De todas las materias

Porque sé cómo estás hecha de todas las materias,
el tiempo que te aplaza,
la memoria, la risa
y el amor
que sopla como el aire de invierno en las encinas
extendiendo su calor de llamas en los troncos
de la lumbre
mientras los días tejen la cesta de los años
de  la vida.

Yo no supe decir que te quería;
te miré todo el tiempo como si estuvieras de paso
y anticipando lo amargo de lo efímero
la soledad me abrazaba con su frío.

Puedo escribirlo ahora; yo sé cómo estás hecha
de todas las materias que me forman,
de mi silencio también,
también de los rincones de mis sombras
y el húmedo y vegetal abrazo
de la hiedra.

Cuando los ángeles posan en mis ojos
tus miradas
fugaces
y las aguas de los afectos desbordan los pozos
de los recuerdos
todo soy yo que vuelve hasta el brocal de tus sonrisas,
aquellas que iluminaron las noches más hermosas
y encendieron en los labios
la sensualidad del aire contenido en un inmenso campo
de amapolas.

González Alonso

*** «De todas las materias» forma parte del libro «Ruido de ángeles» (Editorial Vitruvio.- Madrid, 2020)

22 comentarios en “De todas las materias

  1. Vuelvo y vuelvo a enamorarme de este poema, Julio. Cuánta sensibilidad y lo que te habrás callado ( Porque a veces, los silencios hablan más que las palabras)
    Un verdadero gusto leerte, Poeta, maestro, amigo. Porque así te siento aún sin conocerte apenas. Será que lo que te leo me hace sentirte así de cerca.
    Un placer.

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    • El amor, esa experiencia y regalo que apenas nos da una o, a lo sumo, dos oportunidades en la vida, lo he sentido así, con todas sus contradicciones y con la pervivencia de sus emociones a través del tiempo. Me parece difícil escribir poemas de amor; las posibilidades de recrearlo más allá de los tópicos del frenético enamoramiento son escasas y nos repetimos en lo circunstancial y aparatoso. ¿Y qué se puede escribir después del soneto de Quevedo «Amor constante más allá de la muerte«, posiblemente el mejor poema de amor en español?:

      Cerrar podrá mis ojos la postrera
      sombra que me llevare el blanco día,
      y podrá desatar esta alma mía
      hora a su afán ansioso lisonjera;

      mas no, de esotra parte, en la ribera,
      dejará la memoria, en donde ardía:
      nadar sabe mi llama la agua fría,
      y perder el respeto a ley severa.

      Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
      venas que humor a tanto fuego han dado,
      medulas que han gloriosamente ardido,

      su cuerpo dejará, no su cuidado;
      serán ceniza, mas tendrá sentido;
      polvo serán, mas polvo enamorado.

      Después de esto, casi es mejor callar y sentir. Francisco de Quevedo sabrá excusarme el atrevimiento.
      gracias, Tin, un abrazo.
      Salud.

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