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Malandain.- Ballet de Biarritz.
Magifique (Tchaikovski-Suites).- La Mort du Cygne (Saint-Saëns).- L’Amour Sorcier (Manuel de Falla)
Teatro Barakaldo, 26 de noviembre de 2011
El pasado domingo tuve ocasión de ver un espectáculo de ballet. No soy habitual de estos eventos que, por otra parte, no se prodigan demasiado en los escenarios. Como la ópera, se tiene la vaga impresión de tratarse de un espectáculo de minorías selectas, sobre todo económicamente, que lo utilizan para dar lustre a sus relaciones sociales con un barniz cultural que cause admiración. Lo que, con toda seguridad, fue así en tiempos no muy pretéritos, no lo es hoy día, al menos de forma general. Élites quedan y quedan también viejos resabios de la utilización de la cultura con fines espurios; pero hay que reconocer, junto con la evolución de estas artes, la extensión de su disfrute a capas sociales más extensas, aún sin dejar de ser minoritarias.
El caso es que, después de lo visto y disfrutado, me siento mejor dispuesto e inclinado a cambiar mis hábitos y hacerme más asiduo del ballet; porque lo que los sentidos me permitieron percibir fue todo un cúmulo de sensaciones y sorpresas enmarcadas en la grandeza de la música y la belleza de la danza.
La elección de autores como Tchaikovski, Sain-Saëns y Manuel Falla, posibilitó una cercanía atractiva y una variedad llena de sugestivas propuestas de baile. Tal vez, resumiendo, me atrevería a subrayar tres cosas:
1.- La ejecución de los pasos a dos. El primero de ellos arrancó con la sugerente música de Tchaikovski interpretada por dos bailarines masculinos con una delicadeza y sensibilidad admirables; el segundo, arropado con los compases de El Amor Brujo de Falla, ejecutado por un bailarín y una bailarina que consiguieron transmitir con fuerza y pasión los más atormentados e intensos sentimientos del amor.
2.- La sensación de que la música seguía por el escenario a los bailarines, realizando sus evoluciones con una ligereza y levedad que parecía vaciar de todo peso sus cuerpos para ser sólo espíritu o alma alzada en vuelo. La interpretación de La Muerte del Cisne de Saint-Saëns, me cautivó en todas y cada una de las cuatro veces que bailaron la pieza las tres bailarinas encargadas de dar vida a esta pieza bajo los focos, una vez cada una y, finalmente, las tres conjuntamente, introduciendo matices de delicada sensibilidad en la recreación de una escena tan bella como dura, cual es presenciar una muerte, y dotando de alma humana al ave condenada a morir.
3.- La introducción de elementos de danzas populares en la coreografía, así como un uso mesurado del ballet en su esencia clásica junto con una desarticulación de los movimientos y la reproducción de gestos cotidianos en la danza. El ballet explora con una libertad estudiada todos los recursos expresivos del cuerpo y el espacio para conseguir emocionarnos.
Poco más puedo añadir como profano en la materia. El espectáculo de Malandain, Ballet de Biarritz, puso en la tarde del domingo del teatro Barakaldo de Vizcaya un aire de frescura y sensibilidad que el público que llenaba la sala supo reconocer y agradecer con sus largos y continuados aplausos. Una buena tarde de arte y belleza expresados a través del ballet.
González Alonso
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