).

21) Hay ángeles confundidos: (“los ángeles se miran confundidos”).

22) Hay ángeles despistados: (“los ángeles no vieron”).

23) Hay ángeles extraviados: (“entre los laberintos de Alepo y de Homs y de Damasco”).

24) Hay ángeles melancólicos y estupefactos: (“miran con asombro y tristeza”).

25) Hay ángeles motorizados: (“sobrevuelan metálicas las alas”).

26) Hay ángeles desnudos: (“ángeles desnudos (…) [que] se abrazan silenciosos”).

27) Hay ángeles benefactores: “([que dan] la ilusión que a vivir mueve”).

28) Hay ángeles misericordiosos: “([de] piadosa mano”).

Seguiré con unas palabras sobre la rúbrica De los justos.

En las poesías de esta sección primera, la voz poética no es la de un mero espectador del drama (la miseria, el hambre, la desesperación, los huesos abatidos…) que los ojos ven, sino los ojos de un poeta que mira con mirada de solidaridad humana y, en mi parecer, con sensación de desesperanza, en el remedio. En el sentir común, los justos son los que obran con consideración, respecto, moralidad y justicia; y, en la Biblia, en Isaías 3:10, se lee: “Decid al justo que le irá bien”, pero en los versos del poeta a los justos no les va bien, ni hay una visión amable del mundo en los mensajes que portan los poemas de esa división, que son versos con vigorosas pinceladas de dolor moral, que nos muestra qué dura, qué angustiada y qué amarga puede llegar a ser la vida.

Esa disonancia es muy interesante, porque pone un contrapunto, un contraste, entre la dicción poética y el título. En efecto, del simple nominal de la rúbrica De los justos (al margen de la cita insinuadora de su contenido [Santiago 5,6]), pudiéramos pensar que los poemas van a cantar un mundo de buenas noticias, un mundo moral, razonable, deseable, bueno, sin sed destructiva, pero, sin embargo, en contraposición, el objeto poético hace presa, precisamente, en un mundo de malas noticias, desagradable, de sufrimiento, de helada maldad, de violencia atormentada, corrompido, doliente, de amargura, de llantos y penas, a menudo, un mundo de enlutadas muertes. Mas esa oposición, es el centro de la tensión interior de los poemas, cantos de testimonio, que, a la par que cuentan los dramas, cuando no, tragedias de los hombres que huyen de la pobreza, de las guerras, de las tiranías, etc., como implícito sobreañadido, indirectamente, lleva la amplificación de la ausencia de justicia en el mundo, del desamparo de la humanidad desfalleciente, ignorada en su dignidad humana y en su libertad.

Acaso algún día, pienso yo, el desorden se someta a la armonía, y, los justos abandonados que poetizan los versos, alcancen un mundo en verdad justo, donde nadie pierda el yo, ni camine solo… Un mundo vivible, con contenido de esperanza, en donde el amor sea más fuerte que la muerte; un mundo de conductas elevadas, de miradas fraternas, de voces de amor, de besos de socorro, de abrazos alegres y de solidaria victoria.

Pese a las tribulaciones de la vida, de los recios días tristísimos, del lado oscuro de lo real de la vida, la voz del poeta no cae en el pesimismo vital ni se queda en el paralizante lamento; al contrario, mira hacia adelante. En la división segunda del poemario, titulada La vida me mira, nos dice, en el poema Sabes que estás de paso, que no demos “nunca la espalda a la alegría/aunque sea alegría y gozo leve/de las horas vividas en un día” (…) “ni convertir la luz en triste umbría”; ciertamente, aunque conocemos la intensidad del dolor y el saber seguro y fatal de lo último (la muerte es ley inderogable, la muerte a nadie engaña), la riqueza de la vida no se puede desperdiciar; su cara dulce y suave, que también la tiene, con los necesarios afectos y vínculos de amor, con los humanos deseos y nobles anhelos, debe ser disfrutada en cada momento de dicha que el destino (si es que existe), el azar y la libertad nos ponga delante de nuestros ojos.

Unas últimas palabras, como las anteriores, muy generales. Las secciones del poemario: 2. La vida me mira; 3. Compromisos, y 4. Las otras inocencias, integran una colección de 55 inspiradas piezas poéticas, de manifiesta calidad, y, en estas composiciones veo la voz más personal del poeta, con formas brillantes, con la voz del arte, sobre muchos temas (la voz de amor, la voz de la memoria, la voz del suicida, la voz de la finitud, la voz de la eterna soledad, que es la muerte…), que estimulan nuestra mente, en cada poema, en cada verso, en cada vocablo. Si cualquier poema provoca en el lector numerosas reflexiones, desde diversos ángulos (temas, formas, lenguaje, punto de vista estilístico, semántico, etc.), muchos poemas, necesariamente suscitan un sinfín de meditaciones imposibles de desarrollar en su totalidad, en unas pocas palabras. Por citar algunos poemas, de estas partes del volumen, que me gustan (tanto como las restantes poesías), casi al azar de la memoria, mencionaré, para pensar y sentir: Hoy, Certeza, A veces, Sabes que estás de paso, Nacimiento, Luna de diciembre, Memoria, La casa vacía, Elegía, Expediente 5 de junio. Lamento la despedida. No dispongo de tiempo para desgranar cada poema (como yo lo siento y lo veo), ni para vestir de poesía la palabra de su glosa; quizá lo haga en alguna ocasión más reposada, con más huelgo.

Como sé que hay pocos que leen versos y no todos los que lo leen los entienden, un consejo del lector común de poesía, como soy yo, al que se le pasan inadvertidas muchas cosas. Por experiencia propia sé que la poesía se tiene que leer y releer con calma y pausa, pues poquísimas veces queda comprendida por el mero hecho de leerla una primera vez, aunque esté escrita con claridad de expresión y sea relativamente legible, como es el caso. Y cada lectura nos sorprenderá con un nuevo matiz, que sale desvelado del misterio de toda creación. La exégesis debe ser de lecturas semánticas que el texto consiente, por tanto, también, descubriendo lo no dicho en lo dicho del verso o del poema, y ello, con independencia de la intención del poeta.

En estas páginas hartos concisas, es poco lo que he podido decir, pero algo es algo. Concluyo invitando a la lectura de Ruido de ángeles, admirable poemario que leí con deleite y que merece debida resonancia.

Y no va más, sino mi cordial saludo a los lectores del foro.

Florencio Gutiérrez Peña


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