Búho
Titzina Teatro
Autores y actores: Diego Lorca y Pako Merino
Teatro Barakaldo, 28 de enero de 2023
En los primeros momentos de la representación, el personaje protagonista que va descendiendo lentamente en caída libre a lo hondo de una cueva pronuncia una frase poética que dará la primera pincelada al cuadro aterrador de la pérdida de la memoria: los niños, o la mayoría de los niños, se abrazan a la luz porque les da miedo la oscuridad. Más o menos. Y ya estamos en el espacio laberíntico y subterráneo de nuestro yo en busca de su identidad, el laberinto de lo que somos en o que recordamos, de lo que buscamos en la oscuridad como el búho en las sombras de la noche.
Hay mucho, muchísimo trabajo, tras esta puesta en escena. Y mucho trabajo serio y concienzudo en el entramado de la obra, el soporte del texto y la incorporación plástica de la luz y las sombras, la música, la expresión corporal y el manejo del espacio como reflejo mental de la realidad de la amnesia. Todo ese conjunto de proyecciones, efectos especiales y acción plasmada en el escenario que nos deja oír el grito de la silenciosa voz de la mente es, sin duda, el tercer personaje de Búho. Los otros dos serán Pablo y su confusa ausencia de recuerdos y el terapeuta que tira del hilo y arroja la cuerda a la que poder agarrarse para salir a la luz.
Aún así, no me parece a mí un trabajo elementalmente orientado a la comprensión de la angustia en la que se desvanece la identidad y se disuelve la persona; creo que trasciende lo particular para extenderse a la comprensión o no de las relaciones humanas universales y la búsqueda de la memoria de la Humanidad, que es –a fin de cuentas- lo que nos hace humanos.
No supongo necesario extenderme mucho más. Los aciertos narrativos de esta representación están fuera de toda duda. Tal vez, pero sólo es un apunte de diletante en la materia, podrían haberse dramatizado más algunas escenas en la interpretación, deliberadamente natural y auxiliada por el uso del micrófono. Sin que signifique que haya sobreactuación. Pero, repito, es solamente una impresión particular que no pretende quitarle ninguna importancia a lo representado y a cómo fue representado.
Como pretexto para el hilo conductor de la obra, los autores escogieron la figura de un antropólogo forense especializado en hacimientos paleolíticos que sufre u grave accidente y padecerá una amnesia severa y persistente. Su tarea consistirá en seguir trabajando en la oscuridad de la cueva para encontrar y reunir los restos de su personalidad e intentar explicarse quién es para reconstruir la identidad perdida.
Sesiones terapéuticas, largos periodos de angustiosa búsqueda, breves momentos de lucidez, retazos emocionales y un futuro incierto que se repite machaconamente en las anotaciones dejadas en las páginas de una agenda. Eso es todo. Y yo, casualmente, me encontré en el teatro con el padre de un alumno de cuando trabajaba como director de un Instituto. Me saludó llamándome por mi nombre, me dijo el suyo y el de su hijo y me procuró información de lo que fue, al parecer, la colaboración que me prestó en su momento. Pero no lo recordé. Y todavía no lo recuerdo.
¡Ay, memoria, enemiga mortal de mi existencia!, que decía Cervantes con otro sentido, pero que aquí también duele y viene al caso de lo antes dicho y visto.
González Alonso
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