Antes de ser construido en La Pola de Gordón el ya desaparecido colegio Doctor Álvarez Miranda en el solar del edificio que, según creo, había sido centro de enseñanzas medias durante la Segunda República y que mucho más tarde y hasta día de hoy acabaría reconvertido en Centro de Salud, se podía ver una fragua pegada al costado de la pared de la izquierda del inmueble de piedra y ladrillo raseado. Por la callejuela de la fragua o herrería se llegaba al río Bernesga, y en su orilla había un potro de madera con todos los artilugios para herrar a los animales. Toda la margen del río estaba comida de matorrales y chopos recrecidos que desafiaban a los guajes y ponían a prueba su espíritu aventurero intentando adentrarse por entre los ramajes y, aún, consiguiéndolo en gran parte.
El olor de la fragua, los fuelles y el ruido de los martillos golpeando el yunque todavía resuena con claridad en el recuerdo. Todo forma ya parte del paisaje infantil del pueblo animado de juegos que duraban días.
El caso es que, a orillas de aquella mítica y casi arruinada fragua, se amontonaba el carburo, esa sustancia blancuzca y pesada de olor ácido que formaba parte de los residuos de la actividad de la industria. Seguir leyendo ‘Los botes espaciales de carburo’
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