Fake. Trampantojo.
David Caiña
Intérpretes: Maribel Salas; Gorka Mínguez, Gemma Martínez; Albar Cirarda; Lorea Intxausti
Erre Produkzioak
Teatro Municipal de Getxo
21 de enero de 2022
La pieza teatral Fake, seguida del título Trampantojo, está pensada y escrita con ambición, lo cual es bueno. No resulta, sin embargo, tan bueno recrearse en la idea y repetirla una y otra vez de forma machacona. La intención de desvertebrar la obra para convertirla en un ir y venir en el tiempo me parece estupenda, pero –creo, o así lo viví- se abusa en exceso de ella y acaba convirtiéndose en un hándicap. Pierde efecto, confunde, distrae y, lo que es peor, aburre. Y esta cuestión se repite en dos aspectos de la obra, en su estructura temporal que no sigue un orden cronológico de lo narrado, y en las frases del guión que, por repetidas en las diferentes escenas, se pueden anticipar.
Digo, o repito, que la idea o el conjunto de ideas con que se aborda el desarrollo de la obra para articular su montaje es bueno, interesante, incluso diría que brillante. Digo, repito, que su materialización se empobrece a partir del abuso continuado de los recursos.
Pero tampoco lo señalado anteriormente es todo lo que se puede decir. La actuación del cuadro escénico resultó floja, con una naturalidad poco creíble, insegura a veces, y esa inseguridad parecía que se pretendía superar u ocultar a través de sobreactuaciones que se alzaban como un muro entre el espectador y el mensaje dramático. Solamente me sentí involucrado en la acción en una escena entre los personajes más jóvenes, la muchacha y el muchacho, cuando se descubren y confiesan como dos impostores, dos personas falsas –no menos que los adultos- que mienten ante sus mayores reflejando una manera de ser tan ejemplar como esos mayores quieren y hasta exigen que sea. A esto es a lo que se refiere el término inglés fake o el español trampantojo (trampa ante el ojo, ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es)
Bueno, pues de trampantojos está llena esta obra que se mueve entre la intención de ser comedia y la realidad de ser un drama. Porque si ya es un drama la realidad familiar presentada, sostenida por el ruido para no tener que escuchar, la falsa alegría, la manifestación de una unidad familiar sostenida en los lugares comunes de las celebraciones anuales navideñas, un drama aún mayor será la conducta del muchacho que forma parte de la familia en la agresión sexual a su prima.
Planteada la cuestión y llegados a este punto, ¿qué hacer? ¿Encubrir el delito? ¿Mirar hacia otro lado? ¿Negar la gravedad de lo ocurrido? ¿Denunciar los hechos? ¿Plantarse cada cual ante sus responsabilidades?
No es fácil. La ruptura del frágil vínculo familiar ha saltado por los aires, con denuncia o sin ella. Se acabó la hipocresía del padre que resuelve su fracaso laboral y personal haciendo la vista gorda y aprovechándose del dinero que su hija gana en internet publicando fotos sensuales, provocativas y eróticas con el pretexto de jugar a matar marcianitos en un videojuego; ni la madre del joven y tía materna de la chica agredida sexualmente podrá ocultar, encubrir e ignorar la conducta de su hijo, de la que ya tenía antecedentes.
Se abren, por supuesto, muchos más interrogantes, como la dificultad para determinar dónde están los límites de la verdad, qué papel desempeñan en las relaciones las redes sociales, la arriesgada facilidad para crear realidades y hacerlas pasar por verdaderas a partir de noticias e informaciones falsas; o se reflexiona también acerca del dolor y las dudas de las hermanas y madres de los jóvenes implicados, así como sobre las consecuencias personales, psicológicas y sociales, de la víctima y su agresor, etc.
Interrogantes, desafíos, riesgos y consecuencias derivadas de introducir lo virtual y sus provocaciones en los límites de la vida real donde enfrentar los errores y las responsabilidades. De qué manera lo virtual asume el control del comportamiento de la persona en lo real y cotidiano. Qué posibilidades tienen la educación y la familia para influir, corregir y proteger a las personas, jóvenes y menos jóvenes, para conducirlas por un espacio de libertad en el que no quepan ni la violencia ni la injusticia, sino la libertad, el respeto y la dignidad. Llegados a este extremo, ¿cómo cabe la reparación, la ayuda y el consuelo ante el sufrimiento? Pues el desafío sigue en el aire.
González Alonso
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